viernes, 26 de septiembre de 2014

Por qué y cuándo la vida cansa

     La sumeria fue la primera civilización humana y tuvo su comienzo hacia el año 4000 a. J. C. Profundamente religiosos, los sumerios, sin embargo, no tenían con sus dioses unas relaciones cordiales: ni estos inspiraban afecto a los hombres ni ellos se lo ofrecían a los humanos. Más bien eran objeto de temor y de recelo, por su crueldad, su mezquindad y sus caprichos. Los dioses, en la visión que de ellos tenían los sumerios, no se preocupaban de los efectos que sus actos pudieran producir sobre la humanidad, fueran positivos o negativos. Los sacrificios que los sumerios les ofrecían no estaban tanto destinados a buscar sus favores cuanto a asegurarse su indiferencia; pedirles ayuda era algo condenado al fracaso e invitarles a participar de forma directa en la vida humana podía tener consecuencias imprevistas y con frecuencia desagradables. Por lo demás, el más allá que esperaba a los sumerios tras su muerte no era mejor, sino aún peor que la existencia angustiada y triste que habían tenido en este mundo. Los sumerios trataban de contrarrestar este superávit de rigurosidad y futilidad de la vida, tanto la cismundana como la transmundana, manteniendo una actitud resignada y sumisa ante los acontecimientos.

     La “Epopeya de Gilgamesh” es la primera gran obra literaria de la historia mundial, y en ella se narran las hazañas legendarias del que fuera rey de los sumerios, Gilgamesh. Allí se cuenta cómo, al final de sus días, el gran rey se quedó cavilando sobre la futilidad de la vida y el carácter transitorio, perecedero, de todas sus empresas y de las de la especie humana en general, hasta el punto de que, descorazonado, llegaba a preguntarse: “¿Por qué me molesto en trabajar para nada? ¿Hay alguien que se dé cuenta de lo que hago?”. Cioran sabía que esta actitud obedece a una ley general: “Lo que se llama 'experiencia' –dice– no es otra cosa que la decepción consecutiva a una causa por la que nos hemos apasionado durante un tiempo. Cuanto mayor haya sido el entusiasmo, mayor será la decepción. Tener experiencia significa expiar los entusiasmos”.

 
     Es este el mismo desengaño que le sobrevino a Don Quijote en el punto de inflexión vital que marcó su vuelta a la cordura, después de su delirante, y por ello apasionado, periplo aventurero. El momento quedó plasmado en las palabras que pronunció ante su hasta entonces fiel escudero, y desde entonces en situación de excedencia forzosa, Sancho Panza: “Yo hasta agora –dijo– no sé lo que consigo a fuerza de mis trabajos”. Justo entonces recobró la sensatez y, volviendo la grupa de su caballo, desanduvo lo andado, desilusionado y deprimido regresó a su lugar. Había llegado su hora final. Y es que, como Cioran sabía, “una pasión es perecedera, se degrada como todo aquello que participa de la vida”. Pero ¿se puede vivir sin pasión? “Las ascuas de nuestro interior –dice también Cioran– son los arquitectos de la vida, el mundo no es más que una prolongación exterior de nuestra hoguera”. Si Don Quijote decidió regresar fue, por tanto, porque había superado ya todos aquellos momentos en que la pasión nos tienta aún con perseverar a pesar de nuestras decepciones, con seguir haciéndonos esa pregunta en la que late todavía nuestro deseo de seguir viviendo y que Cioran enuncia así: “¿Por qué deponer las armas, por qué capitular, si aún no he vivido todas mis contradicciones, si conservo todavía la esperanza de un nuevo callejón sin salida?”

     Don Quijote, en fin, había llegado ya al final de su misión, aquella que el mismo Cioran formulaba diciendo: “Nuestra misión es realizar la mentira que encarnamos, lograr no ser más que una ilusión agotada”. Se había vuelto escéptico. “El escéptico –aclara Cioran– quisiera sufrir, como los demás, por las quimeras que hacen vivir. No lo consigue: es un mártir de la sensatez”. Pero efectivamente, como don Quijote, necesitamos de algo así como un delirio, una mentira quizás, al menos una ilusión que nos salve de la realidad. Necesitamos de algo más que lo que hay, de algo que no se podría llegar a conocer, porque no es real. “Conocer, ordinariamente –seguimos con Cioran–, es estar de vuelta de algo; conocer, absolutamente, es estar de vuelta de todo. La iluminación representa un paso más: consiste en la certeza de que en adelante no se volverá a ser víctima del engaño, es una última mirada sobre la ilusión”. Necesitamos esperar algo que dé sentido a nuestra vida, y para llegar hasta eso la realidad se muestra escasa, insuficiente. “Lo que irrita en la desesperación –sabe asimismo Cioran– es su legitimidad, su evidencia, su ‘documentación’: puro reportaje. Considérese, por el contrario, la esperanza, su generosidad en el error, su manía de fantasear, su rechazo del acontecimiento: una aberración, una ficción. Y es en esa aberración en lo que consiste la vida y de esa ficción de lo que se alimenta”.

