martes, 21 de diciembre de 2021

LA VIDA HUMANA SE SOSTIENE SOBRE LA ESPERANZA… DE LO QUE PUEDE QUE NUNCA LLEGUE

 

Tommy Ingberg (de la serie “Solitario”)

 El hombre es creador porque inventa lo que no existe en la realidad, lo que en ella echa en falta. A veces anticipa con sus creaciones imaginarias lo que acabará existiendo. Pero lo decisivo para que la vida pueda fluir es echarlas de menos, desearlas, imaginarlas, no que existan.

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 “Quien espera siempre lo mejor, envejece pronto con las decepciones de la vida; y quien siempre teme lo peor, se gasta en seguida; pero el que tiene fe, ése conserva una eterna juventud” (Sören Kierkegaard[1]).

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     “Porque ya estamos salvados, aunque sólo en esperanza; y es claro que la esperanza que se ve no es propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que tiene ante los ojos?” (San Pablo[2]).

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     “Creer en que (Dios) existe es confiar en Él y tener en Él esperanza; es la diferencia que ya troquelaba San Agustín cuando distinguía entre creer que hay Dios y creer a Dios. Y es muy posible que la única manera que tiene el hombre para poder creer de verdad en que Dios existe es, antes de creer esto, creerle a Él, confiar en Él, aun todavía para uno inexistente. Esta extraña combinación es la auténtica fe” (Ortega y Gasset[3]).

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      “La fe es la actitud que corresponde al futuro; es el modo de tratar con él; de abrirle paso. Las raíces habrían de tenerla de la flor, si la planta realizara su esfuerzo conscientemente” (María Zambrano[4]).

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“Todas las creencias y también las ideas, que se refieren al orden del mundo, la figura de la realidad, están sostenidas por la esperanza” (María Zambrano[5]).



[1] Sören Kierkegaard: “Temor y temblor. Diario de un seductor”, Madrid, Guadarrama, 1976, pp. 26-27.

[2] San Pablo: Carta a los Romanos, cap. 6, vers. 24.

[3] Ortega y Gasset: “Una interpretación de la historia universal”, O. C. Tº 9, p. 104.

[4] María Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 160.

[5] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 95.

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