sábado, 30 de marzo de 2013

Cuando el resentimiento se camufla como feminismo

La acción política se alimenta de una clase de inquietud que empuja hacia la transformación de la realidad. Se trata de una inquietud que es preciso vigilar, porque puede decaer hacia esa forma de extremismo del que brota la propensión hacia las utopías o que, simplemente, sirve de coartada y camuflaje para impulsos patológicos y destructivos que, aprovechando los resquicios de imperfección o incluso injusticia que puede presentar la realidad, vuelcan sobre esta todo su desproporcionado, y en origen indiscriminado, potencial  de destrucción. Hay gente, pues, vocacionalmente dispuesta a enfrentarse con el mundo, a buscar culpables de algo, enemigos hacia los que dirigir su agresividad; personas esencialmente inadaptadas que necesitan encontrar sobre quién proyectar su global rechazo del mundo.  Esa gente encuentra precisamente en la política una manera de dignificar su patología destructiva.

De esa disposición se han alimentado, pues, ideologías que han ido dejando su rastro de sangre y fuego a través de la historia. El síntoma de que nos hallamos ante alguna de ellas es la manera en que enfáticamente interpretan el mundo como escenario de ineludibles confrontaciones entre bandos que sólo pueden terminar con la victoria aplastante del uno sobre el otro; podremos ver que asoman esas ideologías cuando se hace evidente la desproporción entre la clase de conflictos hacia los que apuntan y la violencia, sectarismo y obcecación con los que se desenvuelven en ellos.

Durante un siglo, la idea de la “lucha de clases” vino a servir de camuflaje a muchas de estas personas portadoras de instintos antisociales (todavía sigue haciéndolo, aunque de modo más o menos residual). Los cien millones de muertos achacables al comunismo dan testimonio de ello. El marxismo real retorció la filosofía de Hegel, que exigía la fusión dialéctica de los contrarios, y la convirtió en instrumento intelectual con el que dar legitimidad al aplastamiento de una de las dos clases sociales, la burguesía, por parte de la otra, el proletariado (hablamos, recordémoslo, de meros camuflajes: en realidad, un sector social, el que tenía su sustento en el partido y en la burocracia estatal, se dedicó, bajo estos regímenes, a aplastar sañudamente al resto de la población). Otra idea utópica, la de la pureza racial, apenas disimuló los instintos antisociales de aquellos otros que, de la mano del nazismo, llevaron a Alemania, y de paso al resto del mundo, a la catástrofe. Hoy vivimos el auge de otra idea, la de la yihad o guerra santa, que sirve de camuflaje a otras mentes asimismo propensas a la psicopatía.

 
El feminismo goza de una indudable legitimidad de origen: no hay más que ver el escaso número de veces que la mujer ha estado en el primer plano de la historia para fácilmente deducir que debajo de ello ha discurrido una larga trayectoria de maltratos o, cuando menos, de sometimiento. Sin embargo, aprovechándose de los complejos y sentimientos de culpa del hombre de hoy (del hombre occidental, más en concreto) generados por aquellas injusticias, ha ido aupándose sobre aquel feminismo legítimo una clase de extremismo antisocial y excluyente del mismo tipo que las malhadadas ideologías antes referidas, que sibilinamente ha acabado impregnando a ese compacto conglomerado de la opinión pública que rige como “lo políticamente correcto”.

Fue al final de los años sesenta del pasado siglo cuando irrumpió con toda su fuerza ese feminismo radical que, tomando el testigo del resentimiento que le legaba la anterior y ya declinante lucha de clases, partía de la consideración de que las relaciones humanas están determinadas por una consustancial lucha de sexos. Hombres y mujeres, según eso, no podrán contar nunca con un ámbito que compartir y en el que encontrarse y complementarse, porque su relación es en realidad el campo en el que se desarrolla una ineludible confrontación y lucha de poder. Uno de los textos de referencia de ese feminismo radical fue el Manifiesto SCUM (iniciales en inglés de “Manifiesto de la Organización para el Exterminio del Hombre”), de Valerie Solanas, que a través de formulaciones demasiadas veces grotescas y disparatadas viene a dar expresión supuestamente feminista a lo que no es sino un cauce más a disposición de aquel impulso resentido y a la busca de enemigos a los que odiar de los que hablábamos antes.

