martes, 31 de mayo de 2011

CULPA E INDIGNACIÓN NOS ACOMPAÑAN DESDE QUE NACIMOS

Vicente Javier y Gabriel: me he puesto a escribir algo para contestaros, pero como me enrollo como las persianas, al final he pensado que lo mejor es hacer un nuevo artículo con lo que se me va ocurriendo, tratando de poner orden en la moto acelerada que parece ahora mi cabeza a raíz de vuestros comentarios.

También yo pienso, Vicente Javier, que el sentimiento de indignación (ése sería uno de sus nombres posibles; otro, agresividad) nos acompaña desde que aparecimos como especie y como individuos. Y creo, Gabriel, que tenemos abierta por aquí una vía a través de la cual indagar en las motivaciones profundas de esa indignación social que puede desviarse hacia la venganza y el consiguiente enfrentamiento y disgregación social (reflexión ésta cuyo perímetro has ampliado cualitativamente con los ejemplos que añades referidos a Chile, tu país, de los que, al menos en lo que se refiere a la polémica por la construcción de las centrales hidroeléctricas en la Patagonia, algo se ha llegado a saber aquí). Así que propongo hacer una especie de arqueología del sentimiento de indignación. La cual empezaría haciéndonos excavar y bajar un escalón, hasta constatar que hay otro sentimiento, creo yo, aún más profundo y primordial que ése: el desasosiego o, más claramente dicho, la angustia, que podríamos considerar como el sentimiento original, del que todos los demás fueron surgiendo. De lo perturbador que, debido a que se realiza en su compañía, resulta el hecho de nacer, daba cuenta León Felipe, aquel poeta para el que vivir era estar condenado al exilio, en estos versos:

“Y me ha parecido siempre que el que nace, el que llega, llega como forzado...
que alguien lo empuja por detrás, que lo echan a puntapiés y puñetazos
de algún sitio, y le arrojan aquí... que por eso aparece llorando”
Unido a la angustia, enseguida irrumpe también otro sentimiento extraordinariamente peculiar: la nostalgia. “Peculiar”, porque de lo que sentimos nostalgia es de la Nada que dejamos atrás, es decir, de algo que nunca tuvimos (en todo caso fue ella la que nos tuvo a nosotros). El mismo León Felipe demostraba sufrir de esa añoranza inclasificable cuando, en un momento de desánimo (existencial, no ligado a una circunstancia concreta) escribía:

“Señor del Génesis y el Viento...
vuélveme al silencio y a la sombra,
al sueño sin retorno y a la Nada infinita...
No me despiertes más”
Job, el personaje bíblico, a punto de perder su proverbial paciencia, también sentía esa misma nostalgia. Decía:

“¿Por qué no quedé muerto desde el seno? ¿Por qué no expiré recién nacido? (...) Ahora dormiría tranquilo, y descansaría en paz”.

No es posible evitar ese desasosiego, esa angustia que viene incluida en el mismo pack del hecho de nacer y que nos hace sentir nostalgia de lo que perdimos al venir al mundo; con esa angustia lo único que podemos hacer es ponerla a producir. Pero como tal angustia es, sin embargo, poco manipulable; es un sentimiento inasible, difuso, es imposible hacerle producir. Así que, finalmente, viene a servir como caudal a dos sentimientos inmediatamente consecutivos, contrapuestos entre sí, a través de los cuales sí podemos transformarla en actividad productiva: el sentimiento de culpa (el Pecado Original de la religión católica), que nos hace sentirnos responsables de nuestro desasosiego, y el de agresividad o indignación, que, junto a su contrapunto, el miedo, nos encamina hacia la búsqueda de eventuales culpables externos de nuestra falta de paz.
Mientras que la angustia es un sentimiento centrípeto, condenado a la introversión, la culpa interior empuja de dentro a fuera, hasta convertirse en actividad reparadora: nos transformamos nosotros mismos a través de ella, para así lavar lo señalado por el sentimiento de culpa. Cioran decía: “En el fondo, ¿qué hace cada hombre? Se expía a sí mismo”. Aún era más descarnado cuando hablaba del Pecado Original (de la culpa que antecede a cualquier acción pecaminosa) de esta otra forma: “Esa necesidad de remordimientos que precede al Mal, mejor dicho, que lo crea...”. Porque, efectivamente, podríamos decir que buscamos el Mal en nuestro interior para poder repararlo, para mejorarnos… si conseguimos dar con algo en nosotros que cumpla la función de hacernos sentir, por fin, culpables, y así hacer entendible (y convertirlo en productivo) ese profundo desasosiego que nos acompaña. Casi resulta chistosa la manera en que Unamuno dialoga con Dios de la siguiente manera a propósito de este extraño sentimiento:

