miércoles, 25 de mayo de 2011

¿INDIGNARME? ¡YO HACE MUCHO TIEMPO QUE ESTOY HARTO!

Me lo he dicho así muchas veces: estoy harto (todavía no se había editado el librito en cuestión y, según veo ahora, me faltaba vocabulario). Y ese hartazgo me lo he tenido que merendar con muy poca compañía: llevo años buscando a otros indignados con los que compartir ese sentimiento tan aparentemente asequible ahora, asistiendo, por ejemplo, a múltiples concentraciones o manifestaciones a las que tantas veces me he desplazado en solitario (claro, eran para cosas tan atípicas o políticamente incorrectas como oponerme al terrorismo), y no me ha sido nada fácil encontrar compañía. Al revés: para mi desánimo, he tropezado demasiadas veces con el rechazo ambiental. Y es que claro, mi hartazgo, mi indignación parece ser de un tipo peculiar, y seguramente no cumple con el perfil exigible en la Puerta del Sol y las otras plazas.


Yo, de manera complementaria, no me creo demasiado la indignación hoy homologada. ¿Cómo me voy a creer la indignación de una gente que admite como portavoz a alguien capaz de decir, respondiendo a preguntas de los periodistas, que daría la bienvenida a este movimiento a BILDU, es decir a ETA, que, en contrapartida, y como los de Falange Española, se han mostrado solidarios con las concentraciones? ¿Qué clase de indignación es esa que exhiben quienes sólo se acuerdan de la corrupción, descrita, hasta donde alcanzo a ver, con trazo tan grueso como superficial y utópico, de políticos y banqueros, pero que, estando en España, no son capaces de recordar a las víctimas del terrorismo, o la destrucción sistemática, a lo largo de décadas, de nuestra cohesión social, de nuestras instituciones, de la compleja urdimbre –que hace muchos siglos que empezó a tejerse– que constituyen nuestras relaciones sociales y políticas, nuestro mercado interior, nuestro idioma común, nuestra igualdad jurídica… destrucción que ha llegado a su punto de paroxismo en esta era zapateril? Y sin embargo, es precisamente ése el caldo de cultivo en el que han aflorado todas las corrupciones y todas las ineptitudes que han hecho de la nuestra una crisis económica e histórica peculiar y especialmente enrevesada.


En fin, que, por supuesto, hay suficientes razones para estar indignados. Pero no consigo evitar pensar que estas concentraciones de ahora son una emulación, suficientemente descafeinada y acomodada a los márgenes de nuestra dulcificada manera de estar en el mundo, de las revueltas del norte de África, que, evidentemente, se generaron en contextos mucho más dramáticos. Y las frases y eslóganes que tuve la oportunidad de ver escritas el otro día, junto a otros miles de curiosos, en todo el perímetro de la Puerta del Sol, desgraciadamente, no llegaban ni de lejos al punto de creatividad y originalidad del Mayo del 68, que también sentí que se trataba de emular (afortunadamente, en compensación, tampoco se llegaba al punto de peligrosidad social y de irresponsabilidad de los sesentayochistas).

“No somos antisistema; el sistema es antinosotros”, dicen. El caso es que, evidentemente, no se sienten partícipes de las reglas de juego de la democracia, las que habrían de llevar a esta gente a elevar su frustración a la categoría de propuesta política articulada, razonada y efectiva. Además de la frustración que han llevado a las plazas de nuestras ciudades cuando este movimiento se puso en marcha, me temo que tendrán que acarrear con la que se llevarán en el viaje de vuelta, cuando no consigan insertar de manera constructiva alguna clase de propuesta que pueda conducir a la sociedad a emitir algo más que paternalistas gestos de comprensión y de contenida simpatía (cada vez menos).

