domingo, 26 de diciembre de 2021

LA VIDA CONSISTE EN LA LUCHA POR SUPERAR NUESTRA INSIGNIFICANCIA DE PARTIDA

 


  “¿Sois feos? ¡Bien, hermanos míos! ¡Envolveos en lo sublime, que es el manto de lo feo!” (Friedrich Nietzsche[1]).

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      «Mi camino de terrores me ha llevado al más feliz logro» (Goethe en el “Fausto”[2]).

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      “Todos estamos anhelando alcanzar un objetivo en el futuro mediante cuyos logros nos sentiremos fuertes, superiores y completos (…) Como quiera que se la llame, siempre encontraremos en los seres humanos esta gran línea de actividad: la lucha por ascender de una posición inferior a una posición superior, de la derrota a la victoria, del abajo al arriba. Comienza en nuestra primera niñez; continúa hasta el final de nuestra vida” (Alfred Adler[3]).

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     “Algunos grupos de escritores europeos (los existencialistas) (…) pretenden hoy retrotraer al hombre a la nada y dejarlo en ella instalado (…) No es la manera de combatir y superar ese nihilismo (…), apartar utópica e ingenuamente la mirada de las limitaciones y negatividades humanas. A mi juicio, hay que proceder inversamente: (…) en vez de ocultar las negatividades actuales y sobre todo las que son de todos los tiempos por ser constitutivas del hombre —lo cual sería aceptar el método del avestruz—, pienso que debemos ponerlas de manifiesto, acusarlas, definirlas enérgicamente, porque si hacemos esto veremos que al hacerlo las negatividades se nos convierten en positividades. Esto es lo que ha hecho siempre el hombre (…) Y aquí tienen ustedes la gran tarea goethiana en que, a mi juicio, comienza a entrar Europa: la construcción de una civilización que parta expresa y formalmente de las negatividades humanas, de sus inexorables limitaciones y en ellas se apoye para existir con plenitud” (Ortega y Gasset[4]).



[1] Friedrich Nietzsche: “Así habló Zaratustra”, Madrid, Alianza, 1981, pág. 80.

[2] Citado por Ortega y Gasset en “Sobre un Goethe bicentenario”, O. C. Tº 9, p. 566.

 

[3] Alfred Adler: “El sentido de la vida”, Madrid, Espasa Calpe, 1975, p.160.

[4] Ortega y Gasset en “Sobre un Goethe bicentenario”, O. C. Tº 9, pp. 566 a 568.


sábado, 25 de diciembre de 2021

¿Quién soy yo? ¿Qué será de mí? Las respuestas que da la filosofía


 

     La vida es algo fluido, cambiante, nada en ella es definitivo. Y sin embargo, nos es imprescindible tener una identidad, sentir que mañana seguirá habiendo alguien al que poder llamar yo. Por no tener una identidad clara, por no saber con suficiencia quién es, el hombre actual vive en persistente desasosiego. Dice Ortega: “El repertorio con que hoy cuenta el hombre para vivir (…) es incomparablemente superior al que nunca ha gozado (…) y, sin embargo, la desazón es enorme, y es que el hombre actual no sabe qué ser, le falta imaginación para inventar el argumento de su propia vida”.

martes, 21 de diciembre de 2021

LA VIDA HUMANA SE SOSTIENE SOBRE LA ESPERANZA… DE LO QUE PUEDE QUE NUNCA LLEGUE

 

Tommy Ingberg (de la serie “Solitario”)

 El hombre es creador porque inventa lo que no existe en la realidad, lo que en ella echa en falta. A veces anticipa con sus creaciones imaginarias lo que acabará existiendo. Pero lo decisivo para que la vida pueda fluir es echarlas de menos, desearlas, imaginarlas, no que existan.

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 “Quien espera siempre lo mejor, envejece pronto con las decepciones de la vida; y quien siempre teme lo peor, se gasta en seguida; pero el que tiene fe, ése conserva una eterna juventud” (Sören Kierkegaard[1]).

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     “Porque ya estamos salvados, aunque sólo en esperanza; y es claro que la esperanza que se ve no es propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que tiene ante los ojos?” (San Pablo[2]).

