domingo, 28 de noviembre de 2021

EN LA EDAD MEDIA, LA VIDA ERA INSEGURA, PERO LA FORMA DE VIDA ESTABA TOTALMENTE ESTRUCTURADA, ERA SEGURA. HOY OCURRE TODO LO CONTRARIO

 

    Tal idea sobre lo que significó la Edad Media la dejó así transcrita Julián Marías. Cito a tres autores que vienen a ratificarla:

     Erich Fromm hablando precisamente de la Edad Media: “La vida personal, económica y social se hallaba dominada por reglas y obligaciones a las que prácticamente no escapaba esfera alguna de actividad”[1].

  Jacob Burckhardt (el primero en denominar “Renacimiento” al ídem): “El hombre se reconocía a sí mismo solo como raza, pueblo, partido, corporación, familia u otra forma cualquiera de lo general”[2].

      Y el mismo Ortega y Gasset: “En el siglo XIV el hombre desaparece bajo su función social. Todo es sindicatos o gremios, corporaciones, estados. Todo el mundo lleva hasta en la indumentaria el uniforme de su oficio. Todo es forma convencional, estatuida, fija; todo es ritual infinitamente complicado”[3]. Está hablando Ortega del siglo XIV, precisamente el siglo, entre otras cosas, de la Peste Negra, que acabó con un tercio de la población de Europa. Es decir, que la vida no podía ser más insegura; pero la forma de vida era absolutamente segura, petrificada incluso. Casi lo contrario, en los dos sentidos, de lo que ocurre ahora: nunca hemos tenido más facilidades y seguridades para hacer la vida, pero la inquietud, zozobra, angustia, descontento… y el consumo de ansiolíticos dan fe de que la forma de vida está llena de incertidumbres y de ausencia de suelo firme sobre el que discurrir.



[1] Erich Fromm: “El miedo a la libertad”, Barcelona, Paidós, 2006, p. 62.

[2] Jacob Burckhardt: “La cultura del Renacimiento en Italia”, Madrid, Edaf, 1996, p. 105.

[3] José Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”, en O. C. Tº 5, Madrid, Alianza, 1983, p. 79.

sábado, 27 de noviembre de 2021

POR QUÉ SOLO NOS ES SEGURA LA INSEGURIDAD

 


     Para orientarnos en la vida necesitamos organizar la realidad, someterla a estructura, reducirla a lo que de ella quepa en nuestros conceptos. Pero una vez acomodados en la visión de lo real que tales conceptos nos permiten, esa instalación en ellos nos impide conocer todo lo que de la realidad desborda de esos conceptos o ideas. Esa insuficiencia avisa de que tarde o temprano nuestra forma de organizar la realidad entrará en crisis y habremos de buscar nuevas perspectivas que incorporen aspectos de las cosas que antes quedaron desatendidos.

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     “La inteligencia (…) reacciona ante una realidad creando un esquema, lo que solemos llamar una «idea» o concepto; la idea queda encapsulada en un nombre. La mayor parte de nuestros compañeros de especie, cuando tienen el nombre de algo, con su idea inclusa, se vuelven incapaces de ver ya este algo, es decir, la realidad que nombran e idean. Nombre e idea se interponen entre las cosas y nosotros como una pantalla opaca. Es curioso que las ideas, hechas para facilitarnos la clara percepción de las realidades, sirven a muchos hombres para todo lo contrario: para espantar las realidades, para defenderse de su visión adecuada. Van como sonámbulos por la vida, reclusos dentro del dermato-esqueleto de sus ideas, de sus «lugares comunes»” (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Meditación de Europa”, O. C. Tº 9, p. 296.


jueves, 25 de noviembre de 2021

TODO LO ESPECÍFICAMENTE HUMANO HA NACIDO, SEGÚN ORTEGA Y GASSET, DEL JUEGO


 

   El esfuerzo humano que hizo nacer la cultura, dice Ortega, es “un esfuerzo que, en oposición al trabajo, no nos es impuesto, ni es utilitario ni es remunerado, sino un esfuerzo espontáneo, lujoso, que hacemos por gusto de hacerlo, que se complace en sí mismo”


POR QUÉ ORTEGA TUVO QUE CORTAR SU CORDÓN UMBILICAL CON KANT

 


Ortega se crio filosóficamente en Alemania a los pechos de maestros neokantianos a los que siempre mostró gran respeto intelectual, igual que al mismo Kant, que es el principal referente filosófico de toda la generación de intelectuales que en Occidente han merecido la pena desde que él asomó en ese panorama.