“Acepto este dolor por merecido,
mi culpa reconozco, pero dime,
dime, Señor, Señor de vida y muerte,
¿cuál es mi culpa?”
Bien, pues ése, el sentimiento de culpa, es uno de los dos en los que desemboca la angustia original, cuando el mal, el desasosiego que nos invade, sentimos que somos nosotros mismos quienes lo hemos originado. En el extremo, si no hay adecuación a la realidad objetiva, esa indomable ansia de culpa se transforma en delirio masoquista, en necesidad de cargar con cualquier mal que se ponga a tiro.

El otro sentimiento que viene a complementar a éste del que hemos hablado nos lleva, por el contrario, a buscar culpables en el ancho mundo exterior: las cosas que en él están mal, nos requieren, sentimos que nuestro malestar se debe a algún agente externo que con sus malas artes nos lo provoca. Así de peculiar también: sentimos que el mal habita en el mundo antes de ver alguna de sus manifestaciones concretas. Una fuerza ésta capaz de llevarnos a transformar constructivamente el mundo, pero también de desembocar en el delirio, esta vez persecutorio, si tampoco consigue adecuarse a la realidad objetiva.

Así que, de la misma forma que hay personalidades sesgadas hacia la autodestrucción masoquista, las hay asimismo inclinadas a pelearse con el mundo por principio. Éstas, seguro que no han perdido la ocasión de apuntarse a las concentraciones de esta última hora, las de la “Democracia Real Ya”, así como a las que tú, Gabriel, refieres de Chile, y, sin duda, todas con la pretensión de cumplir en tales movimientos un papel protagonista. Papel éste que, en el caso de España, no es ahora, en esta fase de debate y votación de propuestas, cuando más claramente se va a ver, aunque sí lo pueda ser a los ojos de personas vigilantes, que, por ejemplo, hayan advertido que una de las propuestas más debatidas (y aprobadas) es la de la supresión de la Ley de Partidos, el instrumento más eficaz que, mientras fue respetado, tuvo el Gobierno en sus manos para combatir al terrorismo y sus adláteres, que son el prototipo de posición extremista. Sin embargo, será en los momentos del paso a la acción, en los que toque defender (o, eventualmente, agredir con) esas propuestas debatidas y votadas, cuando tendrán su papel principal las actitudes antisistema. Porque ya ha asomado la de contraposición y falta de respeto a los cauces democráticos establecidos: lo hizo cuando los concentrados en las diversas plazas se negaron a acatar la legalidad que, Junta Electoral mediante, prohibía ese tipo de concentraciones en la jornada de reflexión y en el día de las votaciones para elegir representantes en los ayuntamientos y parlamentos regionales. Y es de temer que la virulencia aumente cuando lleguen los inevitables recortes económicos de todo tipo que el Gobierno tendrá que acometer en los próximos meses, porque, recordémoslo, vivimos en un país al borde de la quiebra, y, sin embargo, las propuestas de los “indignados” discurren hacia fórmulas intervencionistas y de gasto público cada vez más irreal.

Habrá que esperar a esas previsibles movilizaciones, en las que lo racional tiende a dejar la primacía en la dirección de los comportamientos a lo emocional, para comprobar si, efectivamente, los delirios persecutorios de los más extremistas consiguen contagiar al resto o, por el contrario, al menos algún sector de este movimiento, opta por articularse políticamente y conducir la indignación por dentro de los cauces democráticos… los de siempre, por cierto. Aquí nadie tiene que inventar la democracia; que haya políticos corruptos (además de ineptos) no invalida los cauces democráticos establecidos. En fin, que como decía Novalis, “el entusiasmo sin comprensión es inútil y peligroso”.

9 comentarios:

