sábado, 9 de marzo de 2013

¿Es Toni Cantó un defensor de maltratadores?

(RESUMEN DE LA ENTRADA ANTERIOR PUBLICADO EN EL CORREO DE BURGOS EL 5 DE MARZO DE 2013, SEGUIDO DE LA, EN PARTE, RESPUESTA DE UN DIRIGENTE DEL PSOE)

Para expresar alegría, tristeza, irritación, agresividad, frustración, deseo… basta con los gritos y poco más. Esa es, precisamente, la base del lenguaje del niño y del salvaje, antes de que aparezca la necesidad de articular palabras y conceptos con los que tratar de apresar intelectualmente las cosas que nos rodean. “Lo que los niños llaman cosas –decía Ortega– son en realidad las siluetas fugitivas que se van dibujando en sus pasiones”. Allí donde la palabra viene a expresar un mínimo de idea y un máximo de afectividad estamos, pues, aprovechándonos del lenguaje no para describir las realidades objetivas sino para dar rienda suelta a nuestras pasiones. Es lo que ocurre sobre todo con los improperios. “La abundancia de improperios –decía también Ortega– es el síntoma de la regresión de un vocabulario hacia su infancia”. Y añadía: “Es sabido que no existe pueblo en Europa que posea caudal tan rico de vocablos injuriosos, de juramentos e interjecciones, como el nuestro. Según parece, sólo los napolitanos pueden hacernos alguna concurrencia”.

De esta forma, apremiados, por ejemplo, por la necesidad de exponer lo que queremos decir en un máximo de 140 caracteres, como nos exige ese medio de comunicación hoy tan prevalente que es Twitter, no hay más que ver cómo los españoles entendemos que ir al grano, a la sustancia de eso que queremos decir, equivale demasiado a menudo a conjuntar improperios. Cuando Toni Cantó, diputado de UPyD, expuso hace unos días su valoración sobre los perjuicios a los que, según él, está adscrita nuestra Ley Integral sobre la Violencia de Género, muchos de aquellos que se dedican a conjuntar interjecciones e improperios en vez de atender a la realidad que –con no demasiado acierto en las estadísticas en las que se apoyó– Cantó señalaba, aprovecharon para cebarse en él de una manera inmisericorde, propuesta de empalamiento incluida, así como de ilegalización de UPyD, estas dos procedentes del ámbito de Izquierda Unida.
 
 
El caso es que –sigamos con Ortega para así neutralizar los malos efluvios– “además de las interjecciones, es curioso el prurito de nuestra raza por expresarse con gestos excesivos”. En este marco hay que incluir asimismo el que PSOE, Izquierda Plural y BNG hayan pedido la reprobación del diputado Toni Cantó y PP, CiU y PNV hayan condenado sus declaraciones sobre las denuncias por violencia doméstica. De modo que entre improperios y gestos excesivos se ha conseguido una vez más usurpar el espacio que naturalmente deberían ocupar los argumentos. Si estos hubieran podido asomar, se debería haber podido atender al hecho de que somos el único país que ha pretendido defender a la mujer de la violencia de género llevándose por delante un precepto constitucional, en concreto el artículo 14, que dice: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. O aquel otro presupuesto básico del Estado de Derecho según el cual se presume la inocencia de las personas mientras no se demuestre lo contrario. De modo que, en España, hoy, si una mujer acusa a su marido de comportamiento violento con ella, es éste el que debe de probar su inocencia no aquella su culpabilidad, y, mientras tanto, el juez puede dictar, sin más requisitos, y hasta que se pruebe esa inocencia, medidas que lleven al acusado a ser detenido y esposado delante de sus hijos, encarcelado preventivamente, expulsado por treinta días del hogar familiar por una orden de alejamiento y obligado a perder la custodia y compañía de sus hijos menores de edad, así como a socorrerlos económicamente, además de arrastrar para siempre la sombra de la sospecha (no son éstos de los que hablo supuestos abstractos: son hechos, está ocurriendo así). ¿Pero y si la denuncia fuera falsa, como de hecho es muy posible que ocurra en los exasperados momentos de conflicto que suelen vivir muchas parejas, quizá próximas al divorcio? Pues si, como efectivamente ocurre a menudo, la denuncia falsa se archiva (salvo si es la segunda vez), la mujer encontraría un gran incentivo en aprovechar ese sesgo de la ley para sacar una gran ventaja de la conflictiva situación… a costa de que el hombre, sintiéndose tan injustamente tratado, aumentara gravemente su resentimiento hacia la mujer o, en el colmo de la frustración, cayera quizás en la depresión y en posibles pensamientos (o lo que es peor, actos) suicidas, porque ya no le queda nada, ni siquiera, estigmatizado como está, dignidad.

