“El angustiado, por el hecho de estarlo,
profundiza su existencia” (J. J. López-Ibor[1]).
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“La vitalidad grita su dolor en
formas diversas, y la más característica, exuberante y frecuente es la
angustia, que parece surgir de aquella parte que San Agustín llamaba las
entrañas del alma” (J. J. López-Ibor[2]).
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“Desde el momento en que se ha
afirmado la realidad de la libertad del espíritu la angustia se desvanece” (Sören
Kierkegaard[3]).
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“El espíritu guerrero parte de
una sensación vital contraria a la que late bajo el espíritu industrial. Es (…)
un sentimiento de confianza en sí mismo y en el mundo que nos rodea. No es
extraño que condujese a una concepción optimista del universo. Porque, en
efecto, se da la paradoja de que la Edad Media, que una estúpida historiografía
nos ha pintado como un tiempo tenebroso y lleno de angustia, ha sido la sazón
de las filosofías optimistas, al paso que en nuestra Edad Moderna apenas si han
resonado más que voces de pesimismo. ¿Es que el espíritu guerrero confía en sí
por ignorar los males del mundo? De ninguna manera: conoce tan bien como
Schopenhauer todo el dolor cósmico, prevé el riesgo y subraya la angustia de
vivir. Pero ¡ahí está!... Ante el mismo hecho, ante la misma realidad del dolor
y el peligro, la actitud espontánea es opuesta. El ánimo guerrero, lleno de
magnífico apetito vital, se traga la existencia sin pestañear, con todo su
dolor y su riesgo dentro. Son éstos reconocidos de tal suerte como esenciales a
la vida, que no se ve en ellos la menor objeción contra ésta, y, en consecuencia,
se cuenta con ellos y, en vez de organizar las cosas con la casi exclusiva mira
de evitarlos, se los acepta. Esta aceptación del peligro que lleva, no a
evitarlo, sino a correrlo, es precisamente el hábito guerrero, es la casa como
castillo” (Ortega y Gasset[4]).
[1] J.
J. López Ibor en “La angustia vital”, Madrid, Paz Montalvo, 1969, p. 14.
[2] J.
J. López Ibor en “La angustia vital”, Madrid, Paz Montalvo, 1969, p. 17.
[3]
Kierkegaard citado por Léon Chestov en “Kierkegaard y la filosofía
existencial”, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1965, pág. 30
[4] Ortega
y Gasset: “Notas de vago estío”, en “El Espectador”, Vol. V, O. C. Tº 2, pp.
430-431.
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