  1. Respeto a los cauces democráticos dices...Eso suena muy bien, es de alabar... pero...¿ que pasa cuando los cauces democráticos no respetan a la voluntad de la gente?. Cuando este "cauce democrático" hace que 303.246 personas que votan a un partido se vean representados por seis diputados y sin embargo 303.535 que votan a otro solo se vean compensados con uno. ¿Es eso justo? ¿Es eso democrático?. Yo estoy indignado y asqueado por un sistema que NO me respeta, que no me da la representatividad que obtengo por "sus cauces". No tengo sentimiento de culpa, tengo rabia, y apoyo a que este movimiento se hubiese mantenido el día de las elecciones, pues no pedían voto para ningún partido, pedían Justicia Social.
    ¿Es justo que dirigentes políticos acumulen cargos que luego no pueden atender?
    ¿Por que?
    ¿Como se dan esos cargos y en base a que cualidades?
    ¿Se dan a los más aptos o se dan a los más "amigos" del partido?.
    Tal vez es hora de poner a gente idónea para cada puesto, al margen de otras "cualidades".
    Es indecente, que muchos personajes políticos acumulen cargo tras cargo, cuando en los mismos partidos hay gente que pudiera dedicarse con más tiempo y energías a dichos cargos.
    No soy masoquista, sin embargo, si busco culpables, pues no es difícil encontrarlos hay muchos y muy variados. Lo peor, es que esta enfermedad puede ser contagiosa.
    La indignación bien pudiera ser el primer paso de la solución, pues si nos quedamos tan tranquilos esto no evolucionará y es urgente que lo haga. El Gobierno debe intervenir algunos mercados que se han mostrado totalmente ineficaces y destructivos para la clase trabajadora, para la clase media; que es el pilar de un país avanzado, es más, la cantidad de clase media es el termómetro de la riqueza real de un país. Por lo menos es lo que yo pienso...

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  2. (PUBLICO DOS COMENTARIOS SEGUIDOS, QUE LOS DE GOOGLE NO ME DEJAN ENROLLARME TANTO EN UNO SÓLO)
    Sí te veo “indignado”, Temujin. Son tiempos favorables a este tipo de emociones, no hay duda. Y para quienes hemos vivido con exasperación la desesperante pasividad de la población española frente al deterioro social y político que hemos sufrido en estos años (bastantes años, pero, sobre todo, durante las legislaturas de Zapatero, al que hasta ahora parecía perdonársele todo), esa indignación contaba, de antemano, con nuestra buena predisposición o positiva atención. Yo, a estas horas, he acumulado, sin embargo, suficientes sospechas como para ponerme a la defensiva frente a lo que supone este movimiento de “Democracia Real Ya”.

    La señal de alarma más intensa, en mi opinión, la ha activado, precisamente, esa actitud que les lleva a desdeñar el principio de legalidad. Tuve ocasión de ver escritas en carteles en la Puerta del Sol de Madrid frases muy significativas al respecto. Copié una, que supuestamente se correspondía con una cita de Martin Luther King, y que decía: “Como ciudadano de una sociedad democrática, ante una ley injusta tengo el deber y obligación de desobedecerla para que las leyes cambien”. ¿Y quién decide cuándo una ley es justa o injusta, Temujin? ¿Los individuos de uno en uno? ¿Los colectivos más o menos espontáneos que, puesto que la soberanía nacional no está en el Parlamento (como sostienen los de Democracia Real Ya), son depositarios alternativos de esa soberanía? Desde luego Bildu (ETA), está entusiasmada con este planteamiento.

    A mí, desde luego, hay muchas leyes que me parecen injustas. Por ejemplo (y frente a los de las plazas mayores, que por esto ni se inmutan), las que están permitiendo que un grupo terrorista, ETA, tenga acceso a nuestras instituciones (que ellos quieren dinamitar), que manejen cantidades ingentes del presupuesto del estado para ir socavando, precisamente, al estado, que ejerzan su coacción (¡qué no les pasará en los pueblos del Goyerri a los pobres concejales constitucionalistas cuando quieran simplemente asistir a los plenos de sus ayuntamientos!) desde las alcaldías y diputaciones forales… ¿Qué hago, ya que esa ley de la que hablo no me gusta? ¿Intento organizar un colectivo de confrontación con esa gente que quiere destruir mi nación y mi estado, ya que la fuerza pública y las demás instituciones no lo hacen? Yo creo que, como ocurrió en nuestra II República, la convivencia y la misma democracia se van al garete cuando se deja de respetar el principio de legalidad, cuando cada uno se siente llamado a desobedecer las leyes que no le gustan y a hacer lo que personal o grupalmente le parece bien.

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  3. Creo, por el contrario, que, cuando ocurre eso, que hay una ley que no nos gusta, como la Ley Electoral a la que te refieres, lo que hemos de hacer en última instancia es organizarnos en un partido político y tratar de condicionar la política general para que al final esa ley se cambie donde se tiene que cambiar: en el Parlamento; o si no, votar a quien proponga algo así. Algo que los de Democracia Real Ya no están haciendo, a pesar de que también están de acuerdo en el cambio de esa ley. Juntando sus silogismos, según ellos, habría que conformarse con… ¿desobedecerla? Por añadidura, tampoco obedecieron, efectivamente, la ley que prohibía concentraciones el día de las elecciones y el anterior. Yo temo que, como decía aquél, empiezas por matar a una ancianita y acabas incluso dejando de ir a Misa; en este caso, para saber dónde se acaba desobedeciendo las leyes (y el gobierno permitiendo esa desobediencia) no tenemos más que leer libros de historia de la Segunda República.

