–¿A qué viene tanta escandalera? –empezó por preguntarme mi
alter ego en decidido tono admonitorio–. ¡Pánico! ¿No es Podemos un partido
regeneracionista como el tuyo, UPyD? ¿No están dispuestos, como vosotros, a acabar
con la casta política, su corrupción, sus clientelas, sus privilegios?
–Pues sí, pero… –empecé a contestarle yo, un poco
acomplejado por la severidad de su tono.
–¡Qué peros ni qué puñetas! –me interrumpió bruscamente mi
alter ego, que ni de lejos tiene el estilo ni las formas que los de nuestro esplendoroso
místico–. Sabes bien que Pablo Iglesias, el político más valorado por el
electorado español, es un tío sobresaliente, carismático, el político más
elocuente de todos, incluida Rosa Díez, que desde que él ha aparecido ha pasado
a segundo lugar. Por si fuera poco, cuando estudiaba Ciencias Políticas sacaba
matrículas, no como esa cuadrilla de tarugos pretenciosos, cuando no de simples
mangutas, que tenemos en la clase política…
–Ya, pero recuerda –me permití responder tímidamente– cómo
Pablo dirigió un boicot a una conferencia que iba a dar Rosa Díez en 2010, en
la Universidad Complutense de Madrid, en la que se la llamaba fascista y esas
cosas que los totalitarios suelen espetarles a los simples demócratas que
tratan de hacer uso de su libertad de expresión, lo cual me permite sospechar
que su aire educado, elegante y propio de quien no se niega a dialogar con
nadie, es pura fachada…
–Bueno, a ver –el tono de mi alter ego se había vuelto, por
fin, más condescendiente–, explícame cuáles son las razones de ese pánico que a
mí, como a todos tus amigos que quieren votar a Podemos, me parece
desproporcionado, tío.
Empecé entonces a desgranar mis argumentos:
–Podemos, aunque ahora sabe que no toca alardear de ello, es
un partido comunista. En esta fase que su dirigente Juan Carlos Monedero
denomina de “leninismo amable”, propone ya la estatalización de la economía y
un aumento desorbitado del gasto público, lo cual, a un estado que está ya al
borde de la sostenibilidad económica le pone en franca dirección hacia la
bancarrota. Para conseguir el dinero necesario para financiar su plan de gastos
dicen que lo primero que hay que hacer es dejar de pagar la deuda del estado
(con lo que demos por descontado, querido alter ego, que los inversores se irán
corriendo como alma que lleva el diablo); lo segundo, salirse del euro y hacer
una moneda común junto a los pringaos de Grecia e Italia, para poder acuñar todo
el dinero que haga falta. Eso nos llevaría a una inflación desorbitante:
Argentina y Venezuela, sus referentes modélicos, tendrán este año una inflación
entre el 30 y el 60 %, es decir, que nuestros ahorros se devaluarían en esas
mismas proporciones. Y en fin, lo siguiente en una economía estatalizada sería
una espectacular subida de los impuestos: si ya con los que tenemos, la
economía productiva está bloqueada, imagínate, entre unas cosas y otras, lo que
pasaría entonces: ni más ni menos que lo que ha pasado en todos los países
comunistas o comunistizantes, que, a pesar de que se presentaban con el mensaje
de que venían a regenerarlos, los han acabado arruinando.
–¡Eh, espera! –me interrumpe mi alter ego– Lo de Argentina,
pase, porque Monedero, el factótum de Podemos, ha dicho este mismo pasado mes
de agosto que sí, que la Argentina de Kirchner es un "ejemplo de democracia" y "la vanguardia de la posibilidad de la democracia en el
mundo". Pero respecto de Venezuela dicen que están cansados de que los
asocien con aquel régimen, así como con Cuba…
–Sí –contesto–. Son unos grandes estrategas y unos maestros
de la comunicación… o del camuflaje, y saben que ahora, para que no se asuste
el personal, no toca hablar de “comunismo”, “expropiaciones”, “socialización de
la economía”, “supresión de la libertad de prensa” (en otros momentos han
hablado de esas cosas con claridad)… pero con ellos iríamos a eso, como fueron
en Cuba y en todos los regímenes que han seguido sus huellas en Hispanoamérica.
