martes, 19 de abril de 2022

LAS DOS GRANDES CORRIENTES DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL (MÁS LA QUE ESTÁ LLEGANDO)

 

     La cultura occidental ha discurrido hasta ahora bajo la égida de dos grandes corrientes filosóficas: el realismo, desde los griegos hasta el fin de la Edad Media, y el idealismo, a lo largo de toda la Modernidad y hasta ahora. Para el realismo, la realidad radical son las cosas, el cosmos, la naturaleza, de la cual nosotros, los humanos, somos un apéndice más. Las cosas son entidades generales, universales, que la razón capta a través de los conceptos. Consecuencia práctica: el mundo tiene decidido lo que es sin contar con nosotros, y solo queda adaptarse a él, como hicieron los estoicos, o retirarse de él, como prefirieron hacer los cínicos o los monjes cristianos.

      Ya en el siglo XIII aparece Duns Scoto afirmando que el mundo no es algo definitivo: Dios podía haber querido que fuera otra cosa, y esto, su voluntad, hubiera sido lo decisivo. Por lo demás, las cosas no son buenas o malas en sí mismas, sino porque Dios lo ha querido así, pero podría haber querido lo contrario, y su voluntad sería asimismo lo decisivo. Junto con su alumno, Guillermo de Ockham, llevaron ambos a la filosofía a la conclusión de que no existe nada predeterminado; la libertad, en suma, (la fe con Lutero) está por encima incluso de la razón (que era la depositaria de los conceptos). Estas ideas no solo quedaron referidas a Dios, sino que afectaron también a los hombres: el mundo no estaba preestablecido, sino que pasaba a ser lo que el hombre quisiera que fuera. Descartes cambió la voluntad por otro atributo subjetivo: el pensamiento. Consecuencia práctica: aparecieron la libertad, la idea de progreso, el utopismo… El mundo podía cambiar. La realidad pasó a ser una dependencia de la voluntad y el pensamiento. También la ciencia recogió ese espíritu y, en vez de entender el mundo como algo dado, pasó a fundamentarse en el método hipotético-deductivo: la mente genera hipótesis que después se contrastan con los hechos. La mente, pues, lleva la iniciativa.

     Esta última etapa, el idealismo, no cuajó en las mentes latinas, que quedaron ancladas en el realismo… a la espera de incorporarse a la etapa que está ya llegando: el raciovitalismo (Ortega para los amigos).

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