De esto venía a hablar Toni Cantó. No de dar pábulo a los terribles comportamientos de violencia intrafamiliar, que, efectivamente, exigen la puesta en práctica de toda la capacidad punitiva del estado, sino de las tremendas consecuencias que puede tener una ley como la que hoy está vigente (y que ningún otro país imita), y que no sólo no ha conseguido disminuir la llamada violencia de género, sino que, en esos casos a los que aquí se alude, por el contrario, lleva a aumentar el nivel de conflictividad y resentimiento, e incluso puede en algún caso servir de acicate a la violencia. Y puesto que contamos con un diputado valiente, además de brillante, capaz de traer a la luz de la discusión pública un problema de esta envergadura, quienes, transcendiendo de ese nivel intelectual y político en el que los improperios y los gestos histéricos sustituyen a los razonamientos, somos capaces de escuchar y entender, estamos obligados, en mi personal opinión, a arroparle y defenderle.

Javier Martínez Gracia, del Consejo Local de UPyD-Burgos

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¿SON TOLERABLES LAS DECLARACIONES DE UPyD CONTRA LA IGUALDAD?

(CONTESTACIÓN AL ARTÍCULO ANTERIOR POR PARTE DE LUIS TUDANCA, SECRETARIO GENERAL DEL PSOE Y DIPUTADO POR BURGOS, EN LA MISMA SECCIÓN DE EL CORREO DE BURGOS, EL 7 DE MARZO DE 2013)

Este viernes, 8 de marzo, conmemoramos el día internacional de la mujer. Y, más que celebrar este día sigue habiendo mucho que reivindicar en un país en el que las mujeres ganan un 22,5% menos que los hombres; en el que la tasa de desempleo femenino es superior al masculino; en el que se aprueba una reforma laboral con recortes en los derechos de maternidad y lactancia; en el que se impone un aumento de las tasas judiciales en los casos de violencia de género; y que ha sufrido la muerte de 49 mujeres a manos de sus parejas en el 2012.

Y esta lucha es de todos. Esta lucha ha sido durante demasiados años sólo de un movimiento feminista que ha logrado despertar conciencias, abrirnos los ojos y visibilizar aquello que sucedía pero que era invisible. Pero ya no. La responsabilidad es de todos, de la ciudadanía y de las instituciones; de las mujeres y de los hombres. Pero somos los hombres quienes más camino tenemos que recorrer porque muchos avances están en nuestras manos y porque debemos acabar con comportamientos, hechos y palabras que justifiquen y amparen el machismo.

Por eso no se pueden consentir declaraciones como las del diputado por UPyD, Toni Cantó, poniendo en duda el sistema de protección a las víctimas por violencia de género. No se puede mentir de forma irresponsable sobre el número de denuncias falsas cuando éstas no alcanzan, según los datos de la Fiscalía General del Estado, el 0,009 % del total, porque eso es alentar el machismo. Y, desde luego, no se pueden hacer esas declaraciones siendo el portavoz de Igualdad de su grupo porque es una provocación y un insulto a quienes sufren las gravísimas desigualdades de género que aún persisten en nuestro país.

Pero lo peor es que cuando Toni Cantó había demostrado un síntoma de inteligencia, callándose y pidiendo perdón, pese a que llegue tarde y se haga con la boca pequeña, salen algunos compañeros de su partido a defenderle, como, por ejemplo, el Consejo Local de UPyD de Burgos en un reciente artículo. Y ahondan en el discurso machista hablando de la inmensa cantidad de denuncias falsas, de que la protección a las víctimas de violencia de género rompe el principio de igualdad ante la ley de los hombres, o de las injusticias y vejaciones que tienen que sufrir en los procesos de separación y divorcio que les encamina al suicidio en masa.

Y lo que me preocupa es pensar que, año tras año, sigue habiendo mucho contra lo que luchar en el día internacional de la mujer, que hay muchos hombres que siguen viendo en el feminismo un enemigo, que no entienden que en las situaciones de desigualdad siempre hay una víctima y que, en este caso son las mujeres. Y que una denuncia falsa es un problema que resuelven los jueces, pero que cientos de miles de denuncias auténticas por maltrato son un problema social y trágico que debe ser una prioridad para todos y todas. Incluidos los miembros de UPyD.