Para Solanas (y hay que entender que para las muchas feministas radicales que tienen sus escritos como imprescindible referencia), “el hombre es un egocéntrico total, un prisionero de sí mismo incapaz de compartir o de identificarse con los demás, incapaz de sentir amor, amistad, afecto o ternura”. O dicho con más crudeza todavía: “Cada hombre sabe, en el fondo, que sólo es una porción de mierda sin interés alguno”. Hasta ahora el hombre ha ejercido su dominio a través de la institución familiar: “Se las ingenió para crear una sociedad basada en la familia, una pareja hombre-mujer y sus hijos (el pretexto para la existencia de la familia) que virtualmente viven uno encima del otro, violando inescrupulosamente los derechos de la mujer, su intimidad, su salud”. Concretamente, la paternidad ha permitido “proporcionar al hombre la máxima oportunidad para manipular y controlar a los demás”. Pero reduzcamos la cuestión a sus justos términos: “la función del macho es la de producir esperma. En la actualidad (sin embargo) existen bancos de esperma”. Las cosas, pues, están cambiando: “El amor no es dependencia ni es sexo, es amistad (…) Al igual que la conversación, el amor solamente puede existir entre dos mujeres-mujeres seguras, libres, independientes y desarrolladas”. El punto al que se ha llegado es aquel en el que se hace “necesario haberse hartado del coito para profesar el anti-coito”. Parecería que asimismo hemos llegado a poder plantearnos el asunto en los siguientes términos: “saber si deberá continuar el uso de mujeres para fines de reproducción o si tal función se realizará en el laboratorio”. En realidad, ya tenemos la solución: “la respuesta es la reproducción en el laboratorio”. Sin embargo, si somos decididos (decididas, perdón), podemos llevar el asunto a sus últimas consecuencias: “¿Por qué reproducir? ¿Por qué futuras generaciones? ¿Para qué sirven? ¿Por qué preocuparnos de lo que ocurra una vez muertos?”. Y en conclusión: “Eliminad a los hombres y las mujeres mejorarán. Las mujeres son recuperables; los hombres, no”.

Parecería que estas pintorescas formulaciones (y otras más sobre las que no nos extenderemos) son el simple producto exudado por una mente delirante. Y, efectivamente, Valerie Solanas fue finalmente diagnosticada como esquizofrénica. Pero con un mayor o menor añadido de sutileza, es este tipo de ideas lo que está en el sustrato de la llamada ideología de género. “Género” es precisamente, un concepto nuclear (hoy asumido por la generalidad) de este feminismo extremo, con el que se pretende sustituir a otro concepto digamos que meramente organicista, el de sexo: ser hombre o ser mujer es para este tipo de feminismo una mera etiqueta cultural, perfectamente independiente de las adscripciones que tenga previstas la biología, y, por supuesto, de mayor entidad que lo que tenga que decir el hecho de tener unos genitales u otros. Por otro lado, que en España hayamos pasado de ser en 1975 el país europeo con un más alto índice de natalidad a ser ahora mismo el país del mundo con un índice de natalidad más bajo, habla del modo en que, de una u otra manera, esa cultura enfrentada a la “familia reproductora” que manó del feminismo radical ha ido impregnando nuestra mentalidad durante las últimas décadas.
 
Y en fin, de modo sibilino, camuflada como instrumento legal supuestamente destinado a promover la igualdad entre sexos, la Ley Integral de Violencia de Género actualmente vigente está cumpliendo un impagable servicio a esta extremista y excluyente ideología de género. De manera tal que hemos llegado a una situación en la que la magistrada de Barcelona María Sanahuja pudo, por ejemplo, afirmar en octubre de 2011: “Ya existen españoles con penas de seis meses de cárcel sólo por decir a sus mujeres ‘vete a la mierda’”. O en la que el magistrado de Granada Manuel Piñar Díaz llegó a emitir en septiembre de 2011 una sentencia a raíz de una falsa denuncia de malos tratos en la que afirmaba: “Con este excesivo celo ideológico de proteger a la mujer, se está llegando a quitar la dignidad a determinados varones que son denunciados y sometidos a procedimientos que con frecuencia comprenden detención y escarnio público, lo que no hace sino alimentar la violencia, dar un paso atrás en la igualdad ante la ley y en última instancia en el Estado de Derecho”.

