“Lo estamos amando". Por pintora británica Polly
Phipps-Holland
“Mientras que la Edad Media, la Antigüedad e incluso la humanidad
entera desde sus primeros balbuceos vivieron en la convicción de un alma
sustancial, en la segunda mitad del siglo XIX se asiste al nacimiento de una psicología
«sin alma». Bajo la influencia del
materialismo científico, todo lo que no puede verse con los ojos ni
aprehenderse con las manos se pone en duda y, hasta sospechoso de metafísico,
se vuelve comprometedor. Desde ese momento sólo es «científico» y, por
consiguiente, admisible, lo que es manifiestamente material o lo que puede ser
deducido de causas accesibles para los sentidos (…) La creencia en la
sustancialidad del espíritu cedió, poco a poco, ante una afirmación cada vez
más intransigente de la sustancialidad del mundo físico, hasta que, al fin
—tras una agonía de casi cuatro siglos—, los representantes más avanzados de la
conciencia europea, los pensadores y los sabios, consideraron al espíritu como
totalmente dependiente de la materia y de las causas materiales” (Carl Gustav Jung [1]).
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“El predominio de los sentidos arguye de ordinario falta de potencias
interiores” (Ortega y Gasset[2]).
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“La
física se ocupaba y se ocupa sólo de realidades intermedias, de los fenómenos o
apariencias que emergen ante los sentidos (…) Las leyes físicas no son
descubiertas con un propósito utilitario, pero llevan en sí la condición de
poder ser siempre aplicadas, sirven para facilitar al hombre el detalle de su
vida, mas no resuelven, ni siquiera atacan los grandes problemas hincados en el
alma humana” (Ortega y Gasset[3]).
[1]
Carl Gustav Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, pp.
9-10.
[2]
Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”, O. C. Tº 1, p. 349.
[3]
Ortega y Gasset: “Pleamar filosófica”, O. C. Tº 3, pp. 346-347.
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