(MI RÉPLICA VA EN LA SIGUIENTE ENTRADA AL BLOG)


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“¿Puede el PSOE levantar la bandera de la igualdad?”:


“Cuando el resentimiento se camufla como feminismo”
http://elblogdejavigracia.blogspot.com.es/2013/03/cuando-el-resentimiento-se-camufla-como.html

4 comentarios:

  1. ¿Es Toni Cantó un defensor de maltratadores?
    Obviamente, no.
    Es un defensor de maltratados por una ley repugnante, no por sus intenciones -de buenas intenciones empedrado el camino del infierno-.
    Se ha atrevido a cuestionar un dogma del pensamiento único -recordemos la unanimidad entorno a esa 'ley' que consagra una discriminación policial -administrativa-, procesal, penal y penitenciaria o, mejor, en palabreja de la jerga progre incorporada a la propia ley, o a su preámbulo "integral"-
    Lo ha hecho mediante un recurso retórico que es la hipérbole. Eso es todo.
    Bueno, no todo: cuando los gremlins progres recibieron la luz del fogonazo Cantó y se transformaron, como suelen, en los monstruos guardianes de la única ortodoxia tolerada, el Sr. Cantó rectificó lo accesorio -la hipérbole-, pero no fue suficiente, porque ante cualquier mínimo cuestionamiento del pensamiento único los gremlins se manifiestan ufanos y piafantes en su propia naturaleza irreprimible y no vuelven a su estado pacífico sino después de saciar su celo justiciero, es decir, destructivo.

    Por lo demás, Toni Cantó, que tiene razón en su valiente denuncia de una ley injusta -es decir, de una ley-no-ley, un contrasentido, un ente monstruoso sólo posible en el ambiente tóxico unánimemente producido y mantenido por la casta al mando- no deja de incurrir en el equívoco esencial al progresismo: creer que la ley es mala "porque no resuelve el problema -la llamada violencia de género- sino que lo agrava-.
    Desde el momento en que un político se asimila a sus pares en la convicción autocomplaciente de que tiene la posibilidad, mediante las leyes, de "resolver problemas", en lugar de tratar de evitar empeorar las cosas, ya no cabe sino esperar sustituir un error por otro.

    Cuando aquel viscoso intelecto que se hizo carne en la política española bajo nombre y figura de Zapatero empezó con su campaña de la "ley integral contra la violencia de género", algunos, pocos, que tenemos una idea un tanto clásica de la ley, de su origen y de sus posibilidades, supimos lo que iba a pasar: poner de moda el tópico, conferir identidad -y, por tanto, prestigio, aunque sea perverso, a un cierto tipo de criminalidad- y, eventualmente, contribuir, mediante la propaganda y el fomento de la emulación, a su incremento, o, en el mejor de los casos, por supuesto, no contribuir en lo más mínimo a su disminución.

    Pero la cosa no tenía remedio: la maquinaria de intoxicación y asimilación progre había izado una de sus banderas, y facha el que no corriera en pos. Allá fue el partido socialista camuflado bajo las siglas PP a unirse y unanimizarse con el nuevo disparate bienpensante, como ha hecho, antes o después, con todas las demás infaustas ocurrencias zetapédicas, desde la alianza de civilizaciones hasta el "proceso de paz" con los terroristas (que, en síntesis, no es sino otra torcedura de la ley)

    En esta materia, como en todas, no hay más remedio que la vuelta al clasicismo jurídico: la igualdad ante la ley, sin acepción de personas por razón de sexo, sin perjuicio de las agravantes de siempre, como abuso de fuerza, en su caso, etc.

    Por eso es un error diagnosticar que la ley bienintencionada ha fracasado -lo que presupone que hubiera podido "triunfar"- y debe ser sustituida por otro pro-yecto de ingeniería social para la conversión de las almas.

    Como es un error cualquier "versión pirata de la política que se quiere salvación, la que no se contenta con limitarse a paliar los males inevitables, abstenerse de aumentarlos y reformar sopesando costes y ventajas"

    Y con todo, repito, hay que agradecer al Sr. Cantó su valiente denuncia.

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  2. Una vez más queda enriquecido este humilde rincón con tus comentarios, Carlota. Un privilegio para mí saber que andas merodeando por aquí cerca.

    Ya sabes cómo tiendo a buscar el ramal de las reflexiones que tiende hacia lo psicológico, aunque andemos hablando (o sobre todo, cuando andamos hablando) de política. He tenido tiempo a lo largo de mi vida de comprobar que la política es muy a menudo un reducto para resentidos: gente que se lleva mal con el mundo no por algo en concreto, sino como predisposición, como manera de estar en la vida. Claro está, eso se da especialmente en ese tipo de personas de las que tú hablas, las que camuflan su resentimiento en una supuesta causa política, aprovechando quizás un resquicio de injusticia que la fortuna ha puesto ante ellos, y que ellos lo llevan a un punto de exageración desproporcionado respecto de la realidad, pero proporcionado a su desenfrenado impulso hacia la búsqueda de culpables de algo.