6 comentarios:

  1. (ESTE COMENTARIO LO MANDA PILAR M. SANCHO, QUE, COMO YO MISMO, TIENE ALGÚN PROBLEMA PARA PUBLICARLO DIRECTAMENTE)
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    Amigo Javier, he leído (siempre me pasa) con calma y al menos dos veces esta entrada. Voy a expresar lo que siento ante este movimiento y también respecto a mi hartazgo personal.
    A ver cómo empiezo. El movimiento 15M, desde el principio, me ha parecido interesante e incluso emocionante, pero pasados los primeros efluvios, creo en mi humilde entender que esto va a quedar en agua de borrajas, tal vez me confunda. He hablado con mucha gente respecto a este movimiento. Muchas personas dicen que esto es necesario para que los políticos actúen. A mí lo que me ha mosqueado desde el principio es que el momento haya sido casi simultáneo con las elecciones municipales y autonómicas. Sin pensar en nada maquiavélico, por supuesto. Y esto lo uno a lo que me ha llevado al hartazgo.
    Estoy harta de varias situaciones en mi país.
    EStoy harta de la manipulación de los medios de comunicación, de no saber la verdad porque tengo a veces que buscarla, o intuirla o investigarla, porque (tal vez será por mi desconfianza) me cuesta creerme al periodismo.
    Estoy harta, siendo yo funcionaria, del despilfarro de la administración pública. De jugar continuamente con pólvora ajena.
    Estoy harta de la falta de solidaridad en las pequeñas cosas.
    Estoy harta de la falta de educación y de sensibilidad.
    Estoy harta de la falta de autocrítica en las personas.
    Estoy harta de que la gente se trague tele y tele y tele, y pase el tiempo entreteniéndose con las vidas ajenas.
    Estoy harta de tanto hedonismo.
    Estoy harta de esta sociedad sin valores.
    Estoy harta del relativismo.
    Estoy harta de la memoria histórica y de que se den subvenciones a estupideces, como el estudio del clitoris o cosas parecidas.
    Estoy harta de que se de importancia a aquellas cosas que no las tienen.
    Estoy harta del despilfarro y de la falta de responsabilidad.
    Estoy harta, yo también, de muchas cosas.
    ----------------
    Pero, a cambio, quiero intentar seguir creyendo en las pequeñas cosas de cada día, desde donde pienso que puedo actuar.
    Estoy también satisfecha y feliz (aunque este término me cuesta aplicarle, ya que lo veo demasiado avaricioso) de que vuelva la primavera, del sol de esta mañana de mayo, de poder respirar, reír, enfadarme y soñar y vivir...No quiero que mi micromundo satisfecho me haga quedarme en él, regocijándome, no. Quiero que eso que siento salga hacia fuera y ahí poder hacer algo.
    En fin, que estoy harta e indignada, pero también soy feliz y tengo ganas de hacer algo...
    No sé si ha quedado claro este rollo que he metido.
    Mientras tanto, ánimo y a seguir...

    25 de mayo de 2011 00:49

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  2. LA INDIGNACIÓN ES INDISPENSABLE, PERO HAY QUE SABER PARA QUÉ

    Buenas noches Pilar. Por ir sistematizando (que, yo por lo menos, no soy antisistema), reconoceré, para empezar, que la indignación me parece un buen punto de partida. Para mí, como para Jean Cocteau la poesía, la indignación es indispensable, pero me gustaría saber para qué. En su estado prerracional es un sentimiento peligroso, porque tiende a distribuirse en sentido aspergente, como la angustia, que no tiene un motivo claro, y que está dispuesta a aterrizar en cualquiera de los que se pongan a tiro.

    Usemos un ejemplo práctico; sin ir más lejos el que han traído a colación algunos amigos tuyos y míos que nos proponen secundar un llamamiento del movimiento 15-M “por una democracia real ya” para que el 30 de mayo retiremos al unísono de nuestras cuentas corrientes 155 euros como gesto testimonial en contra de los bancos y “en contra del sistema económico instaurado”. “El próximo día 30 de mayo se oirá la voz del pueblo con más fuerza que la de los partidos políticos”, se dice también. Yo, por un lado, creo, como los “indignados”, que el origen de la actual crisis está en el despiporre que montó la banca otorgando créditos sin control, excesivamente baratos. El Pecado Original fue anterior incluso: una decisión política de Alan Greespan, presidente hace unos años de la Reserva Federal estadounidense, que propició la creación de esos créditos superbaratos para, creía él, dinamizar la economía… y lo que consiguió fue desencadenar la burbuja inmobiliaria y, a partir de ese epicentro, toda la crisis que sufrimos.