     Los momentos de desánimo afectan tanto a los hombres como a las civilizaciones. La civilización micénica, que se desarrolló fundamentalmente en la Grecia continental en la etapa más tardía de la Edad del Bronce (1580 a 1100 a. J. C.), tuvo un dramático derrumbamiento cuyas causas se desconocen, pero que vino a coincidir con la ola de destrucción que inmediatamente barrió de norte a sur todo el Oriente Próximo, la zona geográfica en la que se asentaban las que eran primeras civilizaciones humanas. Aquella devastación que arrasó todo a su paso fue obra de los que se denominaron “pueblos del mar”, y vino posiblemente a complementar desde fuera la que quizás se originó en una previa pulsión autodestructiva de los micénicos. De esa manera, comenzó una edad oscura para Grecia que duró más de trescientos años. La población disminuyó de manera dramática y constante, y los restos de cerámica y enterramientos sugieren que aquel mundo permaneció estático y empobrecido durante todo ese tiempo.

     Los griegos clásicos heredaron de aquellos otros de la edad oscura su particular manera de sentir la religión. Igual que los sumerios, también los griegos recelaban de sus dioses, que eran caprichosos y poseían todos los defectos de los seres humanos, e incluso disfrutaban interfiriendo en los asuntos de los hombres. Así que tenían que ser aplacados y había que propiciar su benevolencia, pero era inconveniente fiarse de ellos por completo. Los individuos confiaban más en sus propias fuerzas que en lo que los dioses pudieran hacer por ellos, pero también resultaba peligroso enorgullecerse demasiado de uno mismo, sentimiento que los griegos denominaban hubris, porque ello atraía la atención de los dioses, que sentían gran deleite en castigar a los hombres que mostraran tal actitud. “Los antiguos –matiza Cioran– desconfiaban del éxito porque temían la envidia de los dioses, pero también el peligro del desequilibrio interior causado por cualquier éxito como tal”. Sin embargo, aquella actitud de autosuficiencia frente a los dioses acabó también generando el culto a los héroes al final de la edad oscura, a medida que la riqueza fue aumentando y empezó a despuntar el grupo de “los mejores hombres”. Parece que, no solo los hombres, sino también las civilizaciones, una vez alcanzado el callejón sin salida al que conducen las aspiraciones que las ponen en marcha, acaban encontrando la pista de un nuevo, y de momento prometedor, callejón que las vuelve a poner en marcha. “El devenir: una agonía sin desenlace”, decía, confirmando esto mismo, Cioran.

     Pero esta es una idea a la que hay que añadir su complementaria: “Tras alcanzar su plenitud, las cosas decaen”, dice el Tao te King. También Ortega y Gasset redunda en la idea: “Al alcanzar una forma su máximo se inicia su conversión en la contraria”. O, a su manera, el mismo Cioran, que dice: “No he conocido una sola sensación de plenitud, de dicha verdadera sin pensar que ese era el momento justo de retirarme para siempre”. Esta idea sobre la decadencia nos permite tener dónde encajar intelectualmente aquella otra decadencia efectiva que precisamente ocurrió con el Imperio romano, y sobre la cual sostenía Cioran: “Los romanos no desaparecieron de la superficie de la tierra a causa de las invasiones bárbaras, ni del virus cristiano; un virus mucho más sutil les resultó fatal: Una vez ociosos, tuvieron que afrontar el tiempo vacío, maldición soportable para un pensador, pero tortura sin igual para una colectividad (...) La temporalidad huera caracteriza el aburrimiento. La aurora conoce ideales; el crepúsculo solamente ideas, y en lugar de pasiones, la necesidad de diversión. La Antigüedad que tocaba a su fin intentó curar ese hastío característico de todas las decadencias históricas mediante el epicureísmo o el estoicismo. Simples paliativos (...) que ocultaron, falsearon o desviaron el mal, sin anular su virulencia. Un pueblo colmado sucumbe víctima del tedio, como un individuo que ha ‘vivido’ y que ‘sabe’ demasiado” (cualquier parecido de esto con la actualidad, no es pura coincidencia).

