sábado, 1 de mayo de 2021

LA SOLEDAD COMO FUENTE DE INSPIRACIÓN

 

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     “Estas mismas palabras (las habladas) tendrán ahora, en el escribir, distinta función; no estarán al servicio del momento opresor; ya no servirán para justificarnos ante el ataque de lo momentáneo, sino que, partiendo del centro de nuestro ser en recogimiento, irán a defendernos ante la totalidad de las circunstancias, ante la vida íntegra” (María Zambrano[1]).

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     “Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable” (María Zambrano[2]).

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     “Escribir es una forma de terapia; a veces me pregunto cómo se las arreglan las personas que no escriben, que no pintan o no componen para huir de la locura, la melancolía y el terrible pánico inherente a la condición humana” (Graham Greene[3]).

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     “Mi forma de escribir es pensar en voz alta, y seguir mi propio humor, más que pensar quién me está escuchando; y si me paro a pensar que sería apropiado decir a esta o aquella persona, muy pronto empezaría a dudar si algo sería apropiado en absoluto” (Thomas de Quincey[4]).

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     “Nadie puede tener las mismas ideas que otro si, de verdad, tiene ideas. La idea es personalísima e intransferible. Cuando un pensamiento nos es común corre grande riesgo de no ser una idea, sino todo lo contrario, un tópico. El tópico es el lugar, el lugar común, el sitio en que los hombres coinciden tanto, que se identifican y se confunden, cosa que no puede acontecer sino en la medida en que los hombres se mineralizan, se deshumanizan. En su verdad, en su autenticidad los hombres son incomunicantes” (Ortega y Gasset(5)).



(0) PORTADA: 0A-Ortega y Gasset: “El hombre y la gente, O. C. Tº 7, p. 146.

                        0B-Citado por Jaume Soler y Mercé Conangla en “Ecología emocional”, Barcelona, Amat, 2015, p. 205.

[1] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011, p. 32

[2] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011, p 31.


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