Tuvo que hacer Ortega un gran trabajo intelectual para desprenderse de la filosofía kantiana, porque esta dejó abiertas vías intelectuales por las que han podido discurrir pensadores tan distantes, incluso opuestos, a Ortega como, por ejemplo, Foucault. Si la realidad a la que los hombres tenemos acceso no es tal realidad, sino una mera construcción, como dice Kant, Foucault podrá venir diciendo que, efectivamente eso es la realidad, toda realidad: una construcción, y que, por tanto, todas las construcciones posibles valen lo mismo. En suma, que la realidad no existe, que es lo que cada sujeto decida que es.

Para Ortega, por el contrario, la realidad sí que existe, no es algo que arbitrariamente podamos decidir lo que haya de ser. Es cierto que la realidad se ofrece en perspectivas diferentes a cada individuo: uno puede vivir al norte de una montaña y su perspectiva sobre ella será diferente de la de otro observador que la mire desde el sur. Pero la montaña no es una “construcción” del o de los sujetos. La circunstancia impone unos límites a lo que yo puedo ver y decidir hacer con ella. Incluso Ortega insiste mucho en el “destino”, que es el resultado de acoplar mi vocación (mi capacidad “constructiva”, podríamos decir) a mi circunstancia. La circunstancia (y, por tanto, el destino) no se elige ni se inventa, nos viene dada, más aún, impuesta. De Foucault, por ejemplo, ha salido la ideología queer, que supone que se puede elegir entre múltiples opciones a la hora de decidir el “género” al que pertenecer. Ortega entiende que la circunstancia, y aquí en concreto la circunstancia biológica, impone unos límites y se es hombre o mujer más allá de lo que uno decida.

Ortega, pues, desató a Kant de sus ligaduras con el idealismo. Decía de vez en cuando: “¡Salvémonos en las cosas!” (“¡Argentinos, a las cosas!”, en versión particularizada). Las cosas no son una mera construcción del sujeto: nos imponen límites, es algo con lo que, al contrario de lo que dice el idealismo, tenemos que contar. Y Ortega dijo que la superación del idealismo era “el tema de nuestro tiempo”. Porque (algunos lo vemos así) los epígonos del idealismo nos pueden llevar a la catástrofe.


lunes, 22 de noviembre de 2021

¿LA REALIDAD ES NEUTRAL? ¿QUÉ DIFERENCIA LA REALIDAD SEGÚN LA VE UN ESQUIZOFRÉNICO DE LA QUE VE UNA PERSONA “NORMAL”?

 


   Aparentemente la realidad debería de ser neutral (objetiva): Kant, por ejemplo, llama “noúmeno” a la realidad en sí, la que es independiente del sujeto que la observa y, por tanto, neutra respecto de cualquiera que la observe. Dice también que esa realidad en sí no nos es accesible, que lo que llegamos a ver de ella es lo que llama “fenómeno”, que es el “noúmeno” una vez filtrado por nuestras categorías, por nuestra capacidad de ordenar eso que, desprovisto de esas categorías nos aparecería como un “caos de sensaciones”. Por tanto, el “fenómeno” sería una producción del sujeto, un añadido “irreal” al “noúmeno”, a la realidad en sí.

     Ortega, sin embargo, vino a trastocar (a superar) esa visión kantiana, y elevó a la consideración de realidad también a eso que aportaba el sujeto, el punto de vista desde el que cada sujeto percibía esa supuesta “realidad en sí”. Cada sujeto percibía una parte de la realidad… pero esa parte era real, de manera que la realidad total, la realidad completa estaría hecha por la conjunción de todos los puntos de vista posibles… lo cual solo estaría al alcance, supuestamente, de Dios. La realidad, por tanto, se nos aparece a cada cual según sea nuestro punto de vista, y en ese punto de vista van incluidos no solo las categorías de las que hablaba Kant (relación causal, temporalidad, sustancia, calidad, cantidad…) sino también nuestro aprendizaje previo, nuestras emociones, nuestro proyecto de vida. “La” realidad, por tanto, solo me es accesible como “mi” realidad, la realidad que a mí me rodea, es decir, mi circunstancia. En suma: mi circunstancia es “mi-circunstancia-y-yo”.

