lunes, 31 de mayo de 2021

SOMOS LIBRES PARA SER EL QUE ESTAMOS OBLIGADOS A SER

 

“Encrucijada”-Luis Francisco Solance Martínez

    “La condición del hombre es, en verdad, estupefaciente. No le es dada e impuesta la forma de su vida como le es dada e impuesta al astro y al árbol la forma de su ser. El hombre tiene que elegirse en todo instante la suya. Es, por fuerza, libre. Pero esa libertad de elección consiste en que el hombre se siente íntimamente requerido a elegir lo mejor y qué sea lo mejor no es ya cosa entregada al arbitrio del hombre. Entre las muchas cosas que en cada instante podemos hacer, podemos ser, hay siempre una que se nos presenta como la que tenemos que hacer, tenemos que ser; en suma, con el carácter de necesaria. Esto es lo mejor. Nuestra libertad para ser esto o lo otro no nos liberta de la necesidad (…) (Al) pobre ser humano (…) es como si se le dijera: «si quieres realmente ser tienes necesariamente que adoptar una muy determinada forma de vida. Ahora: tú puedes, si quieres, no adoptarla y decidir ser otra cosa que lo que tienes que ser. Mas entonces, sábelo, te quedas sin ser nada, porque no puedes ser verdaderamen-te sino el que tienes que ser, tu auténtico ser». La necesidad humana es el terrible imperativo de autenticidad. Quien ubérri-mamente no lo cumple, falsifica su vida, la desvive, se suicida. Resulta, pues, que se nos invita a lo que se nos obliga. Se nos deja en libertad de aceptar la necesidad. ¡Qué cortesía la del cruel destino! Nos dice como la severa autoridad aldeana dice en El alcalde de Zalamea, de Calderón, al noble y frívolo violador de doncellas:

«Con muchísimo respeto

os he de ahorcar ¡vive Dios!»

(Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Prólogo para alemanes”, O. C. Tº 8, p. 28.

sábado, 29 de mayo de 2021

QUÉ PASA CUANDO NOS ENTRA MIEDO

 

"La pesadilla"-Henry Fuseli

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  “Decimos «me entró miedo». Para nosotros esta expresión no tiene por sí sentido. No entendemos que el miedo, una emoción que en nosotros se produce y que es ajena al espacio, pueda estar fuera y «entrarnos». Pero esta vez la etimología nos aclara el sentido porque nos hace saber que en griego y otras lenguas indo-europeas existe una expresión idéntica, por lo cual averiguamos que el pueblo primitivo, indo-europeo creía que las pasiones, como las enfermedades, son fuerzas cósmicas que están fuera, en el espacio, y de cuando en cuando nos invaden” (Ortega y Gasset[1]).

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“La paz verdadera, no nace del instinto, del hombre en estado de naturaleza. En la tragedia del estado de naturaleza lo más natural es la guerra, la discordia. El hombre frente a su igual se llena de terror y de recelo (…) Y lo peor del miedo es que da miedo; entre hombres mutuamente aterrorizados la catástrofe es inevitable (…) La paz no puede nacer de un pacto entre iguales que tiemblan al verse” (María Zambrano[2]).

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“Cierta etapa de la evolución humana es incomprensible si no se admite que el hombre vivió durante ella señoreado por el terror. Los «tabús», los ritos mágicos, sólo se entienden partiendo de un miedo difuso alojado en las almas. Nada es indiferente: cualquier acto puede disparar las secretas fuerzas hostiles que se ocultan en la tierra” (Ortega y Gasset[3]).

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   “En los manicomios es un hecho bien conocido que los pacientes que sufren de miedo son mucho más peligrosos que los impulsados por la ira o el odio” (Carl Gustav Jung[4]).



[1] Ortega y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7, pp. 234-235.

[2] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011, p. 121.

[3] Ortega y Gasset: “Espíritu de la letra”, O. C. Tº 3, pp. 598-599.