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     “Creer en que (Dios) existe es confiar en Él y tener en Él esperanza; es la diferencia que ya troquelaba San Agustín cuando distinguía entre creer que hay Dios y creer a Dios. Y es muy posible que la única manera que tiene el hombre para poder creer de verdad en que Dios existe es, antes de creer esto, creerle a Él, confiar en Él, aun todavía para uno inexistente. Esta extraña combinación es la auténtica fe” (Ortega y Gasset[3]).

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      “La fe es la actitud que corresponde al futuro; es el modo de tratar con él; de abrirle paso. Las raíces habrían de tenerla de la flor, si la planta realizara su esfuerzo conscientemente” (María Zambrano[4]).

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“Todas las creencias y también las ideas, que se refieren al orden del mundo, la figura de la realidad, están sostenidas por la esperanza” (María Zambrano[5]).



[1] Sören Kierkegaard: “Temor y temblor. Diario de un seductor”, Madrid, Guadarrama, 1976, pp. 26-27.

[2] San Pablo: Carta a los Romanos, cap. 6, vers. 24.

[3] Ortega y Gasset: “Una interpretación de la historia universal”, O. C. Tº 9, p. 104.

[4] María Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 160.

[5] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 95.

¿Cómo se accede a la verdad? Conjugando paradojas


 Conjugar paradojas equivale a saber navegar en un mar de dudas… y a pesar de todo saber lo que en cada momento procede elegir

viernes, 17 de diciembre de 2021

LAS RAÍCES METAFÍSICAS DEL SENTIMIENTO DE CULPA

 


   Ortega recomendaba: “En vez de derramar llanto sobre nuestras limitaciones, debemos utilizarlas como saltos de agua para nuestro beneficio”[1]. No es hablar por hablar: la vida consiste en eso, en aprovechar la energía que brota de nuestra vitalidad de una forma que, si no encontramos para ella un destino productivo, se convertirá en lo que Jung llamaba nuestra “sombra”, y nos perseguirá atormentándonos y alimentando nuestros trastornos psíquicos.

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     No es un asunto fácil de despachar este de la culpa del que trataba la publicación anterior. Se suele achacar a la educación recibida, pero se trata, sin duda, de algo más profundo. Es un asunto que tendemos a vivir de manera diferente hombres y mujeres. Tiene que ver con lo que en psicología se llama “locus de control”, el ámbito en el que se sitúa la responsabilidad por lo que pasa: los hombres tendemos a achacarla a factores externos, es decir, que sentimos que el culpable es el mundo, y, consiguientemente, nuestro empeño se dirige más a cambiar el mundo. Las mujeres tienden a responsabilizarse ellas mismas de lo que pasa, se sienten más preferentemente culpables en primera persona, y más que con el mundo entran en conflicto consigo mismas. En correspondencia, los índices de afectación por trastorno varían también: en el extremo, los hombres somos más propensos a la esquizofrenia y las mujeres a la depresión (son datos contrastados estadísticamente).

   En fin, que estamos hablando de predisposiciones innatas, que no se pueden contravenir; todo lo más, buscar cómo conducirlas. Y podemos encontrar ayuda a la hora de llevar a cabo esta tarea en cosas como esta que dice Viktor E. Frankl: “El hombre está siempre orientado y ordenado a algo que no es él mismo; ya sea un sentido que ha de cumplir ya sea otro ser humano con el que se encuentra. En una u otra forma, el hecho de ser hombre apunta siempre más allá de uno mismo, y esta trascendencia constituye la esencia de la existencia humana[2]. O sea, que la manera de conducir esa predisposición culpabilizadora para amortiguar su mordedura es hacerla productiva: o bien a través de la entrega a otras personas o bien de la entrega a una tarea. Por eso, Frankl, en su psicoterapia, entendía que cuando las cosas llegan al extremo de sufrir una neurosis, proponía enfrentarla de esta manera: “(En la terapia de la neurosis) lo que importa es la entrega a una tarea, quiero decir, a una tarea personal y concreta que debe ir perfilándose y aclarándose en el decurso del correspondiente análisis existencial[3]. Por ahí vendría el genuino “psicofármaco” con el que contrarrestar el metafísico sentimiento de culpa.



[1] Ortega y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7, p. 231.

[3] Viktor E. Frankl: “Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia”, Barcelona, Herder, 1980, p. 53.


martes, 14 de diciembre de 2021

¿SERÁ VERDAD LO DEL PECADO ORIGINAL?