     Vamos en busca, en fin, de algo que no nos da la realidad, de algo que no existe: un ideal, una quimera… hay quien lo llama Dios. Y en eso consiste la vida, la de los hombres y la de las civilizaciones. Desistir de buscar eso que nunca llegaremos a encontrar equivale a disponerse a morir, como le ocurrió a Don Quijote cuando regresó de vuelta a su lugar, allí donde todo era conocido y previsible. Y si del microcosmos de la vida individual pasamos al macrocosmos de las civilizaciones, podremos acogernos a la reflexión que sobre la muerte de las mismas hace Gustave Le Bon, que dice: “Con la definitiva pérdida del antiguo ideal, la raza concluye perdiendo también su alma (…) Presenta todas sus características transitorias, sin consistencia y sin mañana. La civilización carece ya de solidez y cae a merced de todos los azares. La plebe es reina y los bárbaros avanzan”. Concluyamos, sin embargo, inclinándonos hacia la vertiente esperanzadora de nuestra paradoja o dilema existencial, con estas otras palabras de Ortega: “La vida ha triunfado sobre el planeta gracias a que en vez de atenerse a la necesidad la ha inundado, la ha anegado en exuberantes posibilidades, permitiendo que el fracaso de una sirva de puente para la victoria de otra”.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

¡Alerta! El camino que llevamos conduce hacia una Europa islámica

     Dentro de una generación o dos, ya solo quedará lamentarse. He aquí el discurso pronunciado por Geert Wilders, del Partido para la Libertad, miembro del Parlamento de Holanda, pronunciado en el Hotel Four Seasons de New York al presentar una Alianza de Patriotas y anunciar la Conferencia para Enfrentar la Jihad en Jerusalén.

     Estimados amigos. Les agradezco mucho el haberme invitado. He venido a EEUU con una misión. No todo anda bien en el Viejo Mundo. Existe un tremendo peligro acechando. Y es muy difícil ser optimista. Es muy posible que ya estemos transitando las últimas etapas de la Islamización de Europa.


Esto ya no es solamente un peligro claro y actual para el futuro de Europa en sí, sino una amenaza a América y a la mera supervivencia de todo el mundo Occidental. Estados Unidos es el último bastión de la civilización Occidental , enfrentando a una Europa islámica.

En primer lugar les describiré la situación en tierras de Europa misma. Y luego, les diré algunas cosas sobre el Islam. Y para cerrar les contaré algo sobre una reunión realizada en Jerusalén.

La Europa que Uds. conocen está cambiando. Probablemente, Uds. ya hayan visto los hitos. Pero en todas estas ciudades, a veces, a apenas unas pocas cuadras del destino que llevan Uds. como turistas, existe otro mundo. Es el mundo de la sociedad paralela que ha creado la migración masiva musulmana.

A través de toda Europa está surgiendo una nueva realidad: barrios enteros de musulmanes donde poquísimos personas nativas residen o si quiera son vistas. Y en el caso de serlo o estarlo, muy posiblemente se arrepientan. Esto se aplica también a la policía.

Es el mundo de las cabezas envueltas en pañuelos, donde las mujeres caminan enfundadas en carpas que deforman sus figuras, empujando cochecitos de bebes y llevando otros niños de la mano. Sus esposos, o si Uds. prefieren "sus amos", caminan por delante a unos tres pasos de distancia. Hay mezquitas en prácticamente cada esquina. Los negocios muestran carteles escritos en letras que NO puedo leer. Por ningún lado podrán ver que se esté desarrollando alguna actividad económica. Estos son los ghettos musulmanes controlados por fanáticos religiosos. Estos son los barrios musulmanes, y están surgiendo en todas las ciudades de Europa como si fuesen hongos. Estos son los bloques de edificios construidos de tal forma que puedan ser territorialmente controlados en grandes porciones de Europa, calle por calle, barrio por barrio, ciudad por ciudad.

