viernes, 30 de diciembre de 2022

QUÉ ES LO QUE ESTÁ CAMBIANDO EN OCCIDENTE

“ ‘Ser’ significaba para el griego la realidad fija, dada de una vez para siempre, permanente (…) ‘Ser’ viene de ‘sedere’: estar sentado. ¡Hasta este punto significaba “quietud”. Pero la vida no se sienta nunca, no tiene un ser fijo y dado de una vez para siempre, sino que está siempre pasando y aconteciendo (…) ¡La vida es la grande, esencial inquietud!” (Ortega y Gasset[1]).

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“La historia entera de Occidente es un bloque unitario, el cual ha sido lo que ha sido –es decir, que ha pasado en la historia lo que ha pasado–, porque hace veintisiete siglos los hombres de Grecia resolvieron adoptar una cierta forma de pensamiento. Podían haber adoptado otra y entonces la historia del hombre hubiera sido muy distinta (…) Si ahora adoptamos una manera de pensar radicalmente opuesta, formalmente “otra”, ¡calculen los quilates que concentra la reforma, y la vastedad de nuevos horizontes posibles para el destino humano que nos bosqueja y nos anuncia el dedo trémulo de la esperanza!” (Ortega y Gasset[2]).



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p. 202.

[2] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p. 221.

lunes, 26 de diciembre de 2022

MÁS ACTIVIDADES INÚTILES PERO IMPRESCINDIBLES

 

“Yo creo que la gente en todos los aspectos prácticos de la vida debería recordar que para vivir una vida equilibrada necesitan también goces no prácticos” (Hans Selye[1]).

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“La apreciación del arte, la admiración de la naturaleza (tienen una) ventaja sobre los simples placeres de la carne: su crepúsculo dura más tiempo (…) La mayoría de los simples placeres de la carne tienden a enranciarse a medida que pasa el tiempo, pero estas satisfacciones más complejas de la mente llegan a ser cada vez más generosas a medida que son cultivadas” (Hans Selye[2]).



[1] Hans Selye: “La tensión en la vida (el stress)”, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1960, p. 299.

[2] Hans Selye: “La tensión en la vida (el stress)”, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1960, p. 300.

sábado, 24 de diciembre de 2022

ACTIVIDADES INÚTILES PERO IMPRESCINDIBLES

 

“El concepto de «necesidad humana» abarca indiferentemente lo objetivamente necesario y lo superfluo (…) El hombre que se convence a fondo y por completo de que no puede lograr lo que él llama bienestar, por lo menos una aproximación a ello, y que tendría que contentarse con el simple y nudo estar, se suicida. El bienestar y no el estar es la necesidad fundamental para el hombre (…) Las necesidades biológicamente objetivas no son, por sí, necesidades para él. Cuando se encuentra atenido a ellas se niega a satisfacerlas y prefiere sucumbir (…) De donde resulta que hasta lo que es objetivamente necesario sólo lo es para el hombre cuando es referido a la superfluidad. No tiene duda: el hombre es un animal para el cual sólo lo superfluo es necesario (…) La técnica es la producción de lo superfluo (…) El animal es atécnico: se contenta con vivir y con lo objetivamente necesario para el simple existir” (…) “De un lado (está, pues) servir a la vida orgánica, que es adaptación del sujeto al medio, simple estar en la naturaleza. De otro, servir a la buena vida, al bienestar, que implica adaptación del medio a la voluntad del sujeto” (y para eso inventamos la técnica) (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Meditación de la técnica”, Tº 5, pp. 327 a 329.

martes, 20 de diciembre de 2022

NO ES POSIBLE VIVIR SIN TENER UNA TEORÍA O INTERPRETACIÓN DEL MUNDO

 

Aunque sea envueltos en una interpretación prestada, dentro de la cual vivamos insertados como en una nube