 

Gustavo Doré: "La expulsión del Paraíso"

“Acepto este dolor por merecido,

mi culpa reconozco, pero dime,

dime, Señor, Señor de vida y muerte,

¿cuál es mi culpa?”

(Miguel de Unamuno[1]).

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   “El remordimiento metafísico es una turbación sin causa, una inquietud ética en el límite de la vida. No tienes culpa alguna de la que arrepentirte y sin embargo sientes remordimientos. No te acuerdas de nada, pero te invade un sentimiento infinitamente doloroso del pasado. No has hecho nada malo, pero te sientes responsable de los males del universo” (Emil M. Cioran[2]).

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    “Cuando (mi propio ser) me sale al encuentro (…) el sentimiento de culpa es inevitable y puede ser aplastante” (María Zambrano[3]).

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     “Esa necesidad de remordimientos que precede al Mal, mejor dicho, que lo crea...” (E. M. Cioran[4]).

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   “No hay más que un signo que testimonie que se ha comprendido todo: llorar sin motivo” (Cioran[5]).



[1] Miguel de Unamuno: “Poesía Completa (1)”, Madrid, Alianza, p. 120.

[2] E. M. Cioran: “El ocaso del pensamiento”, Barcelona, Tusquets, 2000, p. 13.

[3] María Zambrano: “Persona y democracia”, Siruela, 1996, p. 22.

[4] Cioran: “Silogismos de la amargura”, Barcelona, Tusquets, 1997,  p. 40.

[5] Cioran: “El aciago demiurgo”. Taurus. Madrid. 1982. p. 133


domingo, 12 de diciembre de 2021

GENIALIDAD Y LOCURA: EL CASO DE DAVID HUME


 

El pensador lo que hace muchas veces es exponer en clave filosófica lo que no son sino racionalizaciones de sus procesos psicológicos, incluidas sus perturbaciones mentales. David Hume es un claro ejemplo de ello: su depresión de base encontró una justificación intelectual en su filosofía.

viernes, 10 de diciembre de 2021

¿ERA ORTEGA IDEALISTA?

 


Así podría parecerlo, a la vista de las citas de la publicación de esta tarde. Pero no solo no es así, sino que precisamente Ortega entendió que la superación del idealismo era el gran tema de nuestro tiempo… y que, si no se llevaba a cabo esa superación, lo que nos espera puede resultar catastrófico. Aunque se puede entender que se confunda su filosofía con el idealismo, puesto que las fronteras resultan sutiles, me parece urgente mostrar las diferencias. Es lo que voy a intentar:

El idealismo, Kant, sostiene que la realidad es una construcción del sujeto, es lo que la mente del sujeto decide que sea. Ortega, por el contrario, dice que la realidad se nos muestra en diferentes (infinitas) perspectivas, pero está ahí afuera, es real. Lo que pasa es que llega hasta nosotros a través del punto de vista desde el cual la observamos. Por ejemplo, la "montaña" que (eventualmente) tenemos ante nosotros ha necesitado para configurarse de nuestra intervención: hemos conjuntado árboles, piedras, relieves, alturas, animales que la habitan... hasta crear el concepto "montaña". Pero ella no es una mera construcción nuestra (¡y en entenderlo nos jugamos mucho: nos estamos jugando que este mundo posmoderno termine, por fin, de desaparecer y dejar paso al nuevo mundo que, desde el subsuelo, está intentando asomar!). La montaña existe, es real… pero se nos ofrece a quienes desde nuestra actual cultura y maneras de entender la observamos bajo la forma de “montaña”. Un prehistórico, quizás, la viera como un lugar sagrado, no como un fenómeno geológico-botánico-zoológico… que es como se aparece a nuestro punto de vista. Lo cual no quiere decir, como piensa el posmoderno, que, puesto que cada cual la ve de una forma diferente, no exista la realidad. ¡Existe!, pero se muestra a cada cual según su punto de vista, todos ellos válidos, aunque parciales. Todos tenemos que añadir a lo que hay ahí afuera nuestra interpretación, nuestra particular manera de conjuntar elementos. Para existir (para existir a los ojos de cada cual), la realidad espera a que la demos una forma. Y es que la realidad, la circunstancia, es “la circunstancia y yo”.