[4] Carl Gustav Jung: “Civilización en transición”, Obra Completa, vol. 10, Madrid, Trotta, 2001, p. 224

jueves, 27 de mayo de 2021

LA FILOSOFÍA BUSCA ALGO QUE NO SABE LO QUE ES

Diógenes con su farol


    La realidad de cada cosa no se reduce a estar en lo que de esa cosa nos es accesible y evidente, lo que está, pues, al alcance de la ciencia; y es que siempre quedarán preguntas por responder sobre las cosas, puesto que cada una nos remite a todo el resto del Universo, con el cual está interconectada. Y para indagar en ese espacio que discurre entre cada cosa y el resto del Universo es para lo que está dispuesta la filosofía.

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    “El filósofo no se coloca ante su objeto —el Universo— como el físico ante el suyo, que es la materia. El físico comienza por definir el perfil de ésta y sólo después comienza su labor e intenta conocer su estructura íntima. Lo mismo el matemático define el número y la extensión, es decir, que todas las ciencias particulares empiezan por acotar un trozo del Universo, por limitar su problema, que al ser limitado deja en parte de ser problema. Dicho de otra forma: el físico y el matemático conocen de antemano la extensión y atributos esenciales de su objeto; por tanto, comienzan no con un problema, sino con algo que dan o toman por sabido. Pero el Universo en cuya pesquisa parte audaz el filósofo como un argonauta no se sabe lo que es. Universo es el vocablo enorme y monolítico que como una vasta y vaga gesticulación oculta más bien que enuncia este concepto rigoroso: todo cuanto hay. Eso es, por lo pronto, el Universo. Eso, nótenlo bien, nada más que eso, porque cuando pensamos el concepto «todo cuanto hay» no sabemos qué sea eso que hay; lo único que pensamos es un concepto negativo, a saber: la negación de lo que sólo sea parte, trozo, fragmento. El filósofo, pues, a diferencia de todo otro científico, se embarca para lo desconocido como tal. Lo más o menos conocido es partícula, porción, esquirla de Universo. El filósofo se sitúa ante su objeto en actitud distinta de todo otro conocedor; el filósofo ignora cuál es su objeto y de él sabe sólo: primero, que no es ninguno de los demás objetos; segundo, que es un objeto integral, que es el auténtico todo, el que no deja nada fuera y, por lo mismo, el único que se basta. Pero precisamente ninguno de los objetos conocidos o sospechados posee esta condición. Por tanto, el Universo es lo que radicalmente no sabemos, lo que absolutamente ignoramos en su contenido positivo. En otro giro podíamos decir: a las demás ciencias les es dada su objeto, pero el objeto de la filosofía como tal es precisamente el que no puede ser dado; porque es todo, y porque no es dado tendrá que ser en un sentido muy esencial el buscado, el perennemente buscado” (Ortega y Gasset) (1)

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(1) Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?, O. C. Tº 7, pp. 308-309.


martes, 25 de mayo de 2021

EL AISLAMIENTO COMO HERALDO DE LA LOCURA

 

“Desnudo femenino de rodillas”-Edward Munch

   “¿La soledad no es, sin embargo, un terreno propicio para la locura?” (Cioran)[1].

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     Cuenta Minkowski lo que le decía uno de sus pacientes que padecía esquizofrenia: “Para mí mi enfermedad reside en el hecho de que soy incapaz de establecer un contacto duradero, permanente, normal, con el mundo exterior. Estoy al costado de la vida. Lo que me rodea no llega a penetrarme, a tocarme”(2).

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     Minkowski cita también a Eugen Bleuler, un pionero entre los psiquiatras: “Los esquizofrénicos más avanzados que ya no tienen relación alguna con el ambiente, viven en un mundo que es solo suyo (…) Llamamos autismo a esa desvinculación de la realidad, acompañada de un predominio relativo o absoluto de la vida interior”[3].

