jueves, 25 de noviembre de 2021

POR QUÉ ORTEGA TUVO QUE CORTAR SU CORDÓN UMBILICAL CON KANT

 


Ortega se crio filosóficamente en Alemania a los pechos de maestros neokantianos a los que siempre mostró gran respeto intelectual, igual que al mismo Kant, que es el principal referente filosófico de toda la generación de intelectuales que en Occidente han merecido la pena desde que él asomó en ese panorama.

Tuvo que hacer Ortega un gran trabajo intelectual para desprenderse de la filosofía kantiana, porque esta dejó abiertas vías intelectuales por las que han podido discurrir pensadores tan distantes, incluso opuestos, a Ortega como, por ejemplo, Foucault. Si la realidad a la que los hombres tenemos acceso no es tal realidad, sino una mera construcción, como dice Kant, Foucault podrá venir diciendo que, efectivamente eso es la realidad, toda realidad: una construcción, y que, por tanto, todas las construcciones posibles valen lo mismo. En suma, que la realidad no existe, que es lo que cada sujeto decida que es.

Para Ortega, por el contrario, la realidad sí que existe, no es algo que arbitrariamente podamos decidir lo que haya de ser. Es cierto que la realidad se ofrece en perspectivas diferentes a cada individuo: uno puede vivir al norte de una montaña y su perspectiva sobre ella será diferente de la de otro observador que la mire desde el sur. Pero la montaña no es una “construcción” del o de los sujetos. La circunstancia impone unos límites a lo que yo puedo ver y decidir hacer con ella. Incluso Ortega insiste mucho en el “destino”, que es el resultado de acoplar mi vocación (mi capacidad “constructiva”, podríamos decir) a mi circunstancia. La circunstancia (y, por tanto, el destino) no se elige ni se inventa, nos viene dada, más aún, impuesta. De Foucault, por ejemplo, ha salido la ideología queer, que supone que se puede elegir entre múltiples opciones a la hora de decidir el “género” al que pertenecer. Ortega entiende que la circunstancia, y aquí en concreto la circunstancia biológica, impone unos límites y se es hombre o mujer más allá de lo que uno decida.

Ortega, pues, desató a Kant de sus ligaduras con el idealismo. Decía de vez en cuando: “¡Salvémonos en las cosas!” (“¡Argentinos, a las cosas!”, en versión particularizada). Las cosas no son una mera construcción del sujeto: nos imponen límites, es algo con lo que, al contrario de lo que dice el idealismo, tenemos que contar. Y Ortega dijo que la superación del idealismo era “el tema de nuestro tiempo”. Porque (algunos lo vemos así) los epígonos del idealismo nos pueden llevar a la catástrofe.


No hay comentarios:

Publicar un comentario