EL HOMBRE, ANIMAL FANTÁSTICO

 

Robert Gonsalves

     La realidad no la constituye la materia, los objetos o los hechos desnudos. Para que estos lleguen a configurarse como realidad necesitan de la aportación de nuestras ideas, que los interpretan y dan su forma. La realidad, para ser, necesita de nuestra fantasía.

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   “La realidad no es dato, algo dado, regalado –sino que es construcción que el hombre hace con el material dado” (Ortega y Gasset[1]).

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     “Los hechos no son nunca ciencia, sino empiria. La ciencia es teoría, y ésta consiste precisamente en una famosa guerra contra los hechos, en un esfuerzo para lograr que los hechos dejen de ser simples hechos, encerrados cada uno dentro de sí mismo, aislado de los demás, abrupto. El hecho es lo irracional, lo ininteligible. La mente siente una extraña angustia y como asfixia ante el mero hecho que la obliga a reaccionar movilizando sus funciones conectivas” (Ortega y Gasset[2]).

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    “Las ideas, en cuanto merecen este exigente nombre de ideas, no son nunca mera recepción de presuntas realidades, sino que son construcciones de posibilidades; por tanto, puras imaginaciones nuestras o ideas puras, según averiguó hace veinticuatro siglos, de una vez para siempre, Platón de Atenas, hijo de Aristón; averiguación que, a mi entender, es, sin comparación posible con ningún otro, el descubrimiento más sublime y eficaz que se ha hecho hasta ahora en el planeta que habitamos y que hoy más que nunca constituye el alfa y omega de todo ejercicio científico” (Ortega y Gasset[3]).



[1] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”, O. C. Tº 5, p. 16

[2] Ortega y Gasset: “Prólogo a la “Introducción a las Ciencias del Espíritu” por Wilhelm Dilthey”, O. C. Tº 7, p. 67.

[3] Ortega y Gasset: “Una interpretación de la Historia Universal”, O. C. Tº 9, p. 184.


martes, 7 de diciembre de 2021

SER YO… INCLUSO A PESAR DE MÍ MISMO

 

M. C. Escher-"Mano con esfera reflectante"

Ortega dice que somos libres de seguir o no las indicaciones de lo que nuestro yo auténtico nos plantea como necesario; somos libres, pues, para ser lo que estamos obligados a ser si queremos ser auténticos, y de lo cual nuestra vocación, nuestra voz interior, nos avisa.

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“Toda vida incluye un argumento. Y este argumento consiste en que algo en nosotros pugna por realizarse y choca con el contorno a fin de que éste le deje ser. Las vicisitudes que esto trae consigo constituyen una vida humana. Aquel algo es lo que cada cual nombra cuando dice a toda hora: Yo (…) nuestro yo no es sino esa reclamación —la pretensión incoercible de un cierto existir (…) Nuestro yo es en cada instante lo que sentimos «tener que ser» en el siguiente y tras éste en una perspectiva temporal más o menos larga. No es, por tanto, el yo ni una cosa material ni una cosa espiritual: no es cosa ninguna, sino una tarea, un proyecto de existencia. Esa tarea, ese proyecto, no los hemos adoptado con deliberación ni albedrío: a cada cual le es impuesto su yo en el momento mismo en que es yo. Esto no quiere decir que no haya en el hombre un mecanismo llamado «voluntad» capaz de negarse a que ese yo que él verdaderamente es, se realice, Pero entonces precisamente es cuando se ve más clara la terrible realidad que es nuestro yo. Porque al negarnos a realizarlo no por eso deja de imponérsenos y de sostener su permanente reclamación, su exigencia de ser. Por muy respetables razones que muevan al hombre alguna vez a oponerse a su yo y negarlo, el resultado es que esta resolución le deja dilacerado y su existencia es un tormento —la constante estrangulación de sí mismo. El yo es, pues, lo más irrevocable en nosotros” (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Goya”, O. C. Tº 7, pp. 548-549.


domingo, 5 de diciembre de 2021

Las ideas claras bloquean el paso a nuevas ideas


 A la hora de avanzar en el conocimiento, la duda es más recomendable que la certidumbre.

jueves, 2 de diciembre de 2021

LA INTELIGENCIA… Y LA ELEGANCIA CONSISTEN EN ELEGIR BIEN

 