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 Mary MacLane, una escritora esquizofrénica, describe en un libro suyo, “Memorias de la introversión”, esa escisión que estaba sufriendo desde su niñez entre el mundo externo y su mundo interior: “Lo menos importante en mi vida es lo tangible –dice, refiriéndose, claro está, a lo que atañe al mundo externo–. Lo único que tiene una real importancia son las cosas que ocurren dentro de mí. Si hago algo cruel y no siento crueldad en mi Alma, no importa. Si siento crueldad en mi Alma, aunque no haga nada cruel, me siento culpable de una especie de carnicería y mis manos espirituales están manchadas de sangre. Las aventuras de mi espíritu son más reales que las cosas exteriores que me ocurren”[4].

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    La esquizoidia es una estructura caracterial que, sin llegar a ser esquizofrenia, participa en algún grado de los rasgos de carácter que, exacerbados, llegarían a identificarse con ella. Minkowski describe así al esquizoide: “El esquizoide (…) en cada circunstancia lleva la antítesis ‘yo y el mundo’ hasta sus límites extremos (…) vive, por ese hecho, en una atmósfera de conflicto constante con el ambiente (…) El esquizoide casi siempre es insociable (…) Se repliega sobre sí mismo, prefiriendo su mundo interior, su ensueño, a una actividad exterior”[5].

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    “No es posible vivir indefinidamente en estado de salud mental si uno trata de ser un hombre desconectado de todos los demás y desacoplado inclusive de gran parte del propio ser” (Ronald D. Laing, psiquiatra[6]).

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  En sentido contrario, dice Ortega: “Naturalmente y en plena salud, la atención iría siempre hacia lo de fuera, hacia el contorno vital más allá del organismo”[7].



[1] E. M. Cioran: “En las cimas de la desesperación”, Barcelona, Tusquets, pág. 67

[2] Eugène Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p. 131.

[3] Cit. en Eugène Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p. 96.

[4] Citado en Louis A. Sass: “Locura y Modernismo”, Madrid, Dykinson, 2014, p. 137.

[5] Eugène Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p. 28.

[6] Ronald D. Laing: “El yo dividido”, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 135.

[7] José Ortega y Gasset: “El Espectador”, Tº V, O. C. Tº 2, Madrid, Alianza, 1983, p. 458

domingo, 23 de mayo de 2021

EXPLICACIÓN DE LA PARADOJA QUE UNE AL PASADO Y AL PORVENIR

 

 “Expulsión de Adán y Eva del Paraíso”-Gustavo Doré


     Unamuno conocía el danés, así que tuvo la oportunidad de leer a Kierkegaard en su idioma, y enseguida sintonizó plenamente con él. Un concepto clave en la filosofía de Kierkegaard es el de la “repetición”. Decía: “La nueva filosofía enseñará que toda la vida es una repetición”[1]. Y también: “He aquí la repetición. Ahora comprendo todas las cosas y la vida me parece más bella que nunca[2]. También Freud hablaba de que existe la “pulsión de repetición”. ¿Y en qué consiste esa tendencia o aspiración a la repetición? Pues en el intento de reencontrarnos con aquello que perdimos y que echamos de menos, en tratar de regresar al punto de partida de nuestras nostalgias, volver, diríamos en términos míticos, al paraíso perdido que, ante todo, es el útero materno, lo que dejamos atrás al nacer. Pero recuperar eso, evidentemente, es imposible, así que convertimos la vida, la vida que camina hacia el futuro, en un medio de recuperación de aquella paz originaria que añoramos, en un intento de reconstruir aquel paraíso que perdimos. “Repetir”, en términos de Unamuno y de Kierkegaard es volver al imposible paraíso perdido. Así se pueden entender estas otras palabras de Kierkegaard: “Job fue bendecido. Todo le fue devuelto por partida doble. Y esto es lo que se llama la repetición… ¿Cuándo se produce la repetición? (…) Cuando todas las certidumbres y todas las probabilidades humanamente pensables demuestran su imposibilidad”[3]. Y también estos versos de Unamuno:

“Vuelve hacia atrás la vista, caminante,

verás lo que te queda de camino;

desde el oriente de tu cuna el sino

ilumina tu marcha hacia delante.