     El problema entonces es cómo diferenciar la realidad tal y como la percibe una persona digamos que normal de aquella que percibe, por ejemplo, un esquizofrénico (por acercarnos al tema del vídeo de la publicación inmediatamente anterior), incluidos sus delirios y alucinaciones. ¿No deberíamos, a la luz de la filosofía de Ortega, considerar tan real la realidad de quien tiene una mente “sana” como la de quien padece esquizofrenia, que, al fin y al cabo, lo que hace es intentar conciliar los distintos aspectos de la realidad según se van incorporando a su perspectiva? ¿No son, al fin y al cabo, distintos puntos de vista sobre “la” realidad, tan dignos de consideración el uno como el otro? En suma, ¿qué es verdad y qué no lo es?

     ¡Complejísimo tema! Pero a fin de cuentas va a resultar que esos diferentes puntos de vista sobre la realidad sí admiten jerarquías: unos empujan la vida hacia delante más que otros. Nietzsche llamaba a esa cualidad diferenciadora “voluntad de poder”. Desde luego, no hablaba de poder político o facultad de imponer nuestra voluntad a otros, sino, en lo sustancial, de eso que he llamado “empujar la vida”. Un esquizofrénico, en resumidas cuentas, es alguien que dejó interrumpida su vida en perspectivas que agarrotan la marcha de la vida. En el extremo, desde su perspectiva, solo se vería el “caos de sensaciones” de que hablaba Kant. Ortega llama a esa cualidad diferenciadora entre perspectivas, por ejemplo, “sensibilidad para el más allá”, la cual supone dos cosas: “una, fe en la vida al esperar que la porción ignorada de ella es mayor y mejor que la ya sabida; otra, fuerza creciente en la persona, porque el horizonte no se amplía nunca o casi nunca por sí mismo, sino que lo ensanchamos empujándolo con los codos de nuestra alma, que para ello necesita dilatarse, rebosar hoy su volumen de ayer”[1]. El punto de vista jerárquicamente superior sería el que, según esta manera de decirlo, muestra, pues, mayor “sensibilidad para el más allá”

    En fin, no compliquemos más este ya de por sí complicadísimo asunto. Admitamos, simplemente, que cuando decimos que al esquizofrénico le falta “sentido de la realidad” estaríamos “realmente” (¿?) diciendo algo tan intangible como que le falta “sensibilidad para el más allá”.



[1] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Vol. VIII, O. C., Tº 2,  pág. 741.

domingo, 21 de noviembre de 2021

TODOS, INCLUIDO EL UNIVERSO, SOMOS MANÍACO-DEPRESIVOS Y/O ESQUIZOFRÉNICOS EN MAYOR O MENOR MEDIDA


 

   Los hombres somos seres vocacionalmente inadaptados a lo que hay, en perpetuo conflicto con la realidad, insatisfechos de por vida con lo que en ella encontramos. De esa inadaptación hemos extraído lo mejor y lo peor de nosotros mismo, la creatividad más exuberante y la destructividad más desoladora. Ella nos ha conducido hasta nuestros mayores logros y nos ha precipitado también hacia el abismo de la locura.

viernes, 19 de noviembre de 2021

VIVIMOS PARA BUSCAR UN HOGAR AL QUE PERTENECER

 

“Una familia feliz” de Eugenio Zampighi 

   

  “El hombre es, donde quiera, un extranjero” (Ortega y Gasset[1]).

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    “La ‘naturaleza’ misma –no sólo la del hombre– nos aparece hoy como una mera hipótesis. La física actual no permite imaginar esa realidad yacente, segura, acogedora y solemne en que todavía los físicos del siglo XIX creían. La materia se revela ahora como algo también móvil, que tiene casi historia, que tampoco posee un ser fijo. Ni el mundo ni el hombre son: todo está en marcha. Viene de –va hacia– no se sabe aún adónde. Sólo se sabe que es cambio, mudanza, peregrinación” (Ortega y Gasset[2]).

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   "Esta búsqueda de mi hogar: oh Zaratustra, lo sabes bien, esta búsqueda ha sido mi aflicción, que me devora. “¿Dónde está mi hogar?” Por él pregunto y busco y he buscado, y no lo he encontrado. ¡Oh eterno estar en todas partes, oh eterno estar en ningún sitio, oh eterno - en vano!» (…) Has perdido la meta: ay, ¿cómo podrás librarte de esa pérdida y consolarte de ella? Al perder la meta - ¡has perdido también el camino!” (Friedrich Nietzsche[3])

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     “Vivir no es más que separarse de las entrañas de la tierra, y la muerte se reduce a una vuelta a casa (Mircea Eliade[4]).        



