Extiendo la idea de lo que sea la fe a una potencialidad que
nos hace empujar la vida más allá del cálculo que adecua nuestros
comportamientos al estímulo recibido, que nos permite ponernos en marcha
incluso sin saber si ello nos llevará al resultado esperado, y que nos hace
seguir adelante incluso después de fracasar. Fe es entonces lo que nos lleva a
creer no solo en lo que no vemos, sino incluso en lo que puede que no exista.
Acotándola a sus términos religiosos (aunque, según lo dicho, es también una actitud,
un estado de ánimo), decía esto Ortega sobre la fe: “Creer en que (Dios) existe es confiar en Él y tener en Él
esperanza; es la diferencia que ya troquelaba San Agustín cuando distinguía
entre creer que hay Dios y creer a Dios. Y es muy posible que la única manera
que tiene el hombre para poder creer de verdad en que Dios existe es, antes de
creer esto, creerle a Él, confiar en Él, aun todavía para uno inexistente. Esta
extraña combinación es la auténtica fe”[1].
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