“Vean el nuevo sentido que cobra la vieja y hasta chabacana locución latina: “Primum est vivere; deinde philosopari’. En efecto, vivir es primero, filosofar, teorizar es después (…) Descartes filosofa porque se encontraba existiendo en ese elemento de oscuridad (que era su mundo, su vida) y, no sabiendo qué hacer en él para subsistir, no tiene más remedio que hacerse ideas claras y distintas sobre esa realidad. Es decir: que no se puede vivir sin filosofar y, más en general, sin teorizar, sin construirse una orientación sobre ese elemento que (llamamos) ‘mundo en el cual se vive’ (…) La teoría tiene su comienzo y raíces esenciales en la vida (…) Sócrates había dicho: ‘Una vida sin teoría no es vividera para el hombre’ (…) Y quien no lo advierte es que ignora la torpe, la tosca, la irresponsable filosofía que le sostiene, que le orienta y en que va envuelto, como la tropilla pampera en la nubecilla de polvo que el sol declinante orifica” (Ortega y Gasset(1)).



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p. 191.

domingo, 18 de diciembre de 2022

POR QUÉ CONTRADECIRSE NO ES TAN MALO

 

“Un pensamiento que no contiene una ligera contradicción no es completamente convincente” (Carl Gustav Jung)[1].

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“La triste verdad es que la auténtica vida del hombre consiste en un complejo de oposiciones inexorables: día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y desgracia, bueno y malo. Ni siquiera estamos seguros de que uno prevalecerá sobre el otro, de que el bien vencerá al mal o la alegría derrotará a la tristeza. La vida es un campo de batalla. Siempre lo fue y siempre lo será, y si no fuera así, la existencia llegaría a su fin” (Carl Gustav Jung[2]).

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“Toda cultura consiste en la resolución de contradicciones. Barbarie, en cambio, es aquella ceguera para la contradicción que nos permite quedarnos con uno solo de los términos” (Ortega y Gasset[3]).

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Las gentes suelen mostrarse demasiado presurosas en decidirse por lo mejor: olvidan que cada acto de preferencia abre, a la vez, una oquedad en nuestra alma. No, no prefiramos; mejor dicho, prefiramos no preferir. No renunciemos de buen ánimo a gozar de lo uno y de lo otro; religión y ciencia, virtud y placer, cielo y tierra… Cierto que hasta ahora no se han resuelto las antítesis; pero cada hombre debe pensar que es él el llamado a resolverlas” (Ortega y Gasset[4]).

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“Toda contradicción se resuelve ahondando, penetrando en el subsuelo, donde las raíces se entrecruzan y confunden” (María Zambrano[5]).



[1] Carl Gustav Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 124.

[2] Carl Gustav Jung: “El hombre y sus símbolos”, Barcelona, Caralt, 1977, p. 83

[3] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Tº II, O. C., Tº 2, p. 144

[4] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, 1988, p. 38

[5] María Zambrano: “Horizonte del liberalismo”, Barcelona, Galaxia Gutenberg, O. C. Tº 1, p. 100

lunes, 12 de diciembre de 2022

QUÉ SIGNIFICA “YO QUIERO”


 

El mundo interior es para Ortega un dinamismo que atraviesa varios niveles escalonados que constituyen el trayecto que va desde el más informe y profundo estrato de nuestra intimidad hasta el que sirve de frontera con el mundo exterior, acogido ya a las formas y propuestas que este permite. Al que marca el punto inicial de salida de ese dinamismo lo llama alma corporal, y aún más específicamente, vitalidad: “Cada uno de nosotros es ante todo una fuerza vital: mayor o menor, rebosante o deficiente, sana o enferma. El resto de nuestro carácter dependerá de lo que sea nuestra vitalidad”[1]. En la dirección que va desde la vitalidad, esa fuerza que emana de nuestra intimidad, hacia el mundo exterior, el siguiente estrato de nuestra vida psíquica es el alma: “Es la región de los sentimientos y emociones, de los deseos, de los impulsos y apetitos”[2]. Pero no es a esta parte de nosotros a lo que todavía podamos llamar “yo”. Por el contrario, se trata de fluencias que se nos imponen, emociones que sufrimos pero que emanan de algo profundo y no sometido a nuestro control, y deseos que nos vapulean, que nos hacen brincar de un objeto a otro de manera centrífuga y todavía sin nuestra consciente colaboración. Cuando de uno de esos deseos que trascienden de los objetos, que nacen en nosotros pero que no somos nosotros, se apropia, por fin, nuestra voluntad, o cuando asimismo esta pasa a controlar la manifestación o no de una de aquellas emociones en el mundo exterior, es cuando podemos decir que ha aparecido el último estrato de nuestra vida psíquica: el yo, el espíritu. “Llamo espíritu al conjunto de los actos íntimos de que cada cual se siente verdadero autor y protagonista. El ejemplo más claro es la voluntad. Ese hecho interno que expresamos con la frase ‘yo quiero’, ese resolver y decidir, nos aparece como emanando de un punto céntrico en nosotros, que es lo que estrictamente debe llamarse ‘yo’”[3]. O sea, mi espíritu, que soy yo, superponiéndose a mi alma, que son mis deseos, mis inclinaciones.