 

Es del pasado el porvenir semblante,

como se irá la vida así se vino;

cabe volver las riendas del destino

como se vuelve del revés un guante”[4]

Y también podremos entender a Novalis, que decía: “El amor es una repetición sin final”[5]. Y, en fin, a Ortega: “El pasado engendra la fuerte resaca de una bajamar, y hay que agarrarse bien al presente para que no nos arrastre y absorba. Porque es el pasado voluptuosa sirena”[6].



[1] Sören Kierkegaard: “La repetición”, Madrid, Guadarrama, 1975, p. 130.

[2] Sören Kierkegaard: “La repetición”, Madrid, Guadarrama, 1975, p. 273.

[3] citado por Léon Chestov en “Kierkegaard y la filosofía existencial”, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1965, pág. 23

[4] Unamuno: “De Fuerteventura a París”, Bilbao, El Sitio, p. 98

[5] Novalis citado en Antonio Pau: “Novalis. La nostalgia de lo invisible”, Madrid, Trotta, 2010, p. 173.

[6] Ortega y Gasset: “Prólogo a ‘Veinte años de caza mayor’, del conde de Yebes, O. C. Tº 6, p. 478.

viernes, 21 de mayo de 2021

LO QUE DA SENTIDO A NUESTRA VIDA ESTÁ POR VENIR

 

"Mañana en Cape Cod"-Edward Hopper

     

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  “Nada tiene sentido para el hombre sino en función del porvenir” (Ortega y Gasset[1]).   

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“Es el porvenir quien debe imperar sobre el pretérito, y de él recibimos la orden para nuestra conducta frente a cuanto fue” (Ortega y Gasset[2]).

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     “Todo lo que se hace se hace por algo, en vista de algo. Pero nosotros sabemos ya lo que es ese algo, en vista del cual hacemos todo: es nuestro futuro, porque el pasado y el presente no nos puede importar por sí. Lo que nos importa es ser, existir mañana —vivir es pervivir—; lo demás es haber vivido” (Ortega y Gasset[3]).

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     Y sin embargo, Unamuno opinaba que: “Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir” (Miguel de Unamuno[4]).

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"La vida viene del futuro, es futuro abriéndose paso" (María Zambrano (5).

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     “Todos estamos anhelando alcanzar un objetivo en el futuro mediante cuyos logros nos sentiremos fuertes, superiores y completos (…) Como quiera que se la llame, siempre encontraremos en los seres humanos esta gran línea de actividad: la lucha por ascender de una posición inferior a una posición superior, de la derrota a la victoria, del abajo al arriba. Comienza en nuestra primera niñez; continúa hasta el final de nuestra vida” (Alfred Adler[6]).



[1] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, Madrid, Alianza, 1983, p.162.

[2] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C., Tº 4, Madrid, Alianza, 1983, pág. 91.

[3] Ortega y Gasset: “En el centenario de una Universidad”, O. C. Tº 5, p. 464.

[4] Miguel de Unamuno: “Del sentimiento trágico de la vida”, Madrid, Espasa-Calpe, 1967,  p. 15.

(5) María Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 146.

[6] Alfred Adler: “El sentido de la vida”, Madrid, Espasa Calpe, 1975, p.160.


miércoles, 19 de mayo de 2021

MILES DE MARROQUÍES HAN ASALTADO ESTOS DÍAS LA FRONTERA CON ESPAÑA: ¿TAMBIÉN DE ESTO SE OCUPA LA FILOSOFÍA?