    O sea, la culpa, como dicen los “indignados”, la tienen banqueros y políticos. De acuerdo hasta ahí. Pero su inferencia es: carguémonos la banca y a los políticos. Para empezar, yo, que, como tú (perdona que sea explícito) y como los amigos que nos proponen secundar esta medida, pertenecemos a un partido político, en concreto a UPyD (espero que nadie que nos lea se sienta por ello excluido de este debate en fase de rudimento), no puedo participar de la idea (suicida, pues) de cargarse a los partidos políticos, de la misma forma que procuraría no tirar por el desagüe, junto al agua sucia del baño al niño recién bañado. Yo creo en la democracia. La democracia se articula sobre la base de partidos políticos. No la mierda de partidos que hoy predominan; pero sí partidos. Las malas decisiones de los malos políticos se combaten con buenas decisiones de buenos políticos, no cargándose la política. Y las malas decisiones del sistema crediticio se combaten (seguramente) dejando morir a los bancos que se pusieron las botas concediendo créditos a deudores insolventes, no cargándose el sistema crediticio.

    Y quienes entre los indignados del 15-M no quieren cargarse del todo el sistema, lo que proponen es la intervención de la economía en la línea que ya tiene prevista Izquierda Unida, y de ahí hacia más izquierda, es decir, esa clase de economía que tantos “éxitos” demostró en los países del socialismo (también) real.

    Yo, por el contrario, propongo que la indignación se articule en un partido político, para democráticamente plantear una política que no caiga en los errores que nos han llevado a una crisis como la actual (que en España, como digo en el artículo, tiene caracteres propios). Por eso, concretamente yo, estoy en UPyD, no en la Plaza Mayor ni en la Puerta del Sol. Seguro que mi opción, como todo, es mejorable, pero la democracia como tal ya está inventada, ya es real, aunque muchos políticos y banqueros la hayan degradado.

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  3. El movimiento ¡indignaos! en España es una farsa, una puesta en escena dirigida por alguien-algunos que, al hacerlo no obran pensando en el sentido verdadero de ese indignaos, sino en la pura teatralidad, en servirse del poder de internet para movilizar masas, poniéndoles un título, llámese indignaos, disfrutad de la salsa, conversad sobre cine o cualquier otro asunto. En realidad da igual, porque lo verdaderamente importante es comprobar el poder para llegar a gente y de este modo movilizar, crear un movimiento aparentemente surgido de una conciencia social, de una preocupación, cuando no es así. No se trata de otra cosa que una mera manipulación social. Es un montaje, como digo, bien dirigido y organizado. Que la gente así reunida se sienta motivada por el significado que esta vez se le ha querido dar, vale, puede ser; que realmente se sientan cabreados con el sistema, también ¡y quién no! Las consecuencias de este "movimiento" se diluirán porque es un movimiento sin consistencia sólida, ni va más allá del escaparate callejero y mediático, en este caso particular.
    Cada uno es el que tiene que poner remedio a esta preocupación ciudadana respecto al sistema en el que vivimos, ya sabemos cómo. Cuando se disuelvan estas concentraciones... ya veremos lo que pasa. Nada. Se acabó el espectáculo.

    Estoy de acuerdo contigo, todo esto (política, políticos, sistema) es una mierda, y una mierda difícil de limpiar, que es lo preocupante.

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  4. Es verdad: estamos tan desconectados de nosotros mismos que la vida parece un inmenso “show de Truman”, como la película aquella que protagonizaba Jim Carrey, cuyo personaje, en su delirio, creía ver que todo lo que hacemos es representar un papel que “alguien” nos ha asignado desde el principio. La falta de autenticidad, de la que ya hablaba Ortega. Obramos según lo que “se” espera de nosotros. Y de un joven se espera que sea un revolucionario dispuesto a cambiar el mundo… aunque todavía no sepa realmente de qué va el mundo.

    El recuerdo que me viene a la mente es de los tiempos previos a la Transición (¡voy para viejo!), poco antes de que muriera Franco. Por entonces, los estudiantes (yo lo era, aunque realmente malo como tal estudiante) montábamos movidas un día sí y al otro también. Uno de esos días, en Valladolid, mientras íbamos a una manifestación (prohibida, por supuesto, y convocada de boca a oreja), uno de los estudiantes que iba conmigo me confesó que él iba a la mani no porque realmente le importara el motivo de la convocatoria, sino para ver lo que se sentía haciendo algo así, por el subidón de adrenalina, