La vida es algo fluido, cambiante, nada en ella es definitivo. Y sin embargo, nos es imprescindible tener una identidad, sentir que mañana seguirá habiendo alguien al que poder llamar yo. Por no tener una identidad clara, por no saber con suficiencia quién es, el hombre actual vive en persistente desasosiego. Dice Ortega: “El repertorio con que hoy cuenta el hombre para vivir (…) es incomparablemente superior al que nunca ha gozado (…) y, sin embargo, la desazón es enorme, y es que el hombre actual no sabe qué ser, le falta imaginación para inventar el argumento de su propia vida”.
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