[1] O y G: “Vitalidad, alma, espíritu”, “El Espectador” Vol. V, O. C. Tº 2, p. 456.

[2] O y G: “Vitalidad, alma, espíritu”, “El Espectador” Vol. V, O. C. Tº 2, p. 462.

[3] O y G: “Vitalidad, alma, espíritu”, “El Espectador” Vol. V, O. C. Tº 2, p. 461.

lunes, 5 de diciembre de 2022

“POR MUNDO ENTENDEMOS LA ORDENACIÓN UNITARIA DE LOS OBJETOS” (ORTEGA Y GASSET )


 

“Cada cosa (es) una encrucijada: su vida, su ser es el conjunto de relaciones, de mutuas influencias en que se hallan todas las demás. Una piedra al borde de un camino necesita para existir del resto del Universo” (Ortega y Gasset[1]).

“O confusión, enlazamiento mutuo (de átomos) y dispersión, o unión orden y providencia. Así pues, si lo primero ¿para qué deseo perdurar en un compuesto fortuito y en semejante mezcla? ¿Para qué me preocupo de otra cosa que no sea de cómo llegar al final de una vez? ¿Para qué me inquieto? Pues la dispersión llegará a mí haga lo que haga. Pero si es lo segundo, lo venero, soy constante, y confío en el que me gobierna” (Marco Aurelio[2]).

“Acabamos de reconocerlo: por la hominización, el Universo ha alcanzado un nivel superior, en el que sus potencias físico-morales toman, poco a poco, la forma de una afinidad fundamental que religa los individuos entre ellos y a lo que hemos llamado el «Punto Omega» (…) de este término refluye, en definitiva, la Energía esencial del Mundo, la que, después de haber agitado confusamente la masa cósmica, emerge de ella para formar la Noosfera. ¿Qué nombre hay que dar a semejante clase de influencia? Uno solo: el Amor” (Teilhard de Chardin[3]).

“La realidad no es más que el síntoma de que una cosa ejerce influjo sobre todas las demás y de ellas lo recibe, de que una cosa es necesaria para que el resto subsista. Porque los sapos silban al crepúsculo en sus hoyos, hilan las princesas en sus camarines” (Ortega y Gasset [4]).



(0) (Título): Ortega y Gasset: “Introducción a una estimativa”, O. C. Tº 6, Madrid, Alianza, 1983, p. 318.

[1] Ortega y Gasset: “Adán en el Paraíso”, O. C. Tº 1, p. 482

[2] Marco Aurelio: “Meditaciones”, Madrid, Alianza Editorial, 1985, Lº V, &29, Lº VI, &10, pág. 72

[3] Pierre Teilhard de Chardin: “La energía humana”,  https://docer.com.ar/doc/15xn885, p. 84.

[4] Ortega y Gasset: “Azorín, primores de lo vulgar”, en “El Espectador”, Vol. II, O. C. Tº 2, pp. 182-183.

sábado, 3 de diciembre de 2022

¿ES SIEMPRE IMPRESCINDIBLE LA RECIPROCIDAD EN LA ENTREGA AMOROSA?