 

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Edward Gibbon (1737-1794): “Corresponde a un filósofo (…) conceptuar la Europa a fuer de una gran república, cuyos varios moradores han venido a encumbrarse al mismo nivel de instrucción y de cultura (…) Las naciones montaraces del globo son enemigas comunes de la sociedad civil; y podemos inquirir ansiosamente si está todavía amagando a Europa una repetición de aquellas desventuras que aniquilaron las armas e instituciones de Roma. Quizás las mismas reflexiones ilustrarán la ruina de aquel imperio poderoso, y explicarán las causas probables de nuestra seguridad presente. Ignoraban los romanos lo sumo de su peligro, y el número de sus enemigos. Allende el Rin y el Danubio, hervía el norte de Europa y Asia con tribus innumerables de cazadores y vaqueros, pobrísimos, voraces y desaforados; denodados en la guerra (…) Esta seguridad aparente (en la actualidad) no debe ocultarnos que pueden brotar nuevos enemigos con peligros desconocidos, por parte de algún pueblo arrinconado, apenas perceptible en el mapa del mundo. Los árabes y sarracenos, que fueron explayando sus conquistas desde la India hasta España, vivieron en el desamparo y menosprecio hasta que Mahoma alentó sobre aquellos cuerpos salvajes el alma del entusiasmo” (Edward Gibbon[1]).

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“Los que ignoran de qué ingredientes están hechas las «ideas» creen que es fácil su transferencia de un pueblo a otro y de una a otra época (…) Estos ingredientes invisibles, recónditos, son, a veces, vivencias de un pueblo formadas durante milenios. Este fondo latente de las «ideas» que las sostiene, llena y nutre, no se puede transferir, como nada que sea vida humana auténtica (…) Queda en la tierra de origen lo vivaz de las «ideas», que es su raíz. La planta humana es mucho menos desplazable que la vegetal. Esta es una limitación terrible, pero inexorable, trágica.” (Ortega y Gasset (2)).



[1] Edward Gibbon: “Historia de la decadencia y caída del Imperio romano”, 4 vols., Madrid, Turner, 2006, Tº II, “Observaciones generales sobre la ruina del Imperio romano en Occidente”.

[2] Ortega y Gasset: “Prólogo a ‘El collar de la paloma’, de Ibn Hazm de Córdoba”, O. C. Tº 7, pp. 47-48.

lunes, 17 de mayo de 2021

QUÉ SIGNIFICA DEJAR DE SER JOVEN

 

“La cosa es paradójica, pero inexorable. La juventud no averigua, no sabe la peculiaridad de su destino vital hasta que no deja de ser joven —allá entre los veintiséis y los treinta años—, lo mismo en el hombre que en la mujer. ¡Extraña pero innegable condición! Propiamente, la juventud, que es tan parlanchina, es, en lo esencial, muda: no tiene voz. Lo que parla no es suyo, sino el tópico de la generación anterior. Ésta es quien pone su voz en la laringe del joven: se trata, pues, de una faena de ventriloquia” (Ortega y Gasset[1]).

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“No es aún tristeza, ni es amargura, ni es melancolía lo que suscitan los treinta años: es más bien un imperativo de verdad y una como repugnancia hacia lo fantasmagórico. Por esto, es la edad en que dejamos de ser lo que nos han enseñado, lo que hemos recibido en la familia, en la escuela, en el lugar común de nuestra sociedad (…) Empezamos a querer ser nosotros mismos, a veces con plena conciencia de nuestros radicales defectos. Queremos ser, ante todo, la verdad de lo que somos, y muy especialmente nos resolvemos a poner bien en claro qué es lo que sentimos del mundo. Rompiendo entonces sin conmiseración la costra de opiniones y pensamientos recibidos, interpelamos a cierto fondo insobornable que hay en nosotros. Insobornable, no sólo para el dinero o el halago, sino hasta para la ética, la ciencia y la razón” (Ortega y Gasset[2]).

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“Quien ya está en la segunda mitad de la vida (…) no necesita educar su voluntad consciente, sino comprender el sentido de su vida individual (…) Su utilidad social ya no es una meta, aunque no niega que es deseable. Esta persona siente su actividad creativa, cuya inutilidad social le resulta completamente clara, como un trabajo y como una buena obra en sí misma” (Carl G. Jung[3]).



[1] Ortega y Gasset: “Sobre las carreras”, O. C. Tº 5, pp. 182-183.