   “El capricho es hacer cualquiera cosa entre las muchas que se pueden hacer. A él se opone el acto y hábito de elegir, entre las muchas cosas que se pueden hacer, precisamente aquella que reclama ser hecha. A ese acto y hábito del recto elegir llamaban los latinos primero eligentia y luego elegantia. Es, tal vez, de este vocablo del que viene nuestra palabra int-eligencia. De todas suertes, Elegancia debía ser el nombre que diéramos a lo que torpemente llamamos Etica, ya que es esta el arte de elegir la mejor conducta, la ciencia del quehacer. El hecho de que la voz elegancia sea una de las que más irritan hoy en el planeta es su mejor recomendación. Elegante es el hombre que ni hace ni dice cualquier cosa, sino que hace lo que hay que hacer y dice lo que hay que decir” (Ortega y Gasset[1]).

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    “Esa vida que nos es dada, nos es dada vacía y el hombre tiene que írsela llenando, ocupándola. Son esto nuestras ocupaciones. Esto no acontece con la piedra, la planta, el animal. A ellos les es dado su ser ya prefijado y resuelto (…) Al hombre le es dada la forzosidad de tener que estar haciendo siempre algo, so pena de sucumbir, mas no le es, de antemano y de una vez para siempre, presente lo que tiene que hacer (…) No tenemos más remedio que elegir y, por tanto, ejercitar nuestra libertad. La circunstancia —repito—, el aquí y ahora dentro de los cuales estamos inexorablemente inscritos y prisioneros, no nos impone en cada instante una única acción o hacer, sino varios posibles y nos deja cruelmente entregados a nuestra iniciativa e inspiración; por tanto, a nuestra responsabilidad” (Ortega y Gasset)[2].



[1] Ortega y Gasset: “Origen y epílogo de la filosofía”, O. C. Tº 9, pp. 349-350.


miércoles, 1 de diciembre de 2021

¿ES POSIBLE LA FELICIDAD? QUÉ RESPUESTA DA LA FILOSOFÍA


 

     No existe ningún deseo, ningún objetivo en la vida cuya realización garantice que lograremos alcanzar la felicidad. Y sin embargo, y a la vez, llegar a ser felices es para los hombres una aspiración irrenunciable. En el vídeo se intenta aportar claves que nos ayuden a conjugar esta paradoja.


domingo, 28 de noviembre de 2021

EN LA EDAD MEDIA, LA VIDA ERA INSEGURA, PERO LA FORMA DE VIDA ESTABA TOTALMENTE ESTRUCTURADA, ERA SEGURA. HOY OCURRE TODO LO CONTRARIO

 

    Tal idea sobre lo que significó la Edad Media la dejó así transcrita Julián Marías. Cito a tres autores que vienen a ratificarla:

     Erich Fromm hablando precisamente de la Edad Media: “La vida personal, económica y social se hallaba dominada por reglas y obligaciones a las que prácticamente no escapaba esfera alguna de actividad”[1].

  Jacob Burckhardt (el primero en denominar “Renacimiento” al ídem): “El hombre se reconocía a sí mismo solo como raza, pueblo, partido, corporación, familia u otra forma cualquiera de lo general”[2].

      Y el mismo Ortega y Gasset: “En el siglo XIV el hombre desaparece bajo su función social. Todo es sindicatos o gremios, corporaciones, estados. Todo el mundo lleva hasta en la indumentaria el uniforme de su oficio. Todo es forma convencional, estatuida, fija; todo es ritual infinitamente complicado”[3]. Está hablando Ortega del siglo XIV, precisamente el siglo, entre otras cosas, de la Peste Negra, que acabó con un tercio de la población de Europa. Es decir, que la vida no podía ser más insegura; pero la forma de vida era absolutamente segura, petrificada incluso. Casi lo contrario, en los dos sentidos, de lo que ocurre ahora: nunca hemos tenido más facilidades y seguridades para hacer la vida, pero la inquietud, zozobra, angustia, descontento… y el consumo de ansiolíticos dan fe de que la forma de vida está llena de incertidumbres y de ausencia de suelo firme sobre el que discurrir.



[1] Erich Fromm: “El miedo a la libertad”, Barcelona, Paidós, 2006, p. 62.

[2] Jacob Burckhardt: “La cultura del Renacimiento en Italia”, Madrid, Edaf, 1996, p. 105.