 


Tema importante. Con permiso de Descartes, podríamos decir que es indudable que admite dudas. Pensemos en que el amor a un hijo se da aun cuando no haya reciprocidad… pero no sé si hasta  un cierto límite. Y puedo hablar en primera persona del caso de una familiar que ha estado cuidando de su marido enfermo durante cinco duros años, hasta la muerte de este, en que toda la emisión de cariño era unidireccional de ella hacia él… aunque también pueden llegar en casos como este de los cuidadores de enfermos momentos de legítimo desánimo o saturación. Así pues: ¿Necesitamos a fin de cuentas alguna clase de compensación para nuestra más pura disposición de entrega? Para liar un poco más las cosas, pongo un par de citas; la primera de Ortega“Desde el cristianismo, el hombre, por ateo que sea, sabe, ve, no ya que la vida humana debe ser entrega de sí misma, vida como misión premeditada y destino interior –todo lo contrario que aguante de un externo destino–, sino que lo es, queramos o no”[1]. Y la otra, de Viktor Frankl, un hombre que dijo que soportaba el suplicio de estar prisionero en Auschwitz gracias al amor que sentía por su mujer, con la que hablaba mentalmente… pero su mujer, por entonces, ya había muerto en otro campo de concentración. Dice Frankl: “En todo momento el ser humano apunta, por encima de sí mismo, hacia algo o hacia un sentido que hay que cumplir, o hacia otro ser humano, a cuyo encuentro vamos con amor. En el servicio a una causa o en el amor a una persona, se realiza el hombre a sí mismo”[2].





[1] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, pp. 154-155.

[2] Viktor E. Frankl: “Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia”, Barcelona, Herder, 1980, 17


viernes, 2 de diciembre de 2022

LA SOLEDAD QUE DESEAMOS VERSUS LA SOLEDAD QUE TEMEMOS


A lo largo de la vida parece que inevitablemente uno va diferenciándose de los demás cada vez más, y aumentando la parte proporcional que vamos rindiendo a la soledad. Y sin embargo, la soledad es peligrosa. Cioran se preguntaba: “¿La soledad no es, sin embargo, un terreno propicio para la locura?”[1]. Y María Zambrano (una mujer “extraordinariamente encantadora”, según Cioran) reflexionaba así al respecto: “Solemos tener la imagen inmediata de nuestra persona como una fortaleza en cuyo interior estamos encerrados, nos sentimos ser un ‘sí mismo’ incomunicable, hermético, del que a veces querríamos escapar o abrir a alguien (…) A mayor intensidad de vida personal, mayor es el anhelo de abrirse y aun de vaciarse en algo; es lo que se llama amor, sea a una persona, sea a la patria, al arte, al pensamiento (…) La pérdida de esta conciencia de ser análogamente, de ser una unidad en un medio donde existen otras, comporta la locura”[2].Así que parece inevitable estar insertados en ese movimiento pendular entre la soledad y la compañía o la entrega, como dice Ortega: “Desde el fondo de radical soledad que es, sin remedio, nuestra vida, emergemos constantemente en ansia no menos radical de compañía y sociedad. Cada hombre quisiera ser los otros y que los otros fueran él”[3].



[1] E. M. Cioran: “En las cimas de la desesperación”, Barcelona, Tusquets, pág. 67

[2] María Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 26.

[3] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, p. 62.

miércoles, 30 de noviembre de 2022

MODOS DE PENSAR HABIDOS EN NUESTRA CIVILIZACIÓN


 