[2] Ortega y Gasset: “Ideas sobre Pío Baroja”, en “El Espectador” Vol I, O. C. Tº 2, pp. 74-75.

[3] Carl G. Jung: “Problemas generales de la psicoterapia”, en “La práctica de la psicoterapia”, O. C. Vol. 16, p. 54.

sábado, 15 de mayo de 2021

EL HOMBRE: UN LOBO PARA EL HOMBRE. CÓMO CONSEGUIMOS NO DEVORARNOS

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     “La sociedad es una realidad constitutivamente enferma, deficiente —en rigor es, sin cesar, la lucha entre sus elementos y comportamientos efectivamente sociales y sus comportamientos y elementos disociadores y antisociales. Para lograr que predomine un mínimo de sociabilidad y, gracias a ello, la sociedad como tal perdure, necesita hacer intervenir con frecuencia su interno «poder público» en forma violenta y hasta crear —cuando la sociedad se desarrolla y deja de ser primitiva— un cuerpo especial encargado de hacer funcionar aquel poder en forma incontrastable. Es lo que ordinariamente se llama el Estado” (Ortega y Gasset[1]).

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     “La paz verdadera, no nace del instinto, del hombre en estado de naturaleza. En la tragedia del estado de naturaleza lo más natural es la guerra, la discordia. El hombre frente a su igual se llena de terror y de recelo (…) Y lo peor del miedo es que da miedo; entre hombres mutuamente aterrorizados la catástrofe es inevitable (…) La angustia, el terror de todos. Es sin duda la lepra europea desde hace tiempo. El verdadero ‘mal del siglo’ ” (María Zambrano[2]).

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     “Los hombres no experimentan placer ninguno (sino, por el contrario, un gran desagrado) reuniéndose, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todos ellos (…) Con todo ello es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos (…) Por consiguiente, todo aquello que es consustancial a un tiempo de guerra, durante el cual cada hombre es enemigo de los demás, es natural también en el tiempo en que los hombres viven sin otra seguridad que la que su propia fuerza y su propia invención pueden proporcionarles. En una situación semejante no existe oportunidad para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de los artículos que pueden ser importados por mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni cómputo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve” (Thomas Hobbes[3]).

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     “La causa final, fin o designio de los hombres (…) al introducir esta restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida más armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de guerra que (…) es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres, cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes de naturaleza (…) Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno” (Thomas Hobbes[4]).



(0) PORTADA: Ortega y Gasset: “Miseria y esplendor de la traducción”, O. C. Tº 5, p. 440.

[1] Ortega y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7,pp. 268-269.

[2] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011,121

[4] Thomas Hobbes: “Leviatán”, 2 Ts. Madrid, Sarpe-Fondo de Cultura Económica, 1983, Tº 1º, p 175.

“SI HABLA MAL DE ESPAÑA ES ESPAÑOL” (contesto a Pol Ze Nit)

 La idea de “sociedad” exige cierta capacidad de abstracción, la que permite elevarse desde los intereses más particulares hasta los que lleva a identificarse con esa identidad compartida. Los hombres del nivel más llano no han vivido preocupados por la pertenencia a una colectividad cuyo perímetro excediera de la más inmediata convivencia, la que normalmente coincide con la comunidad de sangre. Han sido las élites las que tradicionalmente han incorporado la idea del Estado, esto es, de la colectividad organizada que trasciende de los lazos de sangre o de idioma. Y el pueblo llano lo que ha hecho siempre al final ha sido vincularse a personas concretas (un señor, un rey…), incapaces como eran de abstraerse hasta ese punto. Ortega habla de cómo el Imperio romano se colapsó porque ni las élites supieron abstraerse en este sentido y siempre encontraron una especial dificultad para alcanzar una organización que, en lo fundamental, trascendiese el perímetro de la ciudad de Roma. En la Edad Media y en el Antiguo Régimen, la masa social no se sentía perteneciente a un reino o, mucho menos, a una nación. Solo llegaban a sentirse súbditos de un señor o un rey de carne y hueso, un ser al menos potencialmente tangible y concreto.