Siempre les quedará a los defensores de la ideología de género (y a la gran parte de la población que ha sido seducida por sus ideas extremas y anti igualitarias) la posibilidad de negar la realidad y decir que esas afirmaciones expuestas son falsas. O desdeñables por ser poco significativas… Un síntoma más de que la ideología de género está triunfando, de que se ha impuesto como lo políticamente correcto y de que todos los que no pasamos por el aro y aceptamos sus presupuestos somos simplemente unos machistas.

 

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13 comentarios:

  1. Valerie Solanas fue finalmente diagnosticada como esquizofrénica.

    ¿finalmente?
    Miserias de la psiquiatría: un lego como yo podría haber hecho ese diagnóstico al primer farfullo.
    -0-
    Impresionante serie, Javier. Te has ganado la exclusión a perpetuidad de la acogedora -pero hedionda- casa común de lo políticamente correcto.

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  2. D. Javier, magnífico trabajo, sí señor.

    Saludos.
    El quicio de la mancebía [EQM]
    elquiciodelamancebia.lacoctelera.net

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  3. La verdad, Carlota, es que no quería dirigir demasiado la atención hacia el personaje de Valerie Solanas, para no dispersarme en el artículo, pero da de sí para una película... bueno para más películas, porque una ya se hizo con el expresivo título de "Yo disparé a Andy Warhol". Efectivamente, intentó matar al artista (?) en cuestión, hiriéndole a él y a alguno más. Y amenazó a otros muchos en otras ocasiones. Un angelito, vamos. Como para no tomarse en serio su propuesta de exterminar a los hombres y pensar que hacía literatura en el título de su manifiesto. Lo terrible es el eco favorable que ha encontrado una persona tan perturbada mentalmente. Este mundo que vivimos se lo tiene que hacer mirar.

    Amiga mía, uno se acostumbra a ser un marginado, así que al final no hacen mucha mella esas exclusiones. Ya tú sabes cómo es esto. Sólo mantengo la aptitud para dejar que me conmuevan los argumentos, no las etiquetas.

    Y gracias, una vez más, por reconducir la atención desde ese conspicuo lugar de encuentro de gente interesante al que estás abonada.

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    1. Haces bien, Javier, en atender más a la lamentable categoría del feminismo radical que a la penosa anécdota de esa pobre desvariada, que, como enferma, es más digna de lástima que de otra cosa.
      Sin embargo, la crítica no puede ceder a la piedad con quienes sin la excusa de la esquizofrenia se toman en serio formulaciones “intelectuales” del calado siguiente

      “la función del macho es la de producir esperma. En la actualidad (sin embargo) existen bancos de esperma”.
      [como si el almacenamiento pudiese suplir a la producción]

      A mí me recordaba algo el caso de esta pobre mujer, y enseguida identifiqué ese recuerdo, pero no he tenido tiempo de comentarlo.
      Tampoco ahora. Me limitaré a pegar un fragmento del libro de artículos de Tom Wolf que ya cité en alguna otra ocasión, y más concretamente del artículo “En el país de los marxistas rococó”, a propósito de la expresión “genocidio cultural” procedente del vivero de ideas de la izquierda norteamericana, y que tanto juego y jugo daría a nuestros social-nacionalistas, nada originales. Refiriéndose a una tal Susan Sontag, dice Wolf:

      En un artículo publicado en 1967 en Partisan Review, titulado "¿Qué le pasa a los Estados Unidos?", escribió: "La raza blanca es el cáncer de la historia humana; es la raza blanca, y sólo ella —con sus ideologías e inventos— la que erradica a las poblaciones autónomas dondequiera que se extienda, la que ha perturbado el equilibrio ecológico del planeta, la que hoy pone en peligro la existencia de la vida misma".

      ¿La raza blanca es el cáncer de la historia humana? ¿Quién era esta mujer? ¿Quién y qué? ¿Una epidemióloga antropológica? ¿Una reconocida autoridad de la historia de las culturas de todo el mundo, capaz de elaborar una síntesis como la de Max Weber, Joachim Wach, sir James Frazer o Arnold Toynbee? En realidad, era apenas otra escribidora que se pasaba la vida anotándose en las reuniones de protesta y subiendo pesadamente al podio, con el estorbo de su prosa, que llevaba pegada la calcomanía con la silla de ruedas válida en Partisan Review. Quizá estuviera excepcionalmente resuelta a ilustrar lo dicho por McLuhan sobre la indignación que dota de dignidad al idiota, pero fuera de eso, era la típica intelectual estadounidense de posguerra.
      Después de todo, era por completo irrelevante tener una mínima idea de lo que se estuviera hablando. ...