En su necesidad de orientarse en la vida, de saber a qué atenerse frente al caos con el que el mundo se nos presenta para empezar, el hombre ha necesitado pensar para poner orden en ese caos. En nuestra civilización, los sistemas de pensamiento, las filosofías, han sido, hasta ahora, fundamentalmente dos: el realismo y el idealismo. El primero ha considerado que la realidad de la que habría que partir para alcanzar ese orden pretendido son las “cosas”, lo que tiene un ser independiente de las demás cosas, incluido yo, que soy una cosa más, con un ser objetivo también. El idealismo, del cual Descartes es el principal punto de inflexión, vino a afirmar que todas las cosas son dudosas… excepto “yo”, que soy el que duda, y puesto que dudo, puesto que pienso, existo. “Yo” soy, pues, la realidad radical. Ortega, con su raciovitalismo, viene a afirmar, frente al realismo, que el ser de las cosas, efectivamente, depende de quien las ve; pero ese sujeto que las ve nunca está solo: siempre está confrontándose con algo que no es él. En suma, que “yo soy yo y mi circunstancia”: esa es la realidad radical.

lunes, 28 de noviembre de 2022

CÓMO SABER CUÁNDO HAY QUE SER SOCIABLE según los estoicos

 

 “No están las cosas de los hombres en tan buen estado que agrade a los más lo que es mejor; antes es indicio de ser malo el aprobarlo la turba” (Séneca[1]).

“Me pides qué cosa hemos de evitar más: y te diré, la turba (…) Retírate en ti mismo cuanto sea posible; trátate con quienes puedan hacerte mejor, admite a aquellos a quienes puedas mejorar” (Séneca(2)).

“Es más valeroso no comer ni beber cuando la turba se embriaga y vomita; pero es más comedido no aislarse ni singularizarse, ni mezclarse con todos, sino realizar las mismas cosas, pero no de la misma manera, ya que es bien posible celebrar un día de fiesta sin desorden” (Séneca(3)).

“Una muchedumbre te alaba: ¿en qué puedes sentirte complacido si eres tal que esa muchedumbre te comprenda? Es en tu interior donde tienen que ser admiradas tus cualidades” (Séneca[4]).

 “Conviene mucho retirarnos en nosotros mismos, porque la conversación que se tiene con los que no son nuestros semejantes descompone lo bien compuesto (...) Pero también conviene mezclar y alternar la soledad y la comunicación, porque aquélla despertará en nosotros deseos de comunicar a los hombres, y estotro de comunicarnos a nosotros mismos, siendo la una el antídoto de la otra” (Séneca[5]).



[1] Séneca: “De la vida bienaventurada”, Cap. II, pág. 97, en María Zambrano: “Páginas escogidas de Séneca” “El pensamiento vivo de Séneca”.

[2] Séneca: “Cartas morales a Lucilio”, 2 vols., Barcelona, Orbis, 1984, Vol. I, p. 22.

[3] Séneca: “Cartas morales a Lucilio”, 2 vols., Barcelona, Orbis, 1984, Vol. I, p. 48.

[4] Séneca: “Cartas morales a Lucilio”,  2 volúmenes – Barcelona, Orbis, 1984. Tomo I, VIII, pág. 24

[5] Séneca: “De la tranquilidad del ánimo”, Cap. XV, pág. 76, en “Páginas escogidas de Séneca”, en María Zambrano: “El pensamiento vivo de Séneca”

sábado, 26 de noviembre de 2022

ESTAMOS ALARGANDO EL SIGLO XIX


 

Ortega resalta cómo del siglo XIX heredamos una forma de mirar que llevaba a explicar lo más alto por lo más bajo y lo mejor por lo peor. Y así, dice, por ejemplo: “El siglo XIX ha tendido en todos los órdenes y problemas a explicar los fenómenos normales como formas incipientes de lo patológico (…) Esta predilección por lo patológico emana simplemente del pesimismo preconcebido, de la acritud y omnímodo resentimiento que actuaban en los senos del alma europea durante la pasada centuria”[1]. Esta tendencia ya empezó en el siglo XVIII con Rousseau, para el cual el estado de salvajismo es el genuino y natural del hombre, y la civilización, una degradación suya. Marx explica la historia por la lucha egoísta de intereses económicos contrapuestos. Por otro lado, dice Ortega de Darwin que “cree haber conseguido aprisionar lo vital –nuestra última esperanza– dentro de la necesidad física. La vida desciende a no más que materia. La fisiología a mecánica”(2). Por si fuera poco, Freud, dicho un poco a lo bruto, considera la civilización un subproducto de la represión del deseo de matar al padre para acostarse con la madre. Aun antes, Rudolf Clausius enunció el segundo principio de la termodinámica, que establece que el Universo se mueve tratando de regresar a la muerte térmica… Más cerca de nosotros, los artistas conceptuales vinieron a decir que arte es lo que a cada cual se le ocurra que es arte. Y Richard Dawkins, que la unidad fundamental de la evolución es el gen, y que la sucesión de generaciones de personas es el recurso que utiliza el gen para encontrarse consigo mismo una generación más tarde. Oponiéndose a todo esto, Ortega dirá que “La vida es en (el hombre) –a diferencia de lo que es en el animal– un instinto frenético hacia lo óptimo”[3].