    Ese mismo mecanismo creo que está en la base de la ideología de género. En sí, las reivindicaciones feministas tienen… o casi deberíamos decir tenían sentido. Las mujeres han sido mal tratadas a lo largo de la historia, y por fin Occidente, a partir de cierto momento, abrió resquicios a la posibilidad de que fuera posible alcanzar la igualdad entre sexos (entiéndaseme bien: igualdad digamos que jurídica o de oportunidades; yo creo que hombre y mujer son seres psicológicamente diferentes). Pero a partir de la década de los setenta del pasado siglo, el movimiento feminista alcanzó un punto de inflexión y se vio sobrepasado por un tipo de mujeres resentidas, de esas que vocacionalmente van a la búsqueda de enemigos, y que entendieron que, igual que en la otra variante del resentimiento se había entendido la historia como lucha de clases, en el ámbito privado lo que se producía era una lucha de sexos, cada uno con un tipo de intereses contrapuestos a los del otro. Mejor dicho, ya no propiamente “sexos”, sino “géneros”: el sexo era un mero residuo fisiológico, y lo decisivo era lo que uno quisiera ser: hombre o mujer independientemente de los genitales que la fisiología hubiera prescrito. Por entonces, el feminismo decidió que, dado que esa confrontación hombre-mujer era irresoluble (salvo con los hombres que asumiesen los valores femeninos), la aspiración a la igualdad se quedaba corta: lo femenino debía de tomar el poder. Y en fin, la discriminación positiva, camuflada, eso sí, como búsqueda de la igualdad, se convirtió en el objetivo.

    La ideología de ese nuevo feminismo (para el cual todo hombre o está con él o es un machista o neomachista) es muy radical, y aparentemente su bandera sólo la levantan las más extremistas. Pero ha ido a partir de ahí aflorando una cultura que ha impregnado nuestro modo de vida: el matrimonio y la familia hoy están atravesando una crisis profunda; respecto de la natalidad, hemos pasado en pocas décadas de ser (hacia 1975) el país europeo con la tasa de natalidad más alta a ser hoy el país del mundo con la tasa de natalidad más baja. La aversión de este feminismo hacia la “familia reproductora”, es, en mi opinión, un factor decisivo en este respecto.

    Y el caso es que este tipo de ideologías, cuando pasan a ser lo políticamente correcto, se imponen por las bravas: en cuanto te sales del raíl, se te echan encima los defensores de la doctrina con una diligencia aplastante, como ha comprobado Toni Cantó. La ideología de género está ya en el tuétano de las instituciones y de esa parte de la opinión pública que sabe que puede estar tranquila cuando habla en voz alta.

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  3. El hijo tiene algunas costillas rotas. Al fracturarse, una de ellas le perforó un pulmón. Tiene un ojo en muy mal estado, y además está inconsciente. Su madre tiene la mandíbula rota, pero le darán el alta dentro de una hora, así que lo suyo no reviste gravedad.

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  4. Contesto a su comentario por deferencia, no porque en puridad deba darme por aludido. Porque resulta evidente que usted quiere poner su comentario como contraste de los argumentos aquí expuestos contra la Ley de Violencia de Género; o lo que es lo mismo: usted viene a situar la línea argumental aquí expuesta como favorable, de una u otra forma, a la violencia de género. Y no hay tal, claro está. Aquí lo que se defiende es que la susodicha ley está sustentada en la ideología de género, que no es otra que la del extremismo que viene a situar la relación hombre-mujer como la que intrínsecamente se produce entre dominador y dominada, y frente a la que plantea una estrategia que, prolongando la lucha de clases, se manifiesta como lucha de sexos. Una ideología que no aspira a la equiparación del hombre con la mujer, sino a la sustitución de lo que considera una sociedad patriarcal no por otra en la que los sexos se igualen jurídicamente, sino por otra en la que predominen supuestos valores femeninos.

    Y en fin, la Ley de Violencia de Género rompe con los más elementales principios del estado de derecho, lo cual ha traído como consecuencia no una menor violencia doméstica (“género” es un concepto inventado por este tipo de feminismo radical), puesto que sigue habiendo las mismas muertes, sino un mayor encrespamiento y agudización de los conflictos de pareja (de la "lucha de sexos" prevista por esta ideología). Amén de muchos miles de personas perjudicadas (hombres, niños, abuelos, tíos...) de manera injusta.

    Y ya es hora de superar las barreras intelectuales y morales que llevan a desdeñar esta gravísima realidad que está a la vista de quien quiera mirar.

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