      En fin, la izquierda posmoderna tratando de extraer todo el jugo posible a todo posible o imposible ‘conflicto dialéctico’, ya sea entre razas, ya entre sexos, ya entre abstracciones antropomorfas como “lenguas oprimidas” –“minorizadas” dicen- y opresoras, ...
      Siempre es lo mismo. Inconcebiblemente, siempre encuentran número suficiente de idiotas para continuar el negocio, para acceder a la representación parlamentaria, para parasitar a la sociedad a través del sistema de financiación de los gastos públicos, sostenido en proporción abrumadora por quienes somos insultados por esa chusma.

      Es normal que a don EQM -El Quicio de la Mancebía ¿se puede concebir un 'nick' más ingenioso?- le guste tu blog.

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    2. Susan Sontag es (era) también uno de esos personajes a los que aludo en el artículo, caracterizados por el resentimiento contra el mundo en el que les ha tocado vivir, y respecto de los cuales, si tratamos de entender sus motivaciones profundas, en mi opinión hay que consultar manuales de psiquiatría antes que de filosofía o de política. Así, esta mujer declaraba que sentía vergüenza de ser norteamericana, y, de modo semejante a como aquí tantos otros de su mismo perfil valoraron el atentado del 11-M como resultado de la política del gobierno del PP, ella hizo lo propio con el atentado contra las Torres Gemelas achacándolo a la política exterior norteamericana. Esa clase de comprensión, en fin, hacia los terroristas que a la postre les hace estar más en sintonía con ellos que con su gobierno respectivo. Estos personajes van un paso más allá que Baudelaire, el cual, cuando le preguntaron que dónde le gustaría vivir, respondió: “En cualquier parte, con tal de que sea fuera del mundo”. Los personajes de los que aquí hablamos, si les preguntaran cómo les gustaría vivir, responderían más o menos explícitamente: “De cualquier modo, con tal de que sea contra el mundo”.

      Y desde luego, Carlota, que este tipo de personajes encuentren tanto crédito, e incluso respaldo electoral cuando representan a partidos políticos, es todo un síntoma del masoquismo colectivo que nos envuelve. Esas ganas de apuntarse a todo lo que atente contra nuestro ser colectivo casi podríamos decir que en España es más común que el supuesto sentido común. Y quienes sienten esa perversa inclinación, siempre tendrán a mano, para hacerlas discurrir a través de ellos, algún tipo de conflictos como esos a los que aludes, raciales, entre sexos, referidos a “lenguas oprimidas” o cualquier otro parecido.

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  4. Muchs gracias, amigo EQM. Devuelvo crecido el elogio: magnífico blog el suyo. Uno se puede perder durante horas navegando por él y por sus tan versátiles propuestas. Todo un placer conocerlo.

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  5. En fin, te has ido a un extremo que no tiene nada que ver con el feminismo de hoy en día, el que defiende la igualdad en España. Es como si para querer atacar a los que quieren que se investiguen las denuncias falsas, se dice que éstos no tienen más argumentos que los de Toni Cantó. Sería ridículo, principalmente porque Cantó sólo dio un par de datos falsos.
    No sé si muchas y muchos feministas (sé que leer esto le escuece)pueden sentirse aludidos por algo de lo que dice. Ha escrito, por tanto, un rollo superfluo.
    Lo cierto es que la mayoría de las y los feministas (otra vez jaja) tenemos otras referencias. Me permito dejarle una cita de Charlotte Witton, feminista y primera alcaldesa de Ottawa (1951): "Una mujer tiene que hacer las cosas el doble de bien que un hombre para ser considerada la mitad de buena. Afortunadamente no es muy difícil."

