Este filosófico debate que imaginó Cervantes entre BABIECA, el caballo de El Cid y ROCINANTE, el de Don Quijote, viene a servir como alegoría del hecho de que el pensamiento no es lo primario en el hombre, no es cierta la jerarquía que establecen Descartes y todo el pensamiento moderno y posmoderno que le han seguido cuando enunció: "Pienso, luego existo". Antes que el pensamiento, y como fenómeno causal que hace que este aparezca, está el hecho pre-intelectual en el hombre de sentirse perdido, desorientado, náufrago. Esa impresión, entonces, la convierte en problema, es decir, se ve obligado a pensar. Si Rocinante hubiera convertido en problema su hambre, efectivamente, se habría hecho metafísico.
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“Descartes se resuelve a filosofar (a dudar metódicamente)
porque, por lo visto, necesitaba hacer algo para existir y subsistir, y porque ese algo era ‘hacer teoría’ (…) Antes, pues, del hombre que duda metódicamente
–esto es, que teoriza– hay un hombre no teorizador, que se resuelve, por algo,
a teorizar. Pero esta resolución, a su vez, nace y se nutre de que Descartes
antes, en un cierto instante anterior, se encontraba existiendo entre las cosas
sin saber a qué atenerse respecto a ellas (…) Detrás y antes, pues, que la duda
metódica y teórica (…) encontramos no al pensamiento de Descartes, sino al
hombre Descartes, que se encuentra existiendo en un medio del que no sabe lo
que es, en un elemento de tinieblas y oscuridad (…) (y es que) no se puede
vivir sin filosofar y, más en general, sin teorizar, sin construirse una
orientación sobre (…) el mundo en el cual se vive (…) La verdadera
significación del viejo y chabacano latinajo es esta: ‘Se filosofa porque se
vive’ (…) Vida, sin una u otra filosofía, es invivible. No
que deba ser así, sino que, absolutamente, es así. Y quien no lo advierte es
que ignora la torpe, la tosca, la irresponsable filosofía que le sostiene, que
le orienta y en que va envuelto” (Ortega y Gasset[1]).
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En suma, la realidad radical no es, como decía Descartes, el pensamiento, sino la vida. Se piensa porque (¡antes!) uno se siente perdido y necesita saber a qué atenerse.
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