[3] José Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”, en O. C. Tº 5, Madrid, Alianza, 1983, p. 79.

sábado, 27 de noviembre de 2021

POR QUÉ SOLO NOS ES SEGURA LA INSEGURIDAD

 


     Para orientarnos en la vida necesitamos organizar la realidad, someterla a estructura, reducirla a lo que de ella quepa en nuestros conceptos. Pero una vez acomodados en la visión de lo real que tales conceptos nos permiten, esa instalación en ellos nos impide conocer todo lo que de la realidad desborda de esos conceptos o ideas. Esa insuficiencia avisa de que tarde o temprano nuestra forma de organizar la realidad entrará en crisis y habremos de buscar nuevas perspectivas que incorporen aspectos de las cosas que antes quedaron desatendidos.

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     “La inteligencia (…) reacciona ante una realidad creando un esquema, lo que solemos llamar una «idea» o concepto; la idea queda encapsulada en un nombre. La mayor parte de nuestros compañeros de especie, cuando tienen el nombre de algo, con su idea inclusa, se vuelven incapaces de ver ya este algo, es decir, la realidad que nombran e idean. Nombre e idea se interponen entre las cosas y nosotros como una pantalla opaca. Es curioso que las ideas, hechas para facilitarnos la clara percepción de las realidades, sirven a muchos hombres para todo lo contrario: para espantar las realidades, para defenderse de su visión adecuada. Van como sonámbulos por la vida, reclusos dentro del dermato-esqueleto de sus ideas, de sus «lugares comunes»” (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Meditación de Europa”, O. C. Tº 9, p. 296.


jueves, 25 de noviembre de 2021

TODO LO ESPECÍFICAMENTE HUMANO HA NACIDO, SEGÚN ORTEGA Y GASSET, DEL JUEGO


 

   El esfuerzo humano que hizo nacer la cultura, dice Ortega, es “un esfuerzo que, en oposición al trabajo, no nos es impuesto, ni es utilitario ni es remunerado, sino un esfuerzo espontáneo, lujoso, que hacemos por gusto de hacerlo, que se complace en sí mismo”


POR QUÉ ORTEGA TUVO QUE CORTAR SU CORDÓN UMBILICAL CON KANT

 


Ortega se crio filosóficamente en Alemania a los pechos de maestros neokantianos a los que siempre mostró gran respeto intelectual, igual que al mismo Kant, que es el principal referente filosófico de toda la generación de intelectuales que en Occidente han merecido la pena desde que él asomó en ese panorama.

Tuvo que hacer Ortega un gran trabajo intelectual para desprenderse de la filosofía kantiana, porque esta dejó abiertas vías intelectuales por las que han podido discurrir pensadores tan distantes, incluso opuestos, a Ortega como, por ejemplo, Foucault. Si la realidad a la que los hombres tenemos acceso no es tal realidad, sino una mera construcción, como dice Kant, Foucault podrá venir diciendo que, efectivamente eso es la realidad, toda realidad: una construcción, y que, por tanto, todas las construcciones posibles valen lo mismo. En suma, que la realidad no existe, que es lo que cada sujeto decida que es.

Para Ortega, por el contrario, la realidad sí que existe, no es algo que arbitrariamente podamos decidir lo que haya de ser. Es cierto que la realidad se ofrece en perspectivas diferentes a cada individuo: uno puede vivir al norte de una montaña y su perspectiva sobre ella será diferente de la de otro observador que la mire desde el sur. Pero la montaña no es una “construcción” del o de los sujetos. La circunstancia impone unos límites a lo que yo puedo ver y decidir hacer con ella. Incluso Ortega insiste mucho en el “destino”, que es el resultado de acoplar mi vocación (mi capacidad “constructiva”, podríamos decir) a mi circunstancia. La circunstancia (y, por tanto, el destino) no se elige ni se inventa, nos viene dada, más aún, impuesta. De Foucault, por ejemplo, ha salido la ideología queer, que supone que se puede elegir entre múltiples opciones a la hora de decidir el “género” al que pertenecer. Ortega entiende que la circunstancia, y aquí en concreto la circunstancia biológica, impone unos límites y se es hombre o mujer más allá de lo que uno decida.

