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“Todo tigre es un primer tigre; tiene que empezar
desde el principio su profesión de tigre. Pero el hombre de hoy no empieza a
ser hombre, sino que hereda ya las formas de existencia, las ideas, las
experiencias vitales de sus antecesores, y parte, pues, del nivel que
representa el pretérito humano acumulado bajo sus plantas. Ante un problema
cualquiera, el hombre no se encuentra sólo con su personal reacción, con lo que
buenamente a él se le ocurre, sino con todas o muchas de las reacciones, ideas,
invenciones que los antepasados tuvieron. Por eso su vida está hecha con la
acumulación de otras vidas; por eso su vida es sustancialmente progreso” (Ortega y Gasset(2)).
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(Recordemos: el psicoanálisis de Freud establece
como principal encrucijada de nuestro desarrollo psicológico el complejo de
Edipo, según el cual, el padre es ese odioso ser que aparece para impedirnos la
deseable unión simbiótica ─incestuosa, dice, en realidad, Freud─ con la madre)
“El ‘freudismo’ al deshacer la idea del
padre y, más que la idea, la trascendencia de la paternidad, no hace sino
completar la obra de todas las demás teorías que han ido cortando los hilos que
mantenían al hombre enlazado con sus principios, supeditado a sus orígenes. No
ha hecho sino perfilar la destrucción del hombre como hijo. Y vivir como hijo
es algo específicamente humano, únicamente el hombre se siente vivir desde sus
orígenes y se vuelve hacia ellos, reverenciándolos. Y al ser así, ¿no será de temer que al
dejar de ser hijos dejemos también de ser hombres?” (María Zambrano[3]).
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“Esta radical confianza con que mira a la
vida quien ha tenido de veras padre, es el estrato más hondo de un ánimo
pacífico. Guerra y paz no están sostenidas por el Derecho Internacional” (María Zambrano[4]).
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Existen casos de resiliencia de personas cuyo padre
estuvo ausente de su vida y, sin embargo, se sobreponen con éxito a tal
circunstancia. No fue lo que ocurrió con Jean-Paul Sartre, claro ejemplo negativo
de lo que dice María Zambrano. Su padre murió cuando él tenía un año. Veamos
alguna de sus propias manifestaciones al respecto, realizadas en su obra
autobiográfica “Las palabras”:
“Detesto
mi infancia y todo lo que de ella sobrevive” (Jean-Paul Sartre[5])
“No existe el buen padre, es la regla: no
cabe reprochárselo a los hombres, sino al lazo de paternidad, que está podrido.
Hacer hijos está muy bien, ¡pero qué iniquidad es tenerlos! Si hubiera vivido,
mi padre se habría echado encima de mí con todo su peso y me habría aplastado
(…) suscribo gustosamente el veredicto de un eminente psicoanalista: no tengo
superyó (…) Nadie en mi familia supo infundirme curiosidad por ese hombre (…) Lo
que sé de él nunca ha tenido relación conmigo” (Jean-Paul Sartre[6]).
Más adelante sigue diciendo este personaje: “Yo no era consistente ni
permanente; yo no era el continuador futuro de la obra paterna (…) en una
palabra, no tenía alma” (Jean-Paul Sartre[7]).
Algunos efectos de su distorsionada infancia sobre
su mente parece que pueden deducirse de esto que también dice en su
autobiografía que le ocurrió a los nueve años: “Creí tener (dentro de mí) dos
voces, una de las cuales —que apenas me pertenecía y no dependía de mi voluntad—
dictaba a la otra lo que tenía que decir; decidí que yo era doble. Estas
ligeras confusiones persistieron hasta el verano; me agotaban, me irritaban y
llegaron a asustarme. «En mi cabeza hay alguien que habla», dije a mi madre,
que, por suerte, no se preocupó” (Jean-Paul Sartre[8]).
