Diógenes con su farol |
“El filósofo no se coloca ante su objeto —el Universo—
como el físico ante el suyo, que es la materia. El físico comienza por definir
el perfil de ésta y sólo después comienza su labor e intenta conocer su
estructura íntima. Lo mismo el matemático define el número y la extensión, es
decir, que todas las ciencias particulares empiezan por acotar un trozo del
Universo, por limitar su problema, que al ser limitado deja en parte de ser
problema. Dicho de otra forma: el físico y el matemático conocen de antemano la
extensión y atributos esenciales de su objeto; por tanto, comienzan no con un
problema, sino con algo que dan o toman por sabido. Pero el Universo en cuya
pesquisa parte audaz el filósofo como un argonauta no se sabe lo que es.
Universo es el vocablo enorme y monolítico que como una vasta y vaga
gesticulación oculta más bien que enuncia este concepto rigoroso: todo cuanto
hay. Eso es, por lo pronto, el Universo. Eso, nótenlo bien, nada más que eso,
porque cuando pensamos el concepto «todo cuanto hay» no sabemos qué sea eso que
hay; lo único que pensamos es un concepto negativo, a saber: la negación de lo
que sólo sea parte, trozo, fragmento. El filósofo, pues, a diferencia de todo
otro científico, se embarca para lo desconocido como tal. Lo más o menos conocido
es partícula, porción, esquirla de Universo. El filósofo se sitúa ante su
objeto en actitud distinta de todo otro conocedor; el filósofo ignora cuál es
su objeto y de él sabe sólo: primero, que no es ninguno de los demás objetos;
segundo, que es un objeto integral, que es el auténtico todo, el que no deja
nada fuera y, por lo mismo, el único que se basta. Pero precisamente ninguno de
los objetos conocidos o sospechados posee esta condición. Por tanto, el
Universo es lo que radicalmente no sabemos, lo que absolutamente ignoramos en
su contenido positivo. En otro giro podíamos decir: a las demás ciencias les es
dada su objeto, pero el objeto de la filosofía como tal es precisamente el que
no puede ser dado; porque es todo, y porque no es dado tendrá que ser en un
sentido muy esencial el buscado, el perennemente buscado” (Ortega y Gasset) (1)
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(1) Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?, O. C. Tº 7, pp.
308-309.
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