lunes, 28 de febrero de 2022

ORTEGA VERSUS DESCARTES

 


    Descartes pensó a partir de sentirse perdido en un mar de dudas. Y dedujo que de lo único que se podía fiar era de su pensamiento, no del mundo. Concluyó que solo lo que decidiera con su pensamiento era fiable. El pensamiento, pues, era la realidad de la que habría que partir, la realidad radical. Ortega lo que resalta es que hay algo previo al pensamiento, previo a las preguntas. Yo, por ejemplo, ahora estoy en una habitación, como podía estar paseando por el campo, contemplando una puesta de sol (bueno, ya se ha hecho de noche aquí) o tomándome un café. No estoy, no estaría en tal caso cuestionándome qué es la habitación, en qué consiste el campo, por qué se pone el sol o de dónde ha salido el café; no pensaría en todo eso, simplemente daría por supuestas esas cosas. En eso consiste la vida en su gran parte: discurrir a través de cosas, situaciones, circunstancias que damos por supuestas, que no nos cuestionamos, que no pensamos en su por qué o su para qué. En suma, que se comportan según lo previsto, según las creencias que tenemos al respecto. Esa es la realidad primaria, radical: vivir (antes incluso que pensar). Cuando algo de eso que damos por supuesto, cuando alguna de nuestras creencias nos falla… entonces es cuando lo convertimos en problema, en cuestión, en pensamiento. Pensamos, efectivamente, porque (y en la medida en que) nos sentimos perdidos, desorientados, necesitados de saber a qué atenernos. Descartes pensaba porque estaba en un mar de dudas y necesitaba orientarse. ¡Claro que estar perdidos lleva a hacerse preguntas, a pensar! Pero la base de partida, la realidad radical es pre-intelectual: estoy en mi habitación, paseo por el campo, etc. Solo quien se siente inseguro, aquel al que le falla aquello en lo que creía, en lo que daba por supuesto, se pone a pensar.

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PARA QUIEN AÚN TENGA GANAS DE SEGUIR DÁNDOLE VUELTAS A DESCARTES (Y SU CONTRAPARTE ORTEGA)
Sí, es verdad que otra de las maneras de traducir el “Cogito…” es la de “Pienso, luego soy”. La clave estaría en comprender lo que Descartes entendería por “ser”. Pongamos el ejemplo del bosque: los realistas que le precedieron (desde Grecia a toda la Edad Media) aseguraban que el “bosque” era una cosa sustancial, independiente en sí misma, existente por sí misma. Descartes observa (sigamos metidos en este ejemplo, que no previó el mismo Descartes) que no, que “bosque” no es algo independiente de la mente; al revés, es un concepto, un invento de la mente, que a su arbitrio acoge un conjunto de elementos (árboles, matojos, espesura… ¿aves y animales que lo habitan también?) y los mete en ese concepto. Duda Descartes de lo que el bosque “sea”. Duda, finalmente de todo lo que “es”, porque en todo ve que las “cosas” no son entidades sustanciales, independientes, no son “cosas” por sí mismas, sino dependientes del pensamiento. Duda Descartes (con razón) de todo lo que está ahí afuera, al margen de su pensamiento… excepto de su duda. Y de esa duda de la que no puede dudar, y que es algo íntimo, que ocurre de puertas adentro, concluye: dudo, luego existo. De lo único que no duda de que existe es de sí mismo. Todo lo demás es dudoso que exista, dudoso que “sea”, que tenga un “ser”.

Dice Descartes (“Principios de filosofía”, parágrafo 9): “Por la palabra pensar, entiendo todo lo que se hace en nosotros de tal manera que lo vemos inmediatamente por nosotros mismos”. Pero lo único que ve “inmediatamente por sí mismo” es a sí mismo. Todo lo demás, como el “bosque”, es una construcción, no tiene realidad en sí mismo. Y a partir de aquí, dejo la palabra a Ortega: “Por tanto —cogito, ergo sun—, «existo, en absoluto», porque yo soy el que cree que existe. Consisto en pensamiento. He aquí cómo Descartes llega a establecer la tesis idealista que en nuestra terminología suena así: la realidad radical, lo que verdaderamente o en absoluto hay, es pensamiento. ¿Podemos nosotros instalarnos en esta tesis, aceptarla como más o menos la ha aceptado la Edad Moderna y atenernos a sus consecuencias? Noten ustedes que estas consecuencias se resumen en ésta gravísima, que más que consecuencia es el reverso de la tesis misma: si la realidad radical es el pensamiento, quiere decirse que, propiamente hablando, no hay más que pensamiento. ¡Adiós cosas, mundo, amigos! Todo eso no es, en verdad, más que un enjambre de ideas mías. ¡Soy el ciego que soñaba que veía!…”. Recupero yo ahora la palabra: si la realidad radical es pensamiento (y es lo que ha creído y sigue creyendo toda la Edad Moderna y Contemporánea), el pensamiento acaba decidiendo lo que es real: el sexo de las personas, lo que es arte y lo que no… El pensamiento construye utopías que usurpan el lugar de la auténtica realidad, incluidas esas que dicen que hay una raza superior o que todos somos iguales. Y si la realidad no está de acuerdo… peor para la realidad.

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