    

A través de toda Europa hay ahora miles de mezquitas. Cuentan con congregaciones mucho más grandes de las que tiene otras iglesias. Y en cada ciudad europea ya existen planos para la construcción de "súper-mezquitas" que no harán sino convertir en pigmeos a todas las otras iglesias de la región. No cabe duda, el mensaje es: NOSOTROS REINAMOS.
Muchas ciudades europeas tienen ya una cuarta parte de su población que es musulmana; tomen como ejemplo a Ámsterdam, Marsella y Malmo en Suecia. En muchas ciudades la mayoría de la población menor de 18 años es musulmana. Paris está ahora rodeada por un anillo de barrios musulmanes. El nombre más común que se escucha llamar a los niños en muchas ciudades es: MOHAMMED. En algunas de las escuelas primarias de Ámsterdam ya ni se mencionan las granjas, porque de hacerlo así significaría mencionar al cerdo, y eso sería un insulto para los musulmanes. Muchas de las escuelas estatales en Bélgica y Dinamarca sirven solamente alimentos "halal" a sus alumnos.
En la Ámsterdam que una vez fue tolerante, ahora se castiga físicamente a los gays por parte, exclusivamente, de los musulmanes. Las mujeres que no son musulmanas deben escuchar que se las llame "putas, putas". Las antenas satelitales no apuntan hacia las estaciones de TV, sino hacia las estaciones del país de origen.
En Francia, a las/los maestras(os) de escuela se les recomienda no introducir en su plan de enseñanza autores que se puedan considerar ofensivos para los musulmanes, incluyendo a Voltaire y Diderot; y lo mismo está sucediendo cada vez con más fuerza respecto de Darwin. La historia del holocausto ya no se puede enseñar porque los musulmanes se ofenden.
En Inglaterra, los tribunales "sharia" han pasado a ser parte oficial del sistema legal británico. Muchos barrios de Francia son ahora áreas por donde ninguna mujer puede caminar sin cubrirse la cabeza. La semana pasada un hombre casi muere tras haber recibido una feroz paliza por parte de musulmanes en Bruselas.
Les aseguro que podría seguir relatando historias como estas durante horas y horas. Historias sobre la islamización de Europa. Un total de 54 millones de musulmanes viven ahora en Europa. La Universidad de San Diego ha calculado recientemente que no menos del 25% de la población europea será musulmana en apenas los próximos 12 años a contar desde ahora. Y Bernard Lewis pronostica que habrá una mayoría musulmana para cuando finalice este siglo.
Pero estas son nada más que cifras. Y las cifras no serían una amenaza si los inmigrantes musulmanes mostrasen que estuvieran dispuestos a integrarse adecuadamente en la sociedad que los acoge. Pero apenas dan muestras de desear tal cosa. El Centro de Investigaciones Religiosas francés informó que la mitad de los musulmanes franceses consideran que su lealtad para con el Islam es mucho más importante que su lealtad para con Francia. Un tercio de los franceses musulmanes NO rechazan los ataques suicidas. El Centro Británico por la Cohesión Social informó que un tercio de los estudiantes británicos musulmanes está a favor de la instauración del califato a nivel mundial. Los musulmanes exigen lo que ellos llaman "respeto". Y así es como nosotros les damos nuestro respeto: el Fiscal General de nuestro país, que es una democracia cristiana, está dispuesto a aceptar la sharia en los Países Bajos si se constata que en el ámbito de aplicación hay una mayoría musulmana. Personalmente yo me refiero a estos actores, denominándolos "colonizadores", porque eso es lo que son. No vienen para integrarse en nuestra sociedad; vienen para que nuestra sociedad se integre a su Dar-al-Islam. Por lo tanto, solo pueden ser calificados como "colonizadores".
Buena parte de la violencia callejera que les relato está dirigida casi exclusivamente contra los no-musulmanes, y su objeto es forzar a que la gente objeto de su violencia abandone sus barrios, sus ciudades, sus países. Es más, los musulmanes están dispuestos a todo para que nadie los ignore.



 

Lo segundo que Uds. deben conocer es la importancia que tiene el profeta Mohammed. Su comportamiento es un claro ejemplo para todos los musulmanes y en modo alguno podrá ser criticado. Ahora bien, si Mohammed (Mahoma) hubiese sido un hombre de paz, digamos como Ghandi y la Madre Teresa -ambos aunados- no habría ningún problema. Pero, resulta ser que Mahoma fue un jefe guerrero, asesino de masas, pedófilo, que tuvo muchas esposas, todo al mismo tiempo. La tradición islámica nos relata cómo peleaba en las batallas, de qué manera asesinaba a sus enemigos o ejecutaba a sus prisioneros de guerra. Fue Mahoma en persona quien ejecutó a la tribu judía de Banu Qurayza. Su pensamiento es este: si es bueno para el Islam, todo está bien. Y si es malo para el Islam, todo está mal.
No se dejen engañar con eso de que el Islam es una religión. Seguro que tienen un dios y también un más allá, y 72 vírgenes esperándoles en él. Pero en su esencia el Islamismo es una ideología política. Es un sistema que fija reglas detalladas para la sociedad y la vida de cada individuo. El islamismo pretende dictar leyes que hacen referencia a todos los aspectos de nuestras vidas. Islamismo significa SUMISION TOTAL. El Islamismo no es compatible con la libertad y la democracia, porque su meta es solamente la "sharia". Si Uds. quieren comparar el islamismo con alguna otra cosa, compárenlo con el comunismo o el nacional-socialismo, que son todas ellas ideologías totalitarias.

Ahora ya deberían saber Uds. por qué Winston Churchill cuando hablaba del Islam, se refería a ellos como "la fuerza más retrograda en todo el mundo" y por qué comparaba el famoso libro MEIN KAMPF con el Corán. El público en general ha aceptado de buen grado el discurso palestino. Ese pequeño país que es Israel, situado sobre una defectuosa línea divisoria de la jihad, frustra el avance territorial del Islam. Israel está enfrentando las líneas de avance de la jihad, como Kashmir, Kosovo, las Filipinas, el sur de Tailandia, Darfur en Sudan, Líbano y Aceh en Indonesia. Igual que lo que sucedió con Berlín Occidental durante la Guerra Fría respecto del mundo soviético. Dios no permita que Israel caiga, pues si así fuera ello no conllevaría para el mundo Occidental ninguna clase de consuelo o paz. Ni tampoco significaría que nuestras minorías musulmanas vendrían a modificar repentinamente su comportamiento o que aceptarían nuestros valores. Muy al contrario, el hecho de que Israel dejase de existir haría que las fuerzas del Islam se fortalecieran enormemente.

Y, con toda la razón a su favor, verían que la desaparición de Israel no sería otra cosa que la prueba irrefutable de que el mundo occidental es débil y está condenado. El fin de Israel no significaría el fin de nuestros problemas con el islamismo, sino apenas el comienzo. Significaría el comienzo de la batalla final por el dominio del mundo. Muchos mal llamados periodistas se animan a calificar cualquier crítica al islamismo como proveniente de "racistas" o "extremistas de la más rancia derecha". En mi país, Holanda, sin embargo, el 60 por ciento de la población considera hoy que la inmigración masiva de musulmanes representa la política más equivocada que se haya instaurado desde la Segunda Guerra Mundial. Y otro 60% de la población, que el Islam es la amenaza más importante con la que nos enfrentamos.
Pero existe un peligro mucho más grande aún que los ataques terroristas, y es la posibilidad de un escenario en el que EEUU sea el último pueblo en pie. Podría suceder que las luces de Europa se apagaran mucho antes de lo que podamos imaginar. Una Europa islámica significaría una Europa sin libertad y sin democracia, un territorio desierto económicamente, una pesadilla intelectual, y la pérdida del poder militar para América –por cuanto sus aliados se convertirían en enemigos, enemigos con bombas atómicas. Con una Europa Islámica, solo nos quedaría EEUU para preservar la herencia de Roma, Atenas y Jerusalén.

Estimados amigos, la libertad es el más preciado bien que se nos ha legado. Mi generación nunca tuvo que pelear por su libertad, nos fue ofrecida en bandeja de plata por gente que peleó por ella y ofrendó su vida. En toda Europa, los cementerios americanos nos recuerdan la Segunda Guerra Mundial, y a los jóvenes soldados que no pudieron volver a sus hogares, a quienes siempre recordaremos agradecidos. Mi generación no es la dueña de esta libertad, apenas si somos sus custodios. Tan solo podemos traspasarles esta libertad ganada con mucho sacrificio a los niños de Europa de la misma manera que nos fue entregada a nosotros. No podemos ceder ante los "mullahs" e "imams". Las generaciones futuras jamás nos lo perdonarían. En modo alguno podemos despilfarrar nuestras libertades. Simplemente NO TENEMOS NINGUN DERECHO DE HACERLO. Debemos tomar ya mismo las decisiones necesarias para frenar esta estupidez Islámica que pretende destruir este mundo libre que tenemos ahora.

Ruego a todos Uds. se tomen unos minutos para leer todo esto que he escrito. Y también les ruego lo hagan llegar a todos sus conocidos, porque es muy, pero que muy im.ortante.





GEERT WILDERS

sábado, 6 de septiembre de 2014

Por qué me da pánico Podemos

     Más o menos como San Juan de la Cruz, a raíz de las últimas encuestas sobre intención de voto he tenido uno de esos diálogos silenciosos con mi alter ego. Bueno, los de nuestro místico y poeta eran de más categoría: se desarrollaban entre el alma y Cristo, y eran también más brillantes y eufónicos, pero no he sentido que ello fuera obstáculo suficiente como para que finalmente no me haya animado a, filtrado a través del teclado, transcribirlo aquí:

     –¿A qué viene tanta escandalera? –empezó por preguntarme mi alter ego en decidido tono admonitorio–. ¡Pánico! ¿No es Podemos un partido regeneracionista como el tuyo, UPyD? ¿No están dispuestos, como vosotros, a acabar con la casta política, su corrupción, sus clientelas, sus privilegios?

     –Pues sí, pero… –empecé a contestarle yo, un poco acomplejado por la severidad de su tono.

     –¡Qué peros ni qué puñetas! –me interrumpió bruscamente mi alter ego, que ni de lejos tiene el estilo ni las formas que los de nuestro esplendoroso místico–. Sabes bien que Pablo Iglesias, el político más valorado por el electorado español, es un tío sobresaliente, carismático, el político más elocuente de todos, incluida Rosa Díez, que desde que él ha aparecido ha pasado a segundo lugar. Por si fuera poco, cuando estudiaba Ciencias Políticas sacaba matrículas, no como esa cuadrilla de tarugos pretenciosos, cuando no de simples mangutas, que tenemos en la clase política…

     –Ya, pero recuerda –me permití responder tímidamente– cómo Pablo dirigió un boicot a una conferencia que iba a dar Rosa Díez en 2010, en la Universidad Complutense de Madrid, en la que se la llamaba fascista y esas cosas que los totalitarios suelen espetarles a los simples demócratas que tratan de hacer uso de su libertad de expresión, lo cual me permite sospechar que su aire educado, elegante y propio de quien no se niega a dialogar con nadie, es pura fachada…

      –Bueno, a ver –el tono de mi alter ego se había vuelto, por fin, más condescendiente–, explícame cuáles son las razones de ese pánico que a mí, como a todos tus amigos que quieren votar a Podemos, me parece desproporcionado, tío.

     Empecé entonces a desgranar mis argumentos:

 
     –Podemos, aunque ahora sabe que no toca alardear de ello, es un partido comunista. En esta fase que su dirigente Juan Carlos Monedero denomina de “leninismo amable”, propone ya la estatalización de la economía y un aumento desorbitado del gasto público, lo cual, a un estado que está ya al borde de la sostenibilidad económica le pone en franca dirección hacia la bancarrota. Para conseguir el dinero necesario para financiar su plan de gastos dicen que lo primero que hay que hacer es dejar de pagar la deuda del estado (con lo que demos por descontado, querido alter ego, que los inversores se irán corriendo como alma que lleva el diablo); lo segundo, salirse del euro y hacer una moneda común junto a los pringaos de Grecia e Italia, para poder acuñar todo el dinero que haga falta. Eso nos llevaría a una inflación desorbitante: Argentina y Venezuela, sus referentes modélicos, tendrán este año una inflación entre el 30 y el 60 %, es decir, que nuestros ahorros se devaluarían en esas mismas proporciones. Y en fin, lo siguiente en una economía estatalizada sería una espectacular subida de los impuestos: si ya con los que tenemos, la economía productiva está bloqueada, imagínate, entre unas cosas y otras, lo que pasaría entonces: ni más ni menos que lo que ha pasado en todos los países comunistas o comunistizantes, que, a pesar de que se presentaban con el mensaje de que venían a regenerarlos, los han acabado arruinando.

     –¡Eh, espera! –me interrumpe mi alter ego– Lo de Argentina, pase, porque Monedero, el factótum de Podemos, ha dicho este mismo pasado mes de agosto que sí, que la Argentina de Kirchner es un "ejemplo de democracia" y "la vanguardia de la posibilidad de la democracia en el mundo". Pero respecto de Venezuela dicen que están cansados de que los asocien con aquel régimen, así como con Cuba…