Ortega, pues, desató a Kant de sus ligaduras con el idealismo. Decía de vez en cuando: “¡Salvémonos en las cosas!” (“¡Argentinos, a las cosas!”, en versión particularizada). Las cosas no son una mera construcción del sujeto: nos imponen límites, es algo con lo que, al contrario de lo que dice el idealismo, tenemos que contar. Y Ortega dijo que la superación del idealismo era “el tema de nuestro tiempo”. Porque (algunos lo vemos así) los epígonos del idealismo nos pueden llevar a la catástrofe.


lunes, 22 de noviembre de 2021

¿LA REALIDAD ES NEUTRAL? ¿QUÉ DIFERENCIA LA REALIDAD SEGÚN LA VE UN ESQUIZOFRÉNICO DE LA QUE VE UNA PERSONA “NORMAL”?

 


   Aparentemente la realidad debería de ser neutral (objetiva): Kant, por ejemplo, llama “noúmeno” a la realidad en sí, la que es independiente del sujeto que la observa y, por tanto, neutra respecto de cualquiera que la observe. Dice también que esa realidad en sí no nos es accesible, que lo que llegamos a ver de ella es lo que llama “fenómeno”, que es el “noúmeno” una vez filtrado por nuestras categorías, por nuestra capacidad de ordenar eso que, desprovisto de esas categorías nos aparecería como un “caos de sensaciones”. Por tanto, el “fenómeno” sería una producción del sujeto, un añadido “irreal” al “noúmeno”, a la realidad en sí.

     Ortega, sin embargo, vino a trastocar (a superar) esa visión kantiana, y elevó a la consideración de realidad también a eso que aportaba el sujeto, el punto de vista desde el que cada sujeto percibía esa supuesta “realidad en sí”. Cada sujeto percibía una parte de la realidad… pero esa parte era real, de manera que la realidad total, la realidad completa estaría hecha por la conjunción de todos los puntos de vista posibles… lo cual solo estaría al alcance, supuestamente, de Dios. La realidad, por tanto, se nos aparece a cada cual según sea nuestro punto de vista, y en ese punto de vista van incluidos no solo las categorías de las que hablaba Kant (relación causal, temporalidad, sustancia, calidad, cantidad…) sino también nuestro aprendizaje previo, nuestras emociones, nuestro proyecto de vida. “La” realidad, por tanto, solo me es accesible como “mi” realidad, la realidad que a mí me rodea, es decir, mi circunstancia. En suma: mi circunstancia es “mi-circunstancia-y-yo”.

     El problema entonces es cómo diferenciar la realidad tal y como la percibe una persona digamos que normal de aquella que percibe, por ejemplo, un esquizofrénico (por acercarnos al tema del vídeo de la publicación inmediatamente anterior), incluidos sus delirios y alucinaciones. ¿No deberíamos, a la luz de la filosofía de Ortega, considerar tan real la realidad de quien tiene una mente “sana” como la de quien padece esquizofrenia, que, al fin y al cabo, lo que hace es intentar conciliar los distintos aspectos de la realidad según se van incorporando a su perspectiva? ¿No son, al fin y al cabo, distintos puntos de vista sobre “la” realidad, tan dignos de consideración el uno como el otro? En suma, ¿qué es verdad y qué no lo es?

     ¡Complejísimo tema! Pero a fin de cuentas va a resultar que esos diferentes puntos de vista sobre la realidad sí admiten jerarquías: unos empujan la vida hacia delante más que otros. Nietzsche llamaba a esa cualidad diferenciadora “voluntad de poder”. Desde luego, no hablaba de poder político o facultad de imponer nuestra voluntad a otros, sino, en lo sustancial, de eso que he llamado “empujar la vida”. Un esquizofrénico, en resumidas cuentas, es alguien que dejó interrumpida su vida en perspectivas que agarrotan la marcha de la vida. En el extremo, desde su perspectiva, solo se vería el “caos de sensaciones” de que hablaba Kant. Ortega llama a esa cualidad diferenciadora entre perspectivas, por ejemplo, “sensibilidad para el más allá”, la cual supone dos cosas: “una, fe en la vida al esperar que la porción ignorada de ella es mayor y mejor que la ya sabida; otra, fuerza creciente en la persona, porque el horizonte no se amplía nunca o casi nunca por sí mismo, sino que lo ensanchamos empujándolo con los codos de nuestra alma, que para ello necesita dilatarse, rebosar hoy su volumen de ayer”[1]. El punto de vista jerárquicamente superior sería el que, según esta manera de decirlo, muestra, pues, mayor “sensibilidad para el más allá”

    En fin, no compliquemos más este ya de por sí complicadísimo asunto. Admitamos, simplemente, que cuando decimos que al esquizofrénico le falta “sentido de la realidad” estaríamos “realmente” (¿?) diciendo algo tan intangible como que le falta “sensibilidad para el más allá”.