[1] Ortega y Gasset: “Las Atlántidas”, O. C. Tº 3, p. 292.

[2] Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”, O. C. Tº 1, p. 399-400.

[3] Ortega y Gasset: “La ‘Filosofía de la Historia’ de Hegel y la historiología”, O. C. Tº IV, Madrid, Alianza, 1983, p. 522

jueves, 24 de noviembre de 2022

SI VIVIR HUMANAMENTE SIGNIFICA IR DETRÁS DE UNA FINALIDAD, ¿POR QUÉ LA VIDA DEL UNIVERSO VA A SER ALGO DIFERENTE?


 

“No realices ningún acto al azar, ni de otra manera que de acuerdo con un principio que perfeccione el arte” (Marco Aurelio, el emperador filósofo[1]).

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“Se ultraja a sí misma el alma del hombre, (…) cuando deja escapar algún acto o impulso propio sin ningún objetivo, y por el contrario realiza cualquier cosa al azar o inconsecuentemente, siendo preciso como lo es que hasta los más pequeños actos se produzcan con referencia a alguna finalidad” (Marco Aurelio[2]).

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 “Vivir según capricho es de plebeyo; el noble aspira a ordenación y a ley” (Goethe[3]).

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“El fenómeno que llamamos “hacer” se diferencia del simple ejercicio de una actividad con el que se suele confundir. La actividad, cualquiera que ella sea, incluso la más inteligente, se ejercita “mecánicamente”, automáticamente. Ahora bien, solo puede decirse que el hombre “hace” algo, cuando sus actividades son disparadas y ejercitadas por algo y para algo” (Ortega y Gasset[4]).

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“Mira derechamente adonde se encamina la naturaleza: la universal, mediante lo que te pasa a ti; la tuya propia, mediante lo que tú haces” (Marco Aurelio[5]).



[1] Marco Aurelio: “Meditaciones”, Madrid, Alianza Editorial, 1985, Lº IV, &2, pág. 45.

[2] Marco Aurelio: “Meditaciones”, Madrid, Alianza Editorial, 1985, Lº II, & 16, pág. 34.

[3] Goethe citado por Ortega en “Personas, obras, cosas”, O. C. Tº 1, p. 446.

[4] Ortega y Gasset: “Tesis para un sistema de filosofía”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p. 131.

[5] Marco Aurelio: “Meditaciones”, Madrid, Alianza Editorial, 1985, Lº VII, & 54, pág. 94.

martes, 22 de noviembre de 2022

LA DUDA COMO SÍNTOMA DE FORTALEZA INTELECTUAL Y MORAL

 

No hablamos de la duda del asno de Buridán, que, indeciso entre comer de un cesto de heno para saciar su hambre y beber de un caldero de agua que apagara su sed, acabó muriendo de hambre y de sed. La duda siempre se constituye a partir de dos opciones que se presentan asimétricas, y entre las cuales es preciso apostar por la que parece mejor.

