Velázquez: "El triunfo de Baco" o "Los borrachos" (1629) |
Velázquez fue pionero en el movimiento que en
el arte comenzó a dejar de preocuparse por expresar belleza y volvió la mirada
hacia el mundo concreto, cotidiano y trivial, dando así expresión a un estado
de ánimo desilusionado que en España expresaba el cansancio en el que desembocó
aquel otro espíritu que había movido a los españoles un par de generaciones
antes a realizar grandes hazañas. El arte actual, diluido en la trivialidad, es
el hijo deforme de aquel genial Velázquez.
●●●●●●●●●
“La cantera que era la «belleza» y el formalismo está exhausta (…)
Velázquez vio con radical claridad la situación y debió en su interior exclamar
con irrevocable decisión: «¡La belleza ha muerto! ¡Viva lo demás!»”[1].
“El
«naturalismo» de Velázquez (así se denominó su pintura)
consiste en no querer que las cosas sean más que lo que son (…) En el siglo
XVII consistía la pintura en pintar cuadros religiosos y cuadros mitológicos
(…) Pues bien, Velázquez, apenas deja Sevilla, resuelve no pintar cuadros
religiosos (los pocos que pinta son normalmente encargos del Rey)” (2).
Eso sí, “Velázquez pinta mitologías. Ahí están Los
borrachos, que es una escena báquica; La
fragua de Vulcano, Marte, Las Hilanderas… Velázquez, ante un posible
tema de este género, se pregunta qué situación real, la cual pueda con
aproximación darse aquí y ahora, corresponde a la ideal situación que es el
asunto mitológico. Baco es una escena
cualquiera de borrachos, Vulcano es
una fragua, las Parcas un taller de
tapicería, (…) Es decir, que Velázquez busca la raíz de
todo mito en lo que podríamos llamar su logaritmo de realidad, y eso es lo que
pinta (…) De este modo la jocunda fantasmagoría pagana queda capturada dentro
de la realidad, como un pájaro en la jaula”[3]
No hay comentarios:
Publicar un comentario