Vargas Llosa, apasionado lector de Sartre en su
juventud, dice de él: “Sartre es muy sincero y poco le falta para
reconocer que, en su caso, la revolución no tiene otro objetivo primordial que
borrar de la tierra a esa clase social privilegiada, dueña del capital y del
espíritu, en la que nació y contra la que alienta una fobia patológica”[9]. Coincide en esta
opinión Vargas Losa con la del estudioso de la vida de Sartre, Ben-Ami
Scharfstein, que dice de él: “Su enojo por la ausencia de un padre (…) se (ha)
convertido en su denuncia de la sociedad burguesa, para terminar con la cual ha
estado de acuerdo en hacer uso de la violencia que formaba parte de sus
fantasías infantiles de gobernar el mundo. Como cuando niño, sigue anhelando
ser el héroe de una gloriosa aventura que una a aquellos que, como él, han
vivido en soledad. Sigue necesitando producir efectos en el mundo real a fin de
sentirse a sí mismo real, y purgar la culpa y la falsedad del niño irreal al
que no se quiere lo suficiente”[10].
La actitud de Sartre ante la vida se puede
deducir de esta afirmación de Antoine Roquentin, el protagonista de su novela
más famosa, “La náusea”: “Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga
por debilidad y muere por casualidad”[11].
[1] PORTADA: María
Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011,
p. 122
[2]
Ortega y Gasset: “Misión del bibliotecario”, O. C. Tº 5, p. 222.
[3]
María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini,
2011, p. 123.
[4] María
Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011
p. 120.
[6] Jean-Paul
Sartre: “Las palabras”, Madrid, Alianza-Losada, pp. 15-16.
[8] Jean-Paul
Sartre: “Las palabras”, Madrid, Alianza-Losada, p. 146.
[9] https://elpais.com/elpais/2012/12/27/opinion/1356603311_895050.html
[10] Ben-Ami
Scharfstein: “Los filósofos y sus vidas”, Madrid, Cátedra, 1984, p. 360.
[11] Jean-Paul Sartre: “La náusea”, Barcelona, Seix Barral, 1983, p. 170.
Creo que Freud no intento descalificar la funcion paterna sino reconocer un fenomeno que condiciona la evolucion de la personalidad y que es necesario transparentar cuando absorbe mas energias que las necesarias para una vida mas productiva.Con todo, el tenia en mente la sociedad victoriana de su epoca, con sus represiones y tabues.Hoy lo enunciariamos, a lo Lacan, en otros terminos: el padre es la ley.Pero ya no es un ser humano masculino de carne y hueso necesariamente sino quien impone sus reglas al niño.Puede ser,teoricamete, un animal, la misma madre fisica que asume el rol de protectora y guia, un tio o una abuela.Esto ultimo queda radiografiado en la novela postuma de Camus "El primer hombre" que es el padre ausente pero en cuyo lugar opera una abuela inflexible en el control de los actos del menor.Padre son tambien los golpes que se van adquiriendo durante el crecimiento y aun en la adultez.Es la funcion disciplinaria lo que esta en juego mas que una asociacion de la palabra padre con un ser especifico.-
ResponderEliminarRespecto de la imagen negativa del padre que Zambrano critica de Freud, creo que tiene que ver con el hecho de que este considera que el padre tiene una función represora; por tanto, que lo genuino, lo natural en el niño queda amputado gracias a esa antipática labor represora por parte del padre. Zambrano entendería que, más que reprimir, el padre conduce, abre las vías hacia algo superior. La idea de "sublimación" debería servir para expresar esto, pero Freud considera que esta, la sublimación, es una desviación, no el acceso a lo realmente genuino. Pero esto, lo genuino, no es realmente lo que está en el origen, sino lo que espera en la meta vital.
ResponderEliminarY respecto de que cualquier persona pueda asumir las funciones del padre, es posible que así sea, pero no deja de resonar como algo ortopédico: lo genuino esta vez es que la función paterna la ejerza un padre, aunque no niego que otras personas puedan incluso hacer mejor esa función que el padre real, claro está. Lo que pasa que aquí asoma el asunto de si "lo masculino" y "lo femenino", o yendo más a lo concreto, "lo paterno" y "lo materno" existen o no, si son papeles culturales simplemente, y por tanto, intercambiables, o hay algo más profundo que lo cultural diferenciando ambas funciones. Ya hemos hablado de esto alguna vez: yo creo que "lo masculino" y, respectivamente, "lo femenino" están marcados en cada célula del ser humano, y no es solo un hecho biológico, sino una manera de estar en el mundo diferenciada.