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 “El vigor intelectual de un hombre, como de una ciencia, se mide por la dosis de escepticismo, de duda que es capaz de digerir, de asimilar. La teoría robusta se nutre de duda y no es la confianza ingenua que no ha experimentado vacilaciones; no es la confianza inocente, sino más bien la seguridad en medio de la tormenta, la confianza en la desconfianza. Ciertamente que es aquélla, la confianza, la que queda triunfando de ésta y sobre ella, quien mide el vigor intelectual. En cambio, la duda no sojuzgada, la desconfianza no digerida es... «neurastenia».” (Ortega y Gasset[1]).

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“La verdadera ciencia enseña, ante todo, a dudar y a ignorar” (Miguel de Unamuno[2]).

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 “Al nacimiento y perpetuo renacimiento de la filosofía asiste siempre inexorable sólo un hada, el hada más fea: la duda” (Ortega y Gasset[3]).



[1] Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?”, O. C. Tº 7, p. 302.

[2] Miguel de Unamuno: “Del sentimiento trágico de la vida”, Madrid, Espasa Calpe, 1967, p. 75.

[3] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, p. 160.

domingo, 20 de noviembre de 2022

En qué se parecen un LOCO y un GENIO


 

¿En qué consiste la locura? ¿En qué consiste la genialidad? ¿Cuáles son las causas de la locura y de la genialidad? ¿Es cierto que hay alguna sintonía entre ellas? Schopenhauer decía, por lo menos, que el genio está más cerca del loco que de la gente normal. Podríamos empezar por decir que tanto genios como locos se salen del carril de las asociaciones mentales habituales, las que a la mayoría nos lleva a aceptar el orden que en el caos que de partida es el universo imponen los conceptos, las generalizaciones que nos sirven para clasificar las innumerables cosas individuales. Locos y genios son especialmente originales a la hora de asociar unas cosas con otras. Evidentemente, esa originalidad discurre por caminos normalmente contrapuestos, aunque la peculiaridad de que existan genios que a la vez están locos añade dosis de intriga respecto de cuáles son los derroteros por los que discurre la mente humana.

viernes, 18 de noviembre de 2022

ALGO EN NOSOTROS ESTÁ PREPARADO PARA ACOGER LO MISTERIOSO

 


 “Ni la ley moral, ni la idea de Dios, ni religión alguna le han llegado al hombre del exterior, como caídas del cielo; al contrario, el hombre, desde su origen, lleva todo esto en sí, y es por ello por lo que extrayéndolo de sí mismo, lo recrea siempre de nuevo” (Carl G. Jung[1]).

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“El hombre es, tenga de ello ganas o no, un ser constitutivamente forzado a buscar una instancia superior” (Ortega y Gasset[2]).

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“Aparte de señalarnos el cielo todos esos cambios útiles —climas, horas, días, años, milenios—, útiles pero triviales, nos señala, por lo visto, con su nocturna presencia patética, donde tiemblan las estrellas, no se sabe por qué estremecidas, la existencia gigante del Universo, de sus leyes, de sus profundidades y la ausente presencia de alguien, de algún Ser prepotente que lo ha calculado, creado, ordenado, aderezado” (Ortega y Gasset[3]).

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Además de nuestra parte racional, que sigue fielmente los senderos que abren los silogismos y los pensamientos utilitarios, hay otra parte de lo que somos que está preparada para activarse en presencia de lo misterioso. Esta parte permanece en estado de latencia hasta que es avivada por distintas emociones: el asombro, el sobrecogimiento, el arrobamiento, a veces el pavor o algo que invita a postrarse. El que, sin embargo, se queda en esa otra percepción, la que, por ejemplo, encaja en las leyes que tiene previstas la ciencia, mantiene ignorada o desatendida esa parte de lo que somos que busca tener algo ante lo que sentirse sobrepasado.



[1] Carl G. Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 307.

[2] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 117.

