M. C. Escher-"Mano con esfera reflectante" |
Ortega dice que somos libres de seguir o no las indicaciones
de lo que nuestro yo auténtico nos plantea como necesario; somos libres, pues,
para ser lo que estamos obligados a ser si queremos ser auténticos, y de lo
cual nuestra vocación, nuestra voz interior, nos avisa.
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“Toda vida incluye un argumento. Y este argumento
consiste en que algo en nosotros pugna por realizarse y choca con el contorno a
fin de que éste le deje ser. Las vicisitudes que esto trae consigo constituyen
una vida humana. Aquel algo es lo que cada cual nombra cuando dice a toda hora:
Yo (…) nuestro yo no es sino esa reclamación —la pretensión incoercible de un
cierto existir (…) Nuestro yo es en cada instante lo que sentimos «tener que
ser» en el siguiente y tras éste en una perspectiva temporal más o menos larga.
No es, por tanto, el yo ni una cosa material ni una cosa espiritual: no es cosa
ninguna, sino una tarea, un proyecto de existencia. Esa tarea, ese proyecto, no
los hemos adoptado con deliberación ni albedrío: a cada cual le es impuesto su
yo en el momento mismo en que es yo. Esto no quiere decir que no haya en el
hombre un mecanismo llamado «voluntad» capaz de negarse a que ese yo que él
verdaderamente es, se realice, Pero entonces precisamente es cuando se ve más
clara la terrible realidad que es nuestro yo. Porque al negarnos a realizarlo
no por eso deja de imponérsenos y de sostener su permanente reclamación, su
exigencia de ser. Por muy respetables razones que muevan al hombre alguna vez a
oponerse a su yo y negarlo, el resultado es que esta resolución le deja
dilacerado y su existencia es un tormento —la constante estrangulación de sí
mismo. El yo es, pues, lo más irrevocable en nosotros” (Ortega y Gasset[1]).
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