La llamada a la “regeneración” de Podemos es del mismo tipo que la que le
permitió a Lenin subir al poder. Este no se presentó en Rusia pidiendo la
dictadura del proletariado, sino pidiendo “¡Paz!”. Entonces, al final de la
Primera Guerra Mundial, Lenin estaba en la fase de “leninismo amable”. En la
actualidad, a estos nuevos leninistas lo que les toca es decir que su referente
en Educación es Finlandia y cosas así. Pero Monedero fue consejero a sueldo de
Hugo Chávez durante varios años: no es que Chávez le aconsejara a él, sino al
revés. Además, no hay más que ver lo que propone Podemos para saber que tiene
un proyecto de país coincidente con el de Venezuela y el de Cuba. El mismo que
ha llevado a estos países, y también a Argentina, a la ruina.
Por ejemplo, y para empezar, mi querido alter ego, repasemos
lo que ha pasado en Argentina. Argentina, entre los años 1870 y 1950, estuvo
situada entre las primeras potencias mundiales. En el primer tercio del siglo
XX, era uno de los diez países más ricos del mundo; hoy es el número 59, a la
altura de México, Líbano o Gabón, y muy próximo a Venezuela (puesto 64). Sin
embargo, aquella economía abierta, favorable a la libre empresa, fue cediendo
terreno paulatinamente al intervencionismo estatal, que, desde el final de la
Segunda Guerra Mundial, tomó la forma de peronismo que, de una u otra manera,
preside Argentina desde los años 50 (el peronismo es un socialismo de raíz
fascista, como el del mismo Mussolini; Perón, asimismo, acogió y dio cobijo a
centenares de nazis huidos de Alemania tras su derrota). Argentina pasó así de tener una economía
abierta y un estado pequeño, a una economía cerrada al comercio internacional y
fuertemente intervenida, con un gasto público cada vez mayor.
Entre esas medidas intervencionistas destaca que, en línea,
casi literalmente, con lo que ahora propone Podemos, nacionalizó varias industrias, como los servicios de
electricidad, gas, teléfono, ferrocarriles, transporte urbano, medios de
comunicación, etc. Las prácticas populistas de Perón acabaron con el superávit
de la balanza de pagos acumulado durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces
Perón recurrió a la emisión masiva de dinero a través del banco central,
generando una elevada inflación.
Asimismo, subió los impuestos, introdujo rígidos controles sobre la producción y la libre
contratación de servicios y trabajadores; fijó precios en el mercado del
alquiler y suspendió los embargos inmobiliarios. Por este derrotero, Argentina llegó
al punto en que tomó la decisión de forma unilateral de declararse en default (suspensión de pagos de la
deuda) en 2001, lo cual generó
el temido corralito de 2002. El también justicialista (es
decir, peronista) Néstor Kirchner
conquistó la Presidencia en 2003, sucediéndole en el cargo su mujer, Cristina Fernández de Kirchner, en
2007. Así pues, el kirchnerismo lleva más de una década impulsando una
política económica inspirada en la etapa peronista y bajo la órbita del anterior
líder venezolano, Hugo Chávez.
Según el Banco Mundial, la renta per cápita de Argentina, en
términos de poder de compra (descontando inflación), apenas superaba los 15.500
dólares en 2010, un 70% menos que EEUU,
un 60% inferior a Japón o Alemania y la mitad que Francia o Italia.
–Bueno –balbucea mi alter ego, al que empiezo a sentir cómo
se va batiendo en franca retirada–… Pero no puedes negar que quienes decidieron
intervenir la economía en Argentina tenían buena intención. Eva Perón, Evita
para sus muchos amigos, decía: "Si este pueblo me pidiese la vida, se
la daría cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que toda
mi vida".
–Sí, a mí la que me daría miedo es más bien aquella misma
Eva Perón cuando decía: "No dejaré piedra sobre piedra que no
sea peronista". En esa tarea siguen aún hoy en Argentina. También
me produce pavor aquella fórmula quintaesenciada del utopismo que esta misma
mujer expresó diciendo: "Donde existe una necesidad nace un
derecho”. Pero déjame, compañero de desvelos, seguir con mi relato;
quiero darte también algún apunte sobre la forma en que ha evolucionado ese
otro campo de pruebas para populistas-“bienintencionados”-que-quieren-acabar-con-corrupciones-previas
que es Venezuela:
Venezuela, efectivamente, a partir de la toma del poder por
Hugo Chávez en 1998, siguió ese mismo camino hacia la estatalización de la
economía y de la sociedad. Antes de Chavez había 16 ministerios; hoy hay 33,
incluido uno de la “Suprema Felicidad”, que, por supuesto es algo que, como
toda necesidad convertida en derecho, depende también del estado. En 1999 el
estado tenía 900.000 empleados públicos; hoy son 2.300.000. Desde 1999, la
devaluación del bolívar respecto del dólar ha sido del 997,83%. Y sin embargo, En
1999 el precio del petróleo, principal soporte de la economía venezolana, era
de 10,57 dólares/barril, y hoy es de 110 dólares/barril, es decir, un 935.48%
mayor. La deuda externa, a pesar de esa apreciación del valor del petróleo,
desde 1999 hasta el inicio de 2014 se ha incrementado en el 200,67 %. El
bolívar “fuerte”, por su parte, ha perdido el 79,36% de su poder adquisitivo
solo en lo que va del 2014. Mientras tanto, el gobierno venezolano ha gastado
más de 18 mil millones de dólares en compras de armamento de guerra, con un
aumento en esas importaciones del 675%. Ese mismo gobierno tiene un latifundio
mediático consistente en 731 medios de comunicación. El estado venezolano debe ahora
mismo cerca de 12 mil millones de dólares a los propietarios de empresas que
han pasado a estatalizarse; solo ha cancelado el 7% del total expropiado, sin
posibilidad de que pague a sus legítimos propietarios el resto. 9 millones de
venezolanos están en situación de pobreza y 4 millones de niños están fuera del
sistema educativo (la población total de Venezuela es de 31 millones de
habitantes).
Y respecto de las consecuencias de desintegración social a
la que lleva una política tan catastrófica, podemos decir que en Venezuela
existen 15 millones de armas circulando sin ningún control. En 1999, primer año
de la nueva era, el número de homicidios alcanzó la cifra de 4.500 personas, el
2013 llegó a las 25.400 personas; es decir, se ha incrementado en ese período
en un 464%. El 97% de los delitos cometidos en el país quedan impunes.
–Entonces –interviene de nuevo mi alter ego y compañero de
fatigas; ahora es él el que empieza a hablar con timidez–, cuando Hugo Chávez
decía aquello de que “Toda mi vida y por amor a un pueblo, la
dedicaré hasta el último segundo de ella, a la lucha por la democracia, al
respeto de los derechos humanos. Yo lo Juro”…
–Pues yo le creería más cuando dijo aquello otro de que "soy
un profundo peronista de corazón, porque el general Juan Domingo Perón fue un
soldado de América y del pueblo que compartió la misma línea que San Martín y
Bolívar, entre otros". Pero, en fin, déjame acabar con algún
apunte sobre lo que ocurrió en aquel otro país, Cuba, el principal referente
hispanoamericano de todos aquellos que quieren la regeneración a base de dar “todo el poder a los soviets”, que
decían en la revolución rusa, y que ahora dicen: “todo el poder a los Círculos Podemos”.
Fidel Castro llegó al poder en Cuba, con la intención de
regenerar el país, acabar con la corrupción y con la casta política, en 1959. Durante
los años cincuenta del pasado siglo, Cuba había sido el primer país en renta
per cápita de Iberoamérica y el segundo/tercer país de América, superando a
Italia, y en más del doble a España. Era el segundo país de Iberoamérica, tras
Uruguay, en el consumo de calorías por habitante. En 1958, la ONU reconoció a
Cuba como el primer país de Iberoamérica en número de médicos por habitante. En
ese mismo año era el país de Iberoamérica con más automóviles. Mientras tanto,
en el periodo comprendido de 1960-1979, ya con Castro, Cuba fue el único país
de la América Latina con un crecimiento promedio negativo del PIB. Durante la
década del 1991-2000, el promedio anual de “crecimiento” del PIB fue de -1.9%,
en penúltimo lugar entre los países de la América Latina, superando solamente a
Haití. Solamente desde el 1980 al 1989 tuvo un crecimiento positivo, debido a
que recibió unos cinco mil millones de dólares al año en subsidios de la Unión
Soviética. El Programa de desarrollo de las Naciones Unidas colocó a Cuba en
1999 en el penúltimo lugar de pobreza entre los países de América Latina,
superando solamente a Haití.
–Vale, vale, no sigas –me cortó de nuevo mi alter ego–. A
fin de cuentas, aunque sea cierto lo que dices, harías mejor yéndote con tu
“soledad sonora” y con tu “música callada” a otra parte, porque ni San Juan de
la Cruz, ni tú, ni cien Casandras troyanas que volvieran a la vida ibais a
conseguir ni un átomo de la audiencia y capacidad de seducción que consiguen
Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero en La Tuerka.
Eso fue un golpe bajo, una digresión meta-argumental por
parte de mi alter ego que me dejó descolocado y sin respuesta. Decidí irme a
la cama: había llegado ya la hora del insomnio y de los pánicos (con “p” de
Podemos) nocturnos.
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ResponderEliminarSe me olvidaba, Podemos tiene todo el derecho del mundo a presentarse. Los que pensamos que esta en el camino "no correcto", ganamos más mostrando nuestras opciones que criticando las suyas.
ResponderEliminar¡Ay, amigo! Yo creo que el dontancredismo –que, dicho sea de paso, no me atrae nada– puede haber tenido eficacia en algún momento, por ejemplo, cuando a UPyD se la ha ignorado en la prensa durante tanto tiempo, pero no sería el caso ya con Podemos, cuya realidad no se puede obviar. A mí, no te ofendas por ello, lo que propones me recuerda un tanto a lo que hace Rajoy con los problemas: deja que pasen a su lado sin inmutarse, esperando que el hecho de desdeñarlos haga más por solucionarlos que el atacarlos frontalmente. Con esa táctica por parte de las instituciones en general, por ejemplo, el nacionalismo ha ido quemando etapas sin que nadie (me refiero a esas instituciones), desde este otro lado haya se haya planteado dar la batalla, al menos ideológica, a lo que ha ido ocurriendo sin mayores problemas durante más de treinta años.
ResponderEliminarEn fin, que yo creo que Podemos ya no tiene un problema de comunicación; al revés, son unos maestros en eso. No es posible ignorarles, y puesto que están arrollando y tratando de monopolizar la bandera de la regeneración, lo único que queda es plantar batalla. Y lo que nos queda son los argumentos, que tenemos muchos más que ellos; Podemos está extendiéndose por la vía sentimental, echando el anzuelo en la mala leche que hoy nos invade a los españoles. Los argumentos más “sólidos” que oigo entre sus futuros votantes tienen más o menos este formato: “los políticos tradicionales nos han llevado al desastre. Estos otros, al menos, merecen una oportunidad”.
No estoy hablando, desde luego, Temujin, de que ellos no tengan derecho a exponer sus opiniones y a presentarse a las elecciones, aunque sí tengo mis serias dudas de que ellos hicieran lo correlativo conmigo, con nosotros, si alcanzaran el poder; el boicot a Rosa Díez en la Complutense, en Madrid, no cometo la temeridad de tomármelo como una anécdota: es una categoría, como corresponde a un partido comunista (totalitario). Y mientras expongo mis argumentos en contra de lo que Podemos significa, yo creo que, por contraste, ya estoy haciendo una exposición positiva de esos argumentos.
No obsta todo esto para que te agradezca que me pinches con tus opiniones, que siempre son un estímulo para el debate.
Javier yo solo veo dos formas de conducirse, cuando afirmas tus ideas y sigues tu camino o cuando te dedicas a hablar de los demas. Cuando voy a vender camiones, procuro no hablar de otras marcas, porque no me gusta dar publicidad a otros, tan solo digo lo que ofrezco y su precio, el cliente (a pesar de lo que muchos creen) no es tonto.
ResponderEliminarEn fin, creo que te entiendo, pero yo no veo la manera de hablar de política (corrupción, nacionalismo, políticas económicas…) sin referirte a los políticos, y a sus partidos, que llevan adelante las políticas contra las que te opones. Por ejemplo, cuando tú en el último artículo de tu blog tratas de saber lo que pasó en la Alemania de los años 30, tienes que contextualizar y hablar de lo que hicieron los partidos alemanes, no solo de lo que tú hubieras hecho, ¿no? No creo que sea muy diferente de esto otro. Lo que somos lo somos en contraste con lo que no somos.
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