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“La sociedad es una realidad constitutivamente
enferma, deficiente —en rigor es, sin cesar, la lucha entre sus elementos y
comportamientos efectivamente sociales y sus comportamientos y elementos
disociadores y antisociales. Para lograr que predomine un mínimo de
sociabilidad y, gracias a ello, la sociedad como tal perdure, necesita hacer
intervenir con frecuencia su interno «poder público» en forma violenta y hasta
crear —cuando la sociedad se desarrolla y deja de ser primitiva— un cuerpo
especial encargado de hacer funcionar aquel poder en forma incontrastable. Es
lo que ordinariamente se llama el Estado” (Ortega y Gasset[1]).
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“La paz verdadera, no
nace del instinto, del hombre en estado de naturaleza. En la tragedia del
estado de naturaleza lo más natural es la guerra, la discordia. El hombre
frente a su igual se llena de terror y de recelo (…) Y lo peor del miedo es que
da miedo; entre hombres mutuamente aterrorizados la catástrofe es inevitable
(…) La angustia, el terror de todos. Es sin duda la lepra europea desde hace
tiempo. El verdadero ‘mal del siglo’ ” (María Zambrano[2]).
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“Los hombres
no experimentan placer ninguno (sino, por el contrario, un gran desagrado)
reuniéndose, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todos ellos (…) Con
todo ello es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un
poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que
se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos (…) Por
consiguiente, todo aquello que es consustancial a un tiempo de guerra, durante
el cual cada hombre es enemigo de los demás, es natural también en el tiempo en
que los hombres viven sin otra seguridad que la que su propia fuerza y su
propia invención pueden proporcionarles. En una situación semejante no existe
oportunidad para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no
hay cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de los artículos que pueden ser
importados por mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover
y remover las cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la
tierra, ni cómputo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es
peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del
hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve” (Thomas Hobbes[3]).
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“La causa final, fin o designio de los hombres (…) al introducir
esta restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir formando Estados)
es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida
más armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de guerra
que (…) es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres,
cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al
castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes de
naturaleza (…) Los pactos que no descansan en la espada no son más que
palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno” (Thomas
Hobbes[4]).
(0) PORTADA: Ortega y Gasset: “Miseria y esplendor de la traducción”, O. C. Tº 5, p. 440.
[1] Ortega
y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7,pp. 268-269.
[2] María
Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini,
2011,121
[3] Thomas Hobbes: “Leviatán”, 2 Ts. Madrid, Sarpe-Fondo de
Cultura Económica, 1983, Tº 1º, pp. 135-136.
[4] Thomas
Hobbes: “Leviatán”, 2 Ts. Madrid, Sarpe-Fondo de Cultura Económica, 1983, Tº
1º, p 175.
La esencia de toda la filosofia politica.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo.
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