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, p. 218.

[2] Ortega y Gasset: “Humanismo y Renacimiento”, O. C. Tº 5, p. 498

[3] Friedrich Nietzsche: “Así habló Zaratustra”, Madrid, Alianza, 1981, p. 367.

[4] Mircea Eliade: “Tratado de Historia de las Religiones”, Tº 2, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1974, p. 26.

lunes, 15 de noviembre de 2021

EL MIEDO A QUEDARNOS SOLOS

 

“El tren”- Nigel Van Wieck

    “Desde el fondo de radical soledad que es, sin remedio, nuestra vida, emergemos constantemente en ansia no menos radical de compañía y sociedad. Cada hombre quisiera ser los otros y que los otros fueran él” (Ortega y Gasset[1]).

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     “Vida es soledad, radical soledad. Y, sin embargo, o por lo mismo, hay en la vida un afán indecible de compañía, de sociedad, de convivencia. Por ejemplo, para hablar de lo más claro, nos es connatural en el orden del pensamiento el deseo de coincidir con las opiniones de los demás” (Ortega y Gasset[2]).

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   “Nada provoca tanto pánico en los primitivos como lo extraordinario, tras lo que captan inmediatamente el peligro hostil. Esta reacción originaria sobrevive asimismo en nosotros: ¡con qué facilidad nos ofendemos si no se comparte nuestra convicción! (…) Experimentamos incluso un miedo abominable ante la idea de quedarnos solos frente a nuestra convicción” (Carl Gustav Jung[3]).

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“Cada distancia que el hombre conquista con respecto al resto del universo, le crea una soledad que al principio le da terror y remordimiento” (María Zambrano[4]).



[1] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, p. 62.

[2] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, p. 61

[3]  Carl Gustav Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 47.  

[4] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 28.


domingo, 14 de noviembre de 2021

La pintura de Velázquez, antecesora del arte actual. Así lo ve Ortega y Gasset


 

      “El artista es el portavoz de los secretos psíquicos de su época –dice Carl Gustav Jung– (…) Tiene la ilusión de que habla por sí mismo, mas quien habla por sus labios es el espíritu de su época”. Velázquez surgió en un momento crítico de la historia en que los ideales –a menudo excesivos y en conflicto con la realidad–, que habían guiado a los hombres en la época anterior, empezaron a dejar de estar vigentes y a ser paulatinamente sustituidos por el apego a lo material, lo inmediato, lo cotidiano, lo vulgar. Ese cambio ha transmitido su impronta hasta el día de hoy. El arte, como dice Jung, actuó y sigue actuando, de portavoz de ese cambio, y el artista más significado de todos en ese momento de transición fue Velázquez. Podríamos decir que el arte actual es heredero… ¿contrahecho? de aquel genial pintor.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

VELÁZQUEZ O LA REVOLUCIÓN CONTRA LA BELLEZA (anticipo de mi próximo vídeo largo)

 


Velázquez: "El triunfo de Baco" o "Los borrachos" (1629)

   Velázquez fue pionero en el movimiento que en el arte comenzó a dejar de preocuparse por expresar belleza y volvió la mirada hacia el mundo concreto, cotidiano y trivial, dando así expresión a un estado de ánimo desilusionado que en España expresaba el cansancio en el que desembocó aquel otro espíritu que había movido a los españoles un par de generaciones antes a realizar grandes hazañas. El arte actual, diluido en la trivialidad, es el hijo deforme de aquel genial Velázquez.

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“La cantera que era la «belleza» y el formalismo está exhausta (…) Velázquez vio con radical claridad la situación y debió en su interior exclamar con irrevocable decisión: «¡La belleza ha muerto! ¡Viva lo demás!»”[1].

“El «naturalismo» de Velázquez (así se denominó su pintura) consiste en no querer que las cosas sean más que lo que son (…) En el siglo XVII consistía la pintura en pintar cuadros religiosos y cuadros mitológicos (…) Pues bien, Velázquez, apenas deja Sevilla, resuelve no pintar cuadros religiosos (los pocos que pinta son normalmente encargos del Rey)(2). Eso sí, “Velázquez pinta mitologías. Ahí están Los borrachos, que es una escena báquica; La fragua de Vulcano, Marte, Las Hilanderas… Velázquez, ante un posible tema de este género, se pregunta qué situación real, la cual pueda con aproximación darse aquí y ahora, corresponde a la ideal situación que es el asunto mitológico. Baco es una escena cualquiera de borrachos, Vulcano es una fragua, las Parcas un taller de tapicería, (…) Es decir, que Velázquez busca la raíz de todo mito en lo que podríamos llamar su logaritmo de realidad, y eso es lo que pinta (…) De este modo la jocunda fantasmagoría pagana queda capturada dentro de la realidad, como un pájaro en la jaula”[3]



[1] Ortega y Gasset: “Velázquez”, O. C. Tº 8, pp. 473-474.