[1] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Vol. VIII, O. C., Tº 2,  pág. 741.

domingo, 21 de noviembre de 2021

TODOS, INCLUIDO EL UNIVERSO, SOMOS MANÍACO-DEPRESIVOS Y/O ESQUIZOFRÉNICOS EN MAYOR O MENOR MEDIDA


 

   Los hombres somos seres vocacionalmente inadaptados a lo que hay, en perpetuo conflicto con la realidad, insatisfechos de por vida con lo que en ella encontramos. De esa inadaptación hemos extraído lo mejor y lo peor de nosotros mismo, la creatividad más exuberante y la destructividad más desoladora. Ella nos ha conducido hasta nuestros mayores logros y nos ha precipitado también hacia el abismo de la locura.

viernes, 19 de noviembre de 2021

VIVIMOS PARA BUSCAR UN HOGAR AL QUE PERTENECER

 

“Una familia feliz” de Eugenio Zampighi 

   

  “El hombre es, donde quiera, un extranjero” (Ortega y Gasset[1]).

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    “La ‘naturaleza’ misma –no sólo la del hombre– nos aparece hoy como una mera hipótesis. La física actual no permite imaginar esa realidad yacente, segura, acogedora y solemne en que todavía los físicos del siglo XIX creían. La materia se revela ahora como algo también móvil, que tiene casi historia, que tampoco posee un ser fijo. Ni el mundo ni el hombre son: todo está en marcha. Viene de –va hacia– no se sabe aún adónde. Sólo se sabe que es cambio, mudanza, peregrinación” (Ortega y Gasset[2]).

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   "Esta búsqueda de mi hogar: oh Zaratustra, lo sabes bien, esta búsqueda ha sido mi aflicción, que me devora. “¿Dónde está mi hogar?” Por él pregunto y busco y he buscado, y no lo he encontrado. ¡Oh eterno estar en todas partes, oh eterno estar en ningún sitio, oh eterno - en vano!» (…) Has perdido la meta: ay, ¿cómo podrás librarte de esa pérdida y consolarte de ella? Al perder la meta - ¡has perdido también el camino!” (Friedrich Nietzsche[3])

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     “Vivir no es más que separarse de las entrañas de la tierra, y la muerte se reduce a una vuelta a casa (Mircea Eliade[4]).        



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, p. 218.

[2] Ortega y Gasset: “Humanismo y Renacimiento”, O. C. Tº 5, p. 498

[3] Friedrich Nietzsche: “Así habló Zaratustra”, Madrid, Alianza, 1981, p. 367.

[4] Mircea Eliade: “Tratado de Historia de las Religiones”, Tº 2, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1974, p. 26.

lunes, 15 de noviembre de 2021

EL MIEDO A QUEDARNOS SOLOS

 

“El tren”- Nigel Van Wieck

    “Desde el fondo de radical soledad que es, sin remedio, nuestra vida, emergemos constantemente en ansia no menos radical de compañía y sociedad. Cada hombre quisiera ser los otros y que los otros fueran él” (Ortega y Gasset[1]).

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     “Vida es soledad, radical soledad. Y, sin embargo, o por lo mismo, hay en la vida un afán indecible de compañía, de sociedad, de convivencia. Por ejemplo, para hablar de lo más claro, nos es connatural en el orden del pensamiento el deseo de coincidir con las opiniones de los demás” (Ortega y Gasset[2]).

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   “Nada provoca tanto pánico en los primitivos como lo extraordinario, tras lo que captan inmediatamente el peligro hostil. Esta reacción originaria sobrevive asimismo en nosotros: ¡con qué facilidad nos ofendemos si no se comparte nuestra convicción! (…) Experimentamos incluso un miedo abominable ante la idea de quedarnos solos frente a nuestra convicción” (Carl Gustav Jung[3]).

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“Cada distancia que el hombre conquista con respecto al resto del universo, le crea una soledad que al principio le da terror y remordimiento” (María Zambrano[4]).



[1] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, p. 62.

[2] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, p. 61

[3]  Carl Gustav Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 47.  

[4] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 28.