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    1. Mi intención al escribir el artículo, estimado vicboy, es apuntar al hecho de que en los planteamientos que defiende el actual feminismo, laten de manera insidiosa los que hicieron eclosión en la década de los sesenta-setenta del siglo pasado, y que de manera explícita defienden muchos grupos feministas actuales (no hay más que darse una vuelta por la red). Voy a poner un ejemplo (que coyunturalmente no nos va a quedar muy lejos) de cómo resulta manifiesto que, por ejemplo, este feminismo del que hablo no aspira a la igualdad: si la alcaldesa Charlotte Witton, a la que usted cita, tuviera razón, es decir, si para ser considerada la mitad de buena que un hombre, hubiera de hacer las cosas el doble de bien… “y eso no resulta muy difícil”, deberíamos concluir que la actual discriminación positiva de la mujer se queda corta: aplicando las matemáticas, las mujeres merecerían, más o menos, cuatro veces más representación en los puestos directivos de la sociedad que los hombres para adecuarnos a los respectivos méritos de unos y otras. Yo, que sí creo en la igualdad a priori de hombres y mujeres, abogo porque también exista igualdad de oportunidades, no el doble ni la mitad. Quiero decir que, aprovechando en el caso de los hombres nuestros sentimientos de culpa y nuestros complejos, también podemos acabar creyéndonos los tópicos, que en origen, quizás, sólo eran un chiste, como esa ocurrencia de Witton, aunque no del todo inocuo: no hay más que cambiar los términos hombre-mujer de esa chistosa ocurrencia y ver la que se hubiera montado. De modo que podemos acabar viendo la realidad de manera deformada y respaldando medidas que, como hubiera preferido Valerie Solanas, desplazan el péndulo hacia una desigualdad sesgada esta vez hacia el otro extremo. Y no, yo no creo que jurídicamente (en el ámbito de las opiniones personales quizás siga habiendo quien lo crea) estén planteadas las cosas de modo que las mujeres tengan que hacer las cosas el doble de bien para ser consideradas la mitad de buenas. Y donde realmente nos la jugamos es en el terreno de la igualdad ante la ley, no en el ámbito de las contingentes opiniones de, a mi modo de ver, residuales (al menos en Occidente) machistas.

      Pondré otro ejemplo de la irracionalidad a la que conduce la discriminación positiva, que, pese a su buena intención aparente, no hace sino traducir a términos jurídicos los planteamientos del feminismo radical anti-igualitario: en UPyD militamos muchos más hombres que mujeres. Sin embargo, la Ley Electoral nos obliga a que en las listas electorales (al Congreso, al Senado, municipales y europeas), por cada tramo de cinco candidatos propuestos, dos al menos sean mujeres. Así que cada vez que hay elecciones estamos obligados a echar mano de esposas, amigas, etc., con las que rellenar las listas con las cuales nos proponemos a los electores. La mayoría de las mujeres presentadas no ofertan a esos electores su capacidad o su buen hacer político (¡algunas sí, por supuesto!), sino un solo mérito: ser mujer. Lo cual, en mi opinión, resulta ofensivo para las mujeres que sí aportan su mérito político, porque unas y otras son equiparadas.

      Y en fin, sobre otro tipo de barbaridades promovidas por el feminismo radical, y hoy respaldadas por nuestras leyes y por una opinión pública cuando menos despistada, le animo, vicboy, de modo encarecido a que se vea el video que enlazo en mi artículo, que es tan impactante como cualquier buena película de terror, pero con la peculiaridad de que no es una película, sino un reportaje de actualidad.

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  6. ¡Qué absurdo desgaste de réplicas cuando la consistencia de un argumento es consistente en sí mismo! Mal vamos cuando se hacen necesarios discursos tan diáfanos y valientes ¡sí, desgraciadamente hay que considerarlos valientes! como los expuestos en este blog por Javier.
    Una ley discriminatoria es injusta de base, porque toda discriminación lo es y crea invariablemente desventajas. ¿Es que alguien puede discutir esto? ¿es que alguien puede no entenderlo?
    El feminismo radical no busca igualdad entre hombres y mujeres, sino resarcirse de todo el machismo que ha sufrido la mujer y ejercido el hombre desde el principio de los tiempos, (y previniendo de paso el que pudiera producirse) intentando levantar la copa diaria de la victoria con el hombre bajo la suela de sus zapatos.
    O sea, feminismo versus machismo. La igualdad es otra cosa.

