Así podría parecerlo, a la vista de las citas de la
publicación de esta tarde. Pero no solo no es así, sino que precisamente Ortega
entendió que la superación del idealismo era el gran tema de nuestro tiempo… y
que, si no se llevaba a cabo esa superación, lo que nos espera puede resultar
catastrófico. Aunque se puede entender que se confunda su filosofía con el idealismo,
puesto que las fronteras resultan sutiles, me parece urgente mostrar las
diferencias. Es lo que voy a intentar:
El idealismo, Kant, sostiene que la realidad es una
construcción del sujeto, es lo que la mente del sujeto decide que sea. Ortega,
por el contrario, dice que la realidad se nos muestra en diferentes (infinitas)
perspectivas, pero está ahí afuera, es real. Lo que pasa es que llega
hasta nosotros a través del punto de vista desde el cual la observamos. Por
ejemplo, la "montaña" que (eventualmente) tenemos ante nosotros ha
necesitado para configurarse de nuestra intervención: hemos conjuntado árboles,
piedras, relieves, alturas, animales que la habitan... hasta crear el concepto
"montaña". Pero ella no es una mera construcción nuestra (¡y en
entenderlo nos jugamos mucho: nos estamos jugando que este mundo posmoderno termine,
por fin, de desaparecer y dejar paso al nuevo mundo que, desde el subsuelo,
está intentando asomar!). La montaña existe, es real… pero se nos ofrece a
quienes desde nuestra actual cultura y maneras de entender la observamos bajo
la forma de “montaña”. Un prehistórico, quizás, la viera como un lugar sagrado,
no como un fenómeno geológico-botánico-zoológico… que es como se aparece a nuestro
punto de vista. Lo cual no quiere decir, como piensa el posmoderno, que, puesto
que cada cual la ve de una forma diferente, no exista la realidad. ¡Existe!,
pero se muestra a cada cual según su punto de vista, todos ellos válidos,
aunque parciales. Todos tenemos que añadir a lo que hay ahí afuera nuestra
interpretación, nuestra particular manera de conjuntar elementos. Para existir
(para existir a los ojos de cada cual), la realidad espera a que la demos una
forma. Y es que la realidad, la circunstancia, es “la circunstancia y yo”.
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