    Dejo en segundo plano el tema del intervencionismo en economía. Por ir a una propuesta límite de los de Democracia Real Ya, la nacionalización de la Banca (eso que los falangistas se pasaron toda la vida proponiéndolo): yo no creo que los funcionarios del estado sean mejores gestores económicos que la empresa privada; de hecho, las expresiones más puras del socialismo también han fracasado históricamente. El estado ha de tener principalmente, creo yo, una función reguladora en la economía, no de gestión. Otro día nos damos caña con esto.

    En suma, que, ciñéndonos a lo principal, yo creo que si cada uno cogemos nuestra indignación y la transformamos directamente en acción, se puede armar la de San Quintín, que, por si nos lee Gabriel, le diré que fue una batalla que en el siglo XVI nos enfrentó a los españoles con los franceses (ésa es otra: ¿qué coño pintábamos nosotros en San Quintín? ¡Hay tantas cosas de las que renegar o por las que indignarse…!).

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  4. Yo no hablo de intervenir a la "sovietica", sino más bien de regular. Un ejemplo practico quizás fuese lo que hizo EEUU para salir de la Gran Depresion, la ley Glass-Steagall separando la banca tradicional, de hipotecas, plazos fijos, etc, etc...de la banca especulativa. Esta ley se anuló en Europa en 1999 y fue una de las causas por las que estamos como estamos. Uno de los artífices de esta derogación fue un lobby del City Bank.¿Porque una ley que ha sido efectiva durante décadas se deroga?, no se trata de comunismo se trata de regular y de vigilar que catástrofes de este tipo no se repitan.
    Ocurre que ha manifestaciones de este tipo se suman algunas veces gente que ni se le espera, ni se les desea; los conocidos como "perroflautas", que quitan credibilidad a una acción ciudadana que merece la pena.
    Pero me gusta que la gente salga a la calle a EXIGIR sus derechos, su derecho a una vivienda digna, su derecho a un empleo, su derecho a no ser robado por múltiples administraciones públicas, su derecho a (por ejemplo) dar de baja una linea de teléfono en las mismas condiciones que la alta. Es hora de empezar a pensar en las personas y no verlas como meros números en estadísticas.
    El ejemplo de la II República, no se puede comparar con la actual, en aquella época se hizo la vista gorda a auténticos crímenes, se asaltaron Iglesias y conventos y se asesinaron a maestros de escuela por el simple hecho de ser religiosos...No soy católico, no he bautizado a mis hijos, pero hay que respetar las creencias de los otros.Esa fue un época desafortunada en la Historia de España.

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  5. Respecto a Bildu, a Sabino Arana y demás gentuza me callo, pues me alteran el animo. Pues tan peligroso es el partido de Sabino como Bildu, yo diría que más aun; aunque, eso solo ya daría para toda una noche...
    Un saludo.

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  6. Vicente Javier-F3 de junio de 2011, 9:46

    Hola, Javier: gracias por tu respuesta en forma de nuevo artículo, como siempre sesudo, analítico, denso... Por mi parte, te voy a enviar unas palabras que súncitamente hablan de la existencia. Se trata de un apartado que introduje en mi propio blog (también en Google)y que nos pone en el ya comentado accidente de nacer, sin saber que la indignación sera en gran parte nuestra guía. Prosigo:

    RECORRIDOS DEL HOMBRE

    Partimos del líquido ingrávido donde soñamos mientras escuchamos el latido de nuestra madre. Salimos gritando pidiendo atención. El aire ya es vida y la vida es más. La inocencia nos arrastrará por el aprendizaje trastabilado. La seriedad nos habrá hecho ya olvidar los sonidos y la ingravidez del útero donde nos formamos. La formación y el transcurrir nos sacarán grietas y arrugas de belleza y de dureza. El devenir era ello.