La Ilustración supuso que se había llegado a la altura histórica necesaria para que los hombres, los “individuos”, los nuevos “ciudadanos” pasaran a sentirse vinculados a una “nación”. Pero esta idea de “nación” no llegó a cuajar suficientemente en España (a la vista está: no habría más que recordar la esperpéntica revolución cantonalista durante la I República). ¿Por qué? Pues por nuestra incapacidad para la abstracción. Dice Ortega: “(Los españoles) representamos en el mapa moral de Europa el extremo predominio de la impresión. El concepto no ha sido nunca nuestro elemento”[1]. Por eso somos un pueblo tan poco dotado para la ciencia. Y por eso somos incapaces (no todos, claro, pero sí una masa crítica suficiente) de trascender del terruño o de la tribu. “España” es un concepto demasiado abstracto para demasiados españoles. Y así nos va.



[1] Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”, O. C. Tº 1, p. 359.

miércoles, 12 de mayo de 2021

LO DIFÍCIL QUE RESULTA VIVIR… Y CÓMO SOBREPONERSE A ELLO


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     “Toda la historia es un fracaso porque la esperanza que la ha movido es imposible de realizar” (María Zambrano[1]).

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     “Toda vida es la historia de un hundimiento. Si las biografías son tan cautivadoras es porque los héroes, al igual que los cobardes, se fatigan innovando en el arte de besar el suelo” (Emil M. Cioran[2]).

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      “El destino —el privilegio y el honor— del hombre es no lograr nunca lo que se propone y ser pura pretensión, viviente utopía. Parte siempre hacia el fracaso, y antes de entrar en la pelea lleva ya herida la sien.” (Ortega y Gasset(3)).

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      “Más de una vez nos hemos sorprendido pensando lo siguiente: yo hago esto y aquello y lo de más allá para vivir, pero este vivir mío, tomado en su integridad, desde el nacer hasta el morir, ¿tiene algún sentido? De nada vale la justificación relativa que en relación unos con otros puedan tener los actos de mi vida si el hecho total de vivir no la tiene. Sería preciso que algo de lo que hacemos al vivir tenga un valor absoluto. Ahora bien, nada hay en el interior de nuestra vida que parezca plenamente satisfactorio y por sí mismo se justifique. Nuestra existencia es en sí misma un vacío de sentido, una extraña realidad que consiste en ser algo que, en definitiva, es nada, es la nada siendo, es la pretensión de algo positivo que se queda en pura pretensión fallida. Si en su conjunto y totalidad carece de sentido el vivir, es decir, que se vive para nada, todas las justificaciones interiores a mi vida que hallo para sus actos son un error de perspectiva. Se impone un cambio radical en ésta, se impone otra perspectiva” (Ortega y Gasset[4]).


      Esa perspectiva alternativa lleva a concluir que el sentido de la vida es algo que trasciende de la vida. Para encontrarlo, es preciso tener un para qué al servicio del cual empeñemos nuestra vida. Porque efectivamente...

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     "El hombre podría definirse –una de tantas posibles definiciones– como el ser que alberga dentro de sí un vacío (…) un vacío que ha de llenarse” (María Zambrano[5]).

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     “El hombre está siempre orientado y ordenado a algo que no es él mismo; ya sea un sentido que ha de cumplir ya sea otro ser humano con el que se encuentra. En una u otra forma, el hecho de ser hombre apunta siempre más allá de uno mismo, y esta trascendencia constituye la esencia de la existencia humana” (Viktor E. Frankl (6)).



(0) PORTADA: (0A)-Sigmund Freud citado por Stefan Zweig en “La curación por el espíritu”, Barcelona, Acantilado, 2006, p. 420

                             [0B] W. Shakespeare: “Macbeth”. Barcelona, Planeta, 1999, Acto V, escena V.

[1] María Zambrano: “La agonía de Europa”, Madrid, Mondadori, 1988, p. 63.

