“SI HABLA MAL DE ESPAÑA ES ESPAÑOL” (contesto a Pol Ze Nit)
La
idea de “sociedad” exige cierta capacidad de abstracción, la que permite
elevarse desde los intereses más particulares hasta los que lleva a
identificarse con esa identidad compartida. Los hombres del nivel más llano no
han vivido preocupados por la pertenencia a una colectividad cuyo perímetro
excediera de la más inmediata convivencia, la que normalmente coincide con la
comunidad de sangre. Han sido las élites las que tradicionalmente han
incorporado la idea del Estado, esto es, de la colectividad organizada que
trasciende de los lazos de sangre o de idioma. Y el pueblo llano lo que ha
hecho siempre al final ha sido vincularse a personas concretas (un señor, un
rey…), incapaces como eran de abstraerse hasta ese punto. Ortega habla de cómo
el Imperio romano se colapsó porque ni las élites supieron abstraerse en este
sentido y siempre encontraron una especial dificultad para alcanzar una
organización que, en lo fundamental, trascendiese el perímetro de la ciudad de
Roma. En la Edad Media y en el Antiguo Régimen, la masa social no se sentía
perteneciente a un reino o, mucho menos, a una nación. Solo llegaban a sentirse
súbditos de un señor o un rey de carne y hueso, un ser al menos potencialmente
tangible y concreto.
La
Ilustración supuso que se había llegado a la altura histórica necesaria para
que los hombres, los “individuos”, los nuevos “ciudadanos” pasaran a sentirse
vinculados a una “nación”. Pero esta idea de “nación” no llegó a cuajar
suficientemente en España (a la vista está: no habría más que recordar la
esperpéntica revolución cantonalista durante la I República). ¿Por qué? Pues
por nuestra incapacidad para la abstracción. Dice Ortega: “(Los
españoles) representamos en el mapa moral de Europa el extremo predominio de la
impresión. El concepto no ha sido nunca nuestro elemento”.
Por eso somos un pueblo tan poco dotado para la ciencia. Y por eso somos
incapaces (no todos, claro, pero sí una masa crítica suficiente) de trascender
del terruño o de la tribu. “España” es un concepto demasiado abstracto para
demasiados españoles. Y así nos va.
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