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    1. Muchas gracias, amigo/a, por su cálido apoyo. Es verdad que para lanzarse a opinar sobre esto hay que contar con la posibilidad de salir un tanto magullado (¡que se lo cuenten a Toni Cantó!), pero bueno, por aquí sólo ha aparecido gente civilizada. Y si no hubiera sido así, por lo menos este medio ofrece la ventaja de evitar la crispación que supone el aumento de decibelios tan habitual en las conversaciones cara a cara.

      Un saludo muy cordial

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  7. No puedo compartir la mayoría de las reflexiones que aquí se hacen, y ello por dos motivos: En primer lugar, por la falta absoluta de contexto en su análisis. En segundo lugar por vuestro desconocimiento del valor jurídico de la igualdad, que no es uniformismo, sino que se resume desde Aristóteles en el apogtema: "tratar igual lo igual y diferente lo que es diferente" (textualmente: "tan injusto es tratar desigual a los iguales como igual a los desiguales"), que es el criterio que ha acogido nuestro Tribunal Constitucional.

    Hay que combinar ambos elementos: el contexto y el concepto de igualdad. Partiendo de la igualdad esencial entre hombres y mujeres ¿Viven las mujeres en un contexto de discriminación? Yo creo que sí (hay una serie de datos objetivos en los que me baso que pondré más adelante) ¿Es una política de igualdad la que favorezca a la mujer para contrarrestar esa discriminación? Evidentemente.

    Es un poco dogmático para mi gusto pero yo le recomiendo también la lectura de un blog que da una idea de lo que se debe entender como igualdad, como políticas de igualdad: http://sergicastanye.com/2012/10/30/la-igualdad-no-se-consigue-tratando-igual/.

    En el único en que veo resentimiento es en usted. Cuando ve que su posición hegemónica como varón se resiente, reacciona frente a las políticas de igualdad, intentando reducir al absurdo el feminismo, sacando a la luz las ideas de una esquizofrénica. Es el resentimiento del macho cuando se da cuenta de que, sin el contexto de dominación bajo el que subyuga a las y los demás (mua ja ja) se da cuenta que no vale para tanto.

    Cuando usted dice que en UPyD (partido con el que simpatizo)tienen que llenar las listas de esposas y hermanas... y que esas mujeres no le sirven al elector, en fin, no se si es que le han privado a usted de su puesto, pero si es así, creo que España no se ha perdido gran cosa, sinceramente.

    Por último, será que soy periodista y abogado pero hay que verificar las fuentes: porque usted vea cuatro chorradas en Internet, no puede deducir que latan en el feminismo actual las ideas más excluyentes del mundo. Si ese era su punto de partida falla en todo lo demás. Marx y la teoría de la plusvalía me fascinaron durante años, luego leí a böhm-bawerk y con una cuestión previa (que el valor es subjetivo)se me desmoronó.

    No he hecho referencia a los datos objetivos de discriminación contra la mujer que prometí. Esto daría para una tesis. ¿Siguen cobrando menos las mujeres? sí y el motivo suele ser que son penalizadas por asumir las cargas familiares. ¿La violencia contra las mujeres es una fenómeno social? sí. Quitando los niños ¿quienes son las principales víctimas de los delitos sexuales? se responde por sí sola... en fin esto es lo gordo, afinando hay mucho más e incluso más significativo.
    Puede haber también, discriminación, violencia, violencia sexual... hacia algunos hombres. Como injusticias tienen que ser abordadas por el derecho y el derecho es ya cauce para darles solución. Pero en nuestro contexto, no son exactamente iguales que las que se cometen contra las mujeres y por ello el derecho debe dar una respuesta diferente. Los objetivos serán finalmente los mismos: acabar con la discriminación, pero al ser más complicado acabar con la discriminación hacia las mujeres, el derecho tiene que proveerse de herramientas más eficaces.

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    1. Yo no creo que hombres y mujeres sean iguales, desde luego. Ni los hombres entre sí ni unas y otras mujeres. Pero la ley, en este caso la ley penal sobre todo, no está hecha para juzgar a hombres o a mujeres, sino determinados comportamientos. A la cárcel uno debe de ir por los delitos que haya cometido, no por ser hombre o mujer. El sexo no cualifica (no debería cualificar) los delitos. La ley ha de castigar comportamientos, sin que prevalezca “discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, tal y como dice nuestra Constitución. Y si hay algún agravante a considerar, éste habrá de vincularse a los comportamientos delictivos, no a los sexos. Si no fuera así, si hubiera que hacer leyes que discriminaran positivamente a los sectores sociales marginados, ¿por qué no empezar con una Ley contra la Discriminación a los Gitanos que, por ejemplo, les concediese una cuota de participación en determinados puestos sociales relevantes? Y lo mismo para cualquier otro sector eventualmente discriminado, claro.