[2] Ortega y Gasset: “Velázquez”, O. C. Tº 8, pp. 478 a 480.

[3] Ortega y Gasset: “Velázquez”, O. C. Tº 8, pp. 481-482.

sábado, 6 de noviembre de 2021

LO QUE EN ÚLTIMA INSTANCIA BUSCAMOS SIEMPRE ESTARÁ MÁS ALLÁ DE LO QUE LLEGUEMOS A ENCONTRAR

 


    “Cada cual es “el que tiene que llegar a ser”, aunque acaso no consiga ser nunca” (Ortega y Gasset[1]).

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    “La realidad toda, el mundo real con ser tan grande cosa, resulta que, a su vez, no hermenéuticamente pero sí metafísicamente, es mero fragmento y, por eso, carece de sentido propio y nos obliga doloridamente a buscar el trozo que le falta, que nunca está ahí, que es el eterno ausente —y se llama Dios: el Dios escondido, Deus absconditus(Ortega y Gasset[2]).

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    “Filosofía es conocimiento del Universo o de todo cuanto hay, pero al partir ni sabemos qué es lo que hay, ni si lo que hay forma Universo o Multiverso, ni si, Universo o Multiverso, será cognoscible. La empresa, pues, parece loca. ¿Por qué intentarla? ¿No fuera más prudente excusarla —dedicarse no más a vivir y prescindir del filosofar? Para el viejo héroe romano, por el contrario, era necesario navegar y no era necesario vivir. Siempre Se dividirán los hombres en estas dos clases, de las cuales forman la mejor aquellos para quienes precisamente lo superfluo es lo necesario” (Ortega y Gasset (3)).



[1] Ortega y Gasset: “Goethe desde dentro”, O. C. Tº 4, p. 405

[2] Ortega y Gasset: “Introducción a Velázquez”, O. C. Tº 8, p. 586

[3] Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?”, O. C. Tº 7, p. 328.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

POR QUÉ LOS HOMBRES NO SOMOS IGUALES

 


   “(Hay un valor) que diferencia a los hombres en las dos clases más radicalmente distintas que pueden imaginarse. Me refiero a ese imperativo que algunos hombres sienten de ser mejor, se entiende, de ser siempre mejor de lo que ya son, de no vivir jamás en abandono y a la deriva de los usos en torno y de los propios hábitos, sino, por el contrario, exigirse a sí mismos y de sí mismos siempre más. Es, por excelencia, el imperativo de la nobleza del alma —noblesse oblige— y esto significa que poseer auténtica calidad de nobleza es sentirse a sí mismo no tanto como sujeto de derechos cuanto como una infinita obligación y exigencia de sí mismo ante sí mismo. Porque es indudable que no hay cosa —ni la más sencilla y cotidiana— que no se pueda hacer de dos maneras, una mejor y otra peor, y los que tienen esa vocación de propio mejoramiento, ante todo acto se hacen cuestión de cuál es su manera mejor. Seres de enérgica y lujosa vitalidad, no les basta con ser, sino que necesitan ser más, es decir, ser mejor, y entienden por vivir exigirse; imperativo de verdad caballeresco, porque quien a él va sometido es, a la vez, corcel y espuela. Y no importa la condición social en que el individuo se halla ni cuál sea su oficio u operación, porque en todas cabe el buen estilo frente al malo” (Ortega y Gasset[1]).


[1] Ortega y Gasset: “Introducción a Velázquez”, O. C. Tº 8, pp. 566-567.


lunes, 1 de noviembre de 2021

YO SOY YO Y MI CIRCUNSTANCIA... Y LO CONTRARIO


 

Mi circunstancia es la mitad de mí. La otra mitad soy yo. Así lo dice Ortega: “El individuo y el medio nacen el uno para el otro –más aún, el individuo no es sino la mitad de sí mismo; su otra mitad es su medio propio, con él forma la verdadera unidad superior que llamamos organismo” (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, 1988, p. 49.