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  7. No puedo discutirte asuntos de economía concreta, Temujin (iba a decir “asuntos del mundo real”, pero en el último momento he pillado una dosis suficiente de autoestima que pasaba por ahí y me he venido arriba). Sin embargo – y mientras pienso que estoy seguro de que no nos costaría demasiado a ti y a mí ponernos más o menos de acuerdo en todas estas cosas–, tengo un método que aplicar cuando se llega a este punto en el que uno no es capaz de valorar los datos más concretos, y que consiste en ascender hacia los principios, hasta encontrar uno que sirva de sustento suficiente para tomar partido incluso respecto de esas cosas demasiado concretas que no se entienden. Ejemplo: a priori, no sé qué política económica concreta es la mejor; así que asciendo a ese nivel de los principios en el que tengo suficientemente descubierto que la revolución que, desde el Renacimiento hacia acá, hizo aflorar a esa entidad vigorosísima que llamamos “individuo”, ha conseguido transformar abrumadoramente y para bien (también hay ramales de ese descubrimiento en que para mal, pero ahora los evitaré) el mundo, mientras que los movimientos colectivistas (socialistas, nacionalistas tribales…) han venido a ser de índole reaccionaria frente a esa otra línea directriz de la historia cuya punta de lanza ha sido el individuo. Y desde ahí, voy y me atrevo a sacar deducciones: me parecerán preferibles en principio las políticas económicas que se fundamenten en una interpretación de las cosas que tienda a favorecer la iniciativa privada, y sospecharé de las que desconfíen del individuo por principio y más o menos digan, como Marx, que la historia la hacen las masas (ya tenemos experiencia histórica, efectivamente, de su fracaso). Y a partir de ahí vienen los matices: que si hay individuos sin escrúpulos que se enriquecen con malas artes y el estado tiene que embridarles, que si hay zonas de la economía que no quiere asumir la iniciativa privada y entonces ha de estar ahí el estado cubriendo huecos… Pero en fin, para algo le tienen que servir a uno los principios.

    Y bien, estoy contigo en que es importante que la gente rompa esa costra de sumisión que la tiene agarrotada; pero soy menos optimista que tú respecto de las formas de cristalizar su indignación que van asomando en los del movimiento 15-M. Vienen tiempos de restricciones y me temo que esta gente será carne de cañón para quienes pretendan movilizar más o menos violentamente a las masas en contra de esas (inevitables) restricciones. Y andamos como para que esta crisis se dirima en las calles… En fin, ya iremos viendo.

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  8. Hola Vicente Javier. Ante todo, muchas gracias por acoplarte como seguidor a esta chabolilla que tengo montada. Como ya sabes, el mundo es un pañuelo, y en cuanto he entrado en tu recomendable blog (estupendo para calmar el diapasón que por estos otros andurriales tiende a alterarse o a espesar sus tonos), he sentido el dejà vu, porque he reparado en que ya había pasado por allí, guiado por los consejos de una buena amiga que tenemos a medias.

    No vendrá mal que colaboremos poetas y filósofos (estoy pretencioso y yo me apunto con cierto descaro a este último gremio) para desentrañar las claves de ese momento tan crucial que un psicoanalista muy interesante, Otto Rank, llamaba “trauma del nacimiento”. Iba a decir que todo empieza ahí, pero he reparado en que no era lo más lúcido que se me ha ocurrido últimamente. Quiero decir que, desde luego, todo en nuestra vida tiene alguna referencia a ese momento. Creo que toda la vida no es sino una metáfora permanentemente ampliada del gramo de literalidad que somos al nacer.

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  9. Hola, Javier: gracias por tu reconocimiento. He penetrado como seguidor en tu blog -obviamente- por decisión propia, amén de la estupenda amiga en común que tenemos. Creo que para desenvolverme con algo de pericia por el mundo lo que mejor puedo hacer es aprender (como aspiración vital tengo la de ser buena persona, aunque todos tengamos algo de bueno y de malo en nuestro interior). Leyéndote, estoy seguro de que avanzaré en el aprendizaje, dada tu gran erudición y sapiencia.
    Por no repetir la manida sentencia de Sócrates de " Yo no sé...", añadiría que cuanto más cosas creo saber, más me doy cuenta de todo lo que ignoro. De ahí que afine en el aprendizaje, y como intento propio me líe con la cadencia, el ritmo o la eufonía en las palabras, amén de buscar la belleza (que como decía, y, supongo seguirá diciendo, Ramón Trecet: "es lo único que merece la pena en este (...) mundo).
    Y busco la belleza (en parte es lo que intento mostrar en el blog) a pesar de que el contenido en los versos suela reincidir en la dureza de lo existencial, o en la soledad de la búsqueda, o en lo apabullante del mirar hacia arriba o hacia el interior de uno mismo, etc.
    Lo dicho: gracias, y nos seguiremos leyendo y ¿entendiendo?

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