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    2. Por otro lado, que la mujer está discriminada salarialmente en España es, efectivamente, una creencia muy arraigada. Pero, si fuera cierto, ello atentaría contra el sentido común de los empresarios, que tienen como principal objetivo ganar dinero y mantener viva su empresa; por lo tanto, si existiese un colectivo que hiciera exactamente el mismo trabajo a cambio de un salario menor, sólo contratarían a miembros de ese colectivo, ya sean mujeres, inmigrantes, jóvenes o lo que sean, porque de esta manera aumentarían sus beneficios. Es más, incluso si un empresario se resistiese a hacerlo por prejuicios… se vería obligado a cambiar de actitud, so pena de caer bajo la presión de la competencia, que podría explotar esta ventaja contratando a los trabajadores que él rechace. El hecho cierto es que en 2009 el Ministerio de Igualdad de Bibiana Aído realizó 46.239 inspecciones en 241 empresas para comprobar si los trabajadores españoles sufrían algún tipo de discriminación. Pues bien, sólo encontró 590 supuestos casos (un 1,28%), y en 245 la discriminación la padecían… ¡hombres!

      Atendiendo al conjunto de la vida laboral, las mujeres, efectivamente, cobran de media un 22% menos que los hombres, aunque se suele decir que es entre un 27 y un 40%. Pero si se unen todos los datos es fácil darse cuenta de cuál es la verdadera razón de la brecha salarial: cuando se casan y tienen hijos, mujeres y hombres se comportan de forma diferente. Así, ellas interrumpen su carrera durante largos períodos de tiempo con más frecuencia que los hombres, y no sólo por la baja maternal tras el embarazo. También es más común que pidan reducciones de jornada. Según el Ministerio de Trabajo, la mujer trabaja fuera del hogar a la semana 6,2 horas menos que el hombre. Y según el INE, el 7% de las mujeres deja el empleo al tener el primer hijo y el 4% lo hace al tener el segundo; el porcentaje se eleva al 40% cuando la mujer tiene su tercer hijo. Porcentajes similares se dan en toda Europa.

      Se podría profundizar más en este tema, pero me conformaré con informar de que la Federación Estatal Unión de Separados (mixta, de hombre y mujeres), “para salir al paso de estas falsedades, maliciosamente difundidas e ingenuamente creídas, ofrece la cantidad única de 6.000 euros a quien demuestre que las mujeres ganan aproximadamente un 27% menos que los hombres” (http://www.cronicas.org/6000_desigualdad.pdf). Sé que hay más asociaciones que ofrecen recompensas como esta (concretamente, una en Valencia y otra en Extremadura), pero no sé encontrarlas ahora mismo.

      En otro tipo de disquisiciones, estimado vicboy, desbarra usted: cuando pretende encontrar mis motivaciones a la hora de montar mis argumentos en el supuesto peligro que detecto de perder “mi posición hegemónica como varón”… Dejémoslo en que este suyo es un argumento casposillo. Dice usted también que si las mujeres que artificiosamente acoplamos en nuestras listas electorales en UPyD para rellenar las cuotas de feminidad que nos exige la Ley Electoral, eventualmente me privasen a mí de un puesto en esas listas, España no se habría perdido gran cosa. Ahí usted demuestra no tener argumentos y subsidiariamente dedicarse a contraatacar de forma poco elegante. De todas maneras le diré que, efectivamente, yo no sirvo para político de los de verdad, y me aseguro de que los puestos que ocupo en las listas sean de relleno. No necesariamente uno entra en política para tratar de salir elegido en alguna de las listas. Y en fin, me recomienda usted como argumento de autoridad, que visite la página de un militante de Esquerra Republicana, independentista… Le diré simplemente que aquí, en varios artículos, creo que he expuesto argumentos suficientes para contrarrestar los de este señor. Y no sólo los referidos a la ideología de género.

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