“Desnudo femenino de rodillas”-Edward Munch |
“¿La soledad no es, sin embargo, un terreno propicio para la locura?” (Cioran)[1].
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Cuenta Minkowski lo
que le decía uno de sus pacientes que padecía esquizofrenia: “Para
mí mi enfermedad reside en el hecho de que soy incapaz de establecer un
contacto duradero, permanente, normal, con el mundo exterior. Estoy al costado
de la vida. Lo que me rodea no llega a penetrarme, a tocarme”(2).
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Minkowski cita también a Eugen Bleuler, un pionero entre los
psiquiatras: “Los esquizofrénicos más avanzados que ya no tienen relación alguna con
el ambiente, viven en un mundo que es solo suyo (…) Llamamos autismo a esa
desvinculación de la realidad, acompañada de un predominio relativo o absoluto
de la vida interior”[3].
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Mary MacLane, una escritora esquizofrénica, describe en un
libro suyo, “Memorias de la introversión”, esa escisión que estaba sufriendo
desde su niñez entre el mundo externo y su mundo interior: “Lo menos importante en mi vida
es lo tangible –dice, refiriéndose, claro está, a lo que atañe al mundo
externo–. Lo único que tiene una real importancia son las cosas que ocurren
dentro de mí. Si hago algo cruel y no siento crueldad en mi Alma, no importa.
Si siento crueldad en mi Alma, aunque no haga nada cruel, me siento culpable de
una especie de carnicería y mis manos espirituales están manchadas de sangre.
Las aventuras de mi espíritu son más reales que las cosas exteriores que me
ocurren”[4].
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La
esquizoidia es una estructura caracterial que, sin llegar a ser esquizofrenia,
participa en algún grado de los rasgos de carácter que, exacerbados, llegarían
a identificarse con ella. Minkowski describe así al esquizoide: “El
esquizoide (…) en cada circunstancia lleva la antítesis ‘yo y el mundo’ hasta
sus límites extremos (…) vive, por ese hecho, en una atmósfera de conflicto
constante con el ambiente (…) El esquizoide casi siempre es insociable (…) Se
repliega sobre sí mismo, prefiriendo su mundo interior, su ensueño, a una
actividad exterior”[5].
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“No es posible vivir indefinidamente en estado de salud mental si uno
trata de ser un hombre desconectado de todos los demás y desacoplado inclusive
de gran parte del propio ser” (Ronald D. Laing, psiquiatra[6]).
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En sentido contrario, dice Ortega: “Naturalmente y en plena salud,
la atención iría siempre hacia lo de fuera, hacia el contorno vital más allá
del organismo”[7].
[1] E.
M. Cioran: “En las cimas de la desesperación”, Barcelona, Tusquets, pág. 67
[2] Eugène
Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p. 131.
[3]
Cit. en Eugène Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p.
96.
[4]
Citado en Louis A. Sass: “Locura y Modernismo”, Madrid, Dykinson, 2014, p. 137.
[5] Eugène
Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p. 28.
[6] Ronald
D. Laing: “El yo dividido”, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 135.
[7]
José Ortega y Gasset: “El Espectador”, Tº V, O. C. Tº 2, Madrid, Alianza, 1983,
p. 458
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