     –Sí –contesto–. Son unos grandes estrategas y unos maestros de la comunicación… o del camuflaje, y saben que ahora, para que no se asuste el personal, no toca hablar de “comunismo”, “expropiaciones”, “socialización de la economía”, “supresión de la libertad de prensa” (en otros momentos han hablado de esas cosas con claridad)… pero con ellos iríamos a eso, como fueron en Cuba y en todos los regímenes que han seguido sus huellas en Hispanoamérica. La llamada a la “regeneración” de Podemos es del mismo tipo que la que le permitió a Lenin subir al poder. Este no se presentó en Rusia pidiendo la dictadura del proletariado, sino pidiendo “¡Paz!”. Entonces, al final de la Primera Guerra Mundial, Lenin estaba en la fase de “leninismo amable”. En la actualidad, a estos nuevos leninistas lo que les toca es decir que su referente en Educación es Finlandia y cosas así. Pero Monedero fue consejero a sueldo de Hugo Chávez durante varios años: no es que Chávez le aconsejara a él, sino al revés. Además, no hay más que ver lo que propone Podemos para saber que tiene un proyecto de país coincidente con el de Venezuela y el de Cuba. El mismo que ha llevado a estos países, y también a Argentina, a la ruina.

     Por ejemplo, y para empezar, mi querido alter ego, repasemos lo que ha pasado en Argentina. Argentina, entre los años 1870 y 1950, estuvo situada entre las primeras potencias mundiales. En el primer tercio del siglo XX, era uno de los diez países más ricos del mundo; hoy es el número 59, a la altura de México, Líbano o Gabón, y muy próximo a Venezuela (puesto 64). Sin embargo, aquella economía abierta, favorable a la libre empresa, fue cediendo terreno paulatinamente al intervencionismo estatal, que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, tomó la forma de peronismo que, de una u otra manera, preside Argentina desde los años 50 (el peronismo es un socialismo de raíz fascista, como el del mismo Mussolini; Perón, asimismo, acogió y dio cobijo a centenares de nazis huidos de Alemania tras su derrota). Argentina pasó así de tener una economía abierta y un estado pequeño, a una economía cerrada al comercio internacional y fuertemente intervenida, con un gasto público cada vez mayor.

     Entre esas medidas intervencionistas destaca que, en línea, casi literalmente, con lo que ahora propone Podemos, nacionalizó varias industrias, como los servicios de electricidad, gas, teléfono, ferrocarriles, transporte urbano, medios de comunicación, etc. Las prácticas populistas de Perón acabaron con el superávit de la balanza de pagos acumulado durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces Perón recurrió a la emisión masiva de dinero a través del banco central, generando una elevada inflación. Asimismo, subió los impuestos,  introdujo rígidos controles sobre la producción y la libre contratación de servicios y trabajadores; fijó precios en el mercado del alquiler y suspendió los embargos inmobiliarios. Por este derrotero, Argentina llegó al punto en que tomó la decisión de forma unilateral de declararse en default (suspensión de pagos de la deuda) en 2001, lo cual generó el temido corralito de 2002. El también justicialista (es decir, peronista) Néstor Kirchner conquistó la Presidencia en 2003, sucediéndole en el cargo su mujer, Cristina Fernández de Kirchner, en 2007. Así pues, el kirchnerismo lleva más de una década impulsando una política económica inspirada en la etapa peronista y bajo la órbita del anterior líder venezolano, Hugo Chávez.

     Según el Banco Mundial, la renta per cápita de Argentina, en términos de poder de compra (descontando inflación), apenas superaba los 15.500 dólares en 2010, un 70% menos que EEUU, un 60% inferior a Japón o Alemania y la mitad que Francia o Italia.

     –Bueno –balbucea mi alter ego, al que empiezo a sentir cómo se va batiendo en franca retirada–… Pero no puedes negar que quienes decidieron intervenir la economía en Argentina tenían buena intención. Eva Perón, Evita para sus muchos amigos, decía: "Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi vida".

     –Sí, a mí la que me daría miedo es más bien aquella misma Eva Perón cuando decía: "No dejaré piedra sobre piedra que no sea peronista". En esa tarea siguen aún hoy en Argentina. También me produce pavor aquella fórmula quintaesenciada del utopismo que esta misma mujer expresó diciendo: "Donde existe una necesidad nace un derecho”. Pero déjame, compañero de desvelos, seguir con mi relato; quiero darte también algún apunte sobre la forma en que ha evolucionado ese otro campo de pruebas para populistas-“bienintencionados”-que-quieren-acabar-con-corrupciones-previas que es Venezuela:

