Tommy Ingberg (de la serie “Solitario”)
El hombre es creador porque inventa lo que no existe en la realidad, lo que en ella echa en falta. A veces anticipa con sus creaciones imaginarias lo que acabará existiendo. Pero lo decisivo para que la vida pueda fluir es echarlas de menos, desearlas, imaginarlas, no que existan.
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“Quien espera siempre lo mejor, envejece pronto con las decepciones de
la vida; y quien siempre teme lo peor, se gasta en seguida; pero el que tiene
fe, ése conserva una eterna juventud” (Sören Kierkegaard[1]).
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“Porque ya estamos salvados, aunque sólo en esperanza; y es claro que
la esperanza que se ve no es propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que
tiene ante los ojos?” (San Pablo[2]).
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“Creer en que (Dios) existe es confiar en Él y tener en Él esperanza;
es la diferencia que ya troquelaba San Agustín cuando distinguía entre creer
que hay Dios y creer a Dios. Y es muy posible que la única manera que tiene el
hombre para poder creer de verdad en que Dios existe es, antes de creer esto,
creerle a Él, confiar en Él, aun todavía para uno inexistente. Esta extraña
combinación es la auténtica fe” (Ortega y Gasset[3]).
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“La fe es la actitud que corresponde al futuro; es el modo de tratar
con él; de abrirle paso. Las raíces habrían de tenerla de la flor, si la planta
realizara su esfuerzo conscientemente” (María Zambrano[4]).
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“Todas las creencias y también las ideas, que se
refieren al orden del mundo, la figura de la realidad, están sostenidas por la esperanza” (María Zambrano[5]).
[1]
Sören Kierkegaard: “Temor y temblor. Diario de un seductor”, Madrid,
Guadarrama, 1976, pp. 26-27.
[2]
San Pablo: Carta a los Romanos, cap. 6, vers. 24.
[3]
Ortega y Gasset: “Una interpretación de la historia universal”, O. C. Tº 9, p.
104.
[4]
María Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 160.
[5]
María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 95.
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