[2] Emil M. Cioran: “Ese maldito yo”, Barcelona, Tusquets, 1988, p. 178

[3] Ortega y Gasset: “Miseria y esplendor de la traducción”, O. C. Tº 5, pp. 433-434.

[4] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, pág. 118.

[5] María Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 82.

lunes, 10 de mayo de 2021

EL CIELO ESTRELLADO SOBRE MÍ, LA LEY MORAL DENTRO DE MÍ


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    “Ni la ley moral, ni la idea de Dios, ni religión alguna le han llegado al hombre del exterior, como caídas del cielo; al contrario, el hombre, desde su origen, lleva todo esto en sí, y es por ello por lo que extrayéndolo de sí mismo, lo recrea siempre de nuevo” (Carl G. Jung[1]).

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    “El cielo azul no empieza por estar allá en lo alto tan quieto, y tan azul, tan impasible e indiferente hacia nosotros, sino que empieza originariamente por actuar sobre nosotros como un riquísimo repertorio de señales útiles para nuestra vida (…) Nos hace señales. Por lo pronto el cielo azul nos señala buen tiempo y nos es el primer reloj diurno con el sol andariego (…) y nocturnamente las constelaciones que nos señalan las estaciones del año y los milenios  (…) en fin, nos señalan las horas. Mas no para aquí su actividad señaladora, advertidora, sugeridora (…) Kant (…) resume todo su glorioso saber diciéndonos: «Dos cosas hay que inundan el ánimo con asombro y veneración siempre nuevos y que se hacen mayores cuanto más frecuentes y detenidamente se ocupa de ellas nuestra meditación: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí.» Es decir, que aparte de señalarnos el cielo todos esos cambios útiles —climas, horas, días, años, milenios—, útiles pero triviales, nos señala, por lo visto, con su nocturna presencia patética, donde tiemblan las estrellas, no se sabe por qué estremecidas, la existencia gigante del Universo, de sus leyes, de sus profundidades y la ausente presencia de alguien, de algún Ser prepotente que lo ha calculado, creado, ordenado, aderezado. Es incuestionable que la frase de Kant no es sólo una frase, sino que describe con pulcritud un fenómeno constitutivo de la vida humana: en la bruna nocturnidad de un cielo limpio, el cielo lleno de estrellas nos hace guiños innumerables, parece querernos decir algo (…) Su parpadeo, a la vez, minúsculo en cada una e inmenso en la bóveda entera, nos es una permanente incitación a trascender desde el mundo que es nuestro contorno al radical Universo” (Ortega y Gasset[2]).

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    “Ninguna ciencia sustituirá al mito y no resultará mito alguno de ninguna ciencia. Pues «Dios» no es un mito, sino que el mito es la manifestación de una vida divina en el hombre. No le damos sentido nosotros, sino que es él quien nos habla como «palabra de Dios». La «palabra de Dios» viene a nosotros y no tenemos medio alguno de diferenciar si es distinta a Dios y en qué lo es. Nada existe en esta «palabra» que no sea conocido y humano, excepto la circunstancia de que se nos aparece espontáneamente y nos obliga. Escapa a nuestra arbitrariedad. No se puede explicar una «inspiración». Nosotros sabemos que una «ocurrencia» no es el resultado de nuestra agudeza mental, sino que la idea nos ha venido «de alguna parte»” (Carl Gustav Jung[3])

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    “Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre, y eso es lo que somos” (José Saramago[4]).

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    “Lo visto, lo oído tiene valor meramente por lo que en ello hay de alusión a ese fermentar secreto, a esa latente trayectoria de que lo sensible no es sino un estadio” (Ortega y Gasset[5]).



(0) PORTADA: 0A-Immanuel Kant: "Crítica de la razón práctica", Madris, Gredos, 2010, p. 296.

                           0B-Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 221.

[1] Carl G. Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 307.

[2] Ortega y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7, p. 123.

[3] Carl Gustav Jung: “Recuerdos, sueños, pensamientos”, Seix Barral, p. 398.

[5] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Vol. II, O. C. Tº 2, p. 175.