[3] Ortega y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7, p. 123.


miércoles, 16 de noviembre de 2022

LAS INSUFICIENCIAS DE LA VERDAD CIENTÍFICA

 

“La educación agnóstica del siglo pasado debilitó el afán nativo en el hombre de buscar lo «definitivo», los puntos cardinales para la existencia, y se habituó la mente a moverse entre penultimidades, que al ser sólo esto carecen de necesidad y se presentan como meras cosas plausibles que se pueden tomar o dejar o canjear entre sí. Ejemplo máximo: la ciencia física. Es ella, sin duda, admirable; pero como no resuelve los últimos problemas ni fundamenta el último sentido de sí misma, es perfectamente razonable que un hombre se desentienda de ella. Lo mismo la técnica. El automóvil es un aparato magnífico para ir de prisa de aquí a Socuéllamos. Pero, señor, ¡si yo no tengo nada que hacer en Socuéllamos!” (Ortega y Gasset[1]).

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“La «verdad científica» es una especie exquisita de verdad; es, en un determinado sentido, la verdad de más quilates. Esta superior calidad proviene de que la verdad científica es exacta y es rigorosamente comprobable. A su vez, esta exactitud y esta facultad de ser comprobada provienen de ciertos métodos y condiciones que se emplean para descubrirla (…) (Pero) la ciencia logra fabricar una clase ejemplar de verdades, gracias a que renuncia a resolver los problemas fundamentales. Así la física descubrirá las leyes rigorosísimas según las cuales acontecen las modificaciones de la materia, pero no nos dirá nunca de dónde procede la materia. La biología llegará a averiguar con suficiente rigor cómo funciona el ojo para ver y el estómago para digerir, pero no nos revelará nunca qué es la vida misma del organismo y cómo se origina. Más aún: de no intentar resolver tan graves y últimos problemas, ha venido a hacer su virtud máxima. Los métodos que emplea son exactos, pero incapaces de responder a las postreras preguntas” (Ortega y Gasset[2]).



[1] Ortega y Gasset: “Revés de almanaque”, en “El Espectador”, Vol. 8, O. C. Tº 2, p. 721.

[2] Ortega y Gasset: “Pleamar filosófica”. O. C. Tº 3, p. 345.

lunes, 14 de noviembre de 2022

ESTAMOS EN CRISIS PORQUE NO TENEMOS MUNDO FIRME QUE PISAR

 


“Mundo significa un orden unitario de las cosas (…) Es el ser de todas las cosas articulado en un ser universal. Mundo es orden, estructura, ley y comportamiento definido de las cosas; una absoluta variación no sería mundo” (Ortega y Gasset[1]).

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“(Hoy) nada es permanente: la razón se identifica con la sucesión y con la alteridad. La modernidad (…) se identifica con el cambio (…) No nos rige el principio de identidad ni sus enormes y monótonas tautologías, sino la alteridad y la contradicción, la crítica en sus vertiginosas manifestaciones. En el pasado, la crítica tenía por objeto llegar a la verdad; en la edad moderna, la verdad es crítica. El principio que funda a nuestro tiempo no es una verdad eterna, sino la verdad del cambio” (Octavio Paz[2]).

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“Este tipo de vida para el que vivir es insistir en lo recibido, es el tradicionalismo. Pero he aquí que en el Renacimiento, de pronto, vira sobre sí mismo el corazón europeo, y se invierte la actitud de los espíritus. Todas esas tradiciones, todo eso recibido empieza a aparecer insuficiente, infundado, torpe, absurdo. Las gentes comienzan a sentir que la vida solo tiene valor si lucha contra todo eso, si se libera de todo eso. Llevamos sobre todo tres siglos durante los cuales para las gentes vivir era libertarse de algo, de alguna tradición. Por tanto, llevamos tres siglos (…) de combate contra lo constituido como tal, contra la autoridad política, contra el dogma religioso, contra el escolasticismo científico, contra la norma poética (…) (Se ha impuesto un) sentido de la vida como un esfuerzo negador” (Ortega y Gasset[3]).



[1] Ortega y Gasset: “Unas lecciones de metafísica”, O. C. Tº 12, pp. 95-96.

[2] Octavio Paz: “Los hijos del limo”, paz-octavio-los-hijos-del-limo.pdf , p. 138.

[3] Ortega y Gasset: “En un banquete en su honor en ‘Pombo’”, O. C. Tº 6, p. 228.