     Venezuela, efectivamente, a partir de la toma del poder por Hugo Chávez en 1998, siguió ese mismo camino hacia la estatalización de la economía y de la sociedad. Antes de Chavez había 16 ministerios; hoy hay 33, incluido uno de la “Suprema Felicidad”, que, por supuesto es algo que, como toda necesidad convertida en derecho, depende también del estado. En 1999 el estado tenía 900.000 empleados públicos; hoy son 2.300.000. Desde 1999, la devaluación del bolívar respecto del dólar ha sido del 997,83%. Y sin embargo, En 1999 el precio del petróleo, principal soporte de la economía venezolana, era de 10,57 dólares/barril, y hoy es de 110 dólares/barril, es decir, un 935.48% mayor. La deuda externa, a pesar de esa apreciación del valor del petróleo, desde 1999 hasta el inicio de 2014 se ha incrementado en el 200,67 %. El bolívar “fuerte”, por su parte, ha perdido el 79,36% de su poder adquisitivo solo en lo que va del 2014. Mientras tanto, el gobierno venezolano ha gastado más de 18 mil millones de dólares en compras de armamento de guerra, con un aumento en esas importaciones del 675%. Ese mismo gobierno tiene un latifundio mediático consistente en 731 medios de comunicación. El estado venezolano debe ahora mismo cerca de 12 mil millones de dólares a los propietarios de empresas que han pasado a estatalizarse; solo ha cancelado el 7% del total expropiado, sin posibilidad de que pague a sus legítimos propietarios el resto. 9 millones de venezolanos están en situación de pobreza y 4 millones de niños están fuera del sistema educativo (la población total de Venezuela es de 31 millones de habitantes).

     Y respecto de las consecuencias de desintegración social a la que lleva una política tan catastrófica, podemos decir que en Venezuela existen 15 millones de armas circulando sin ningún control. En 1999, primer año de la nueva era, el número de homicidios alcanzó la cifra de 4.500 personas, el 2013 llegó a las 25.400 personas; es decir, se ha incrementado en ese período en un 464%. El 97% de los delitos cometidos en el país quedan impunes.  

     –Entonces –interviene de nuevo mi alter ego y compañero de fatigas; ahora es él el que empieza a hablar con timidez–, cuando Hugo Chávez decía aquello de que “Toda mi vida y por amor a un pueblo, la dedicaré hasta el último segundo de ella, a la lucha por la democracia, al respeto de los derechos humanos. Yo lo Juro”

     –Pues yo le creería más cuando dijo aquello otro de que "soy un profundo peronista de corazón, porque el general Juan Domingo Perón fue un soldado de América y del pueblo que compartió la misma línea que San Martín y Bolívar, entre otros". Pero, en fin, déjame acabar con algún apunte sobre lo que ocurrió en aquel otro país, Cuba, el principal referente hispanoamericano de todos aquellos que quieren la regeneración a base de dar “todo el poder a los soviets”, que decían en la revolución rusa, y que ahora dicen: “todo el poder a los Círculos Podemos”.

     Fidel Castro llegó al poder en Cuba, con la intención de regenerar el país, acabar con la corrupción y con la casta política, en 1959. Durante los años cincuenta del pasado siglo, Cuba había sido el primer país en renta per cápita de Iberoamérica y el segundo/tercer país de América, superando a Italia, y en más del doble a España. Era el segundo país de Iberoamérica, tras Uruguay, en el consumo de calorías por habitante. En 1958, la ONU reconoció a Cuba como el primer país de Iberoamérica en número de médicos por habitante. En ese mismo año era el país de Iberoamérica con más automóviles. Mientras tanto, en el periodo comprendido de 1960-1979, ya con Castro, Cuba fue el único país de la América Latina con un crecimiento promedio negativo del PIB. Durante la década del 1991-2000, el promedio anual de “crecimiento” del PIB fue de -1.9%, en penúltimo lugar entre los países de la América Latina, superando solamente a Haití. Solamente desde el 1980 al 1989 tuvo un crecimiento positivo, debido a que recibió unos cinco mil millones de dólares al año en subsidios de la Unión Soviética. El Programa de desarrollo de las Naciones Unidas colocó a Cuba en 1999 en el penúltimo lugar de pobreza entre los países de América Latina, superando solamente a Haití.

     –Vale, vale, no sigas –me cortó de nuevo mi alter ego–. A fin de cuentas, aunque sea cierto lo que dices, harías mejor yéndote con tu “soledad sonora” y con tu “música callada” a otra parte, porque ni San Juan de la Cruz, ni tú, ni cien Casandras troyanas que volvieran a la vida ibais a conseguir ni un átomo de la audiencia y capacidad de seducción que consiguen Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero en La Tuerka.

     Eso fue un golpe bajo, una digresión meta-argumental por parte de mi alter ego que me dejó descolocado y sin respuesta. Decidí irme a la cama: había llegado ya la hora del insomnio y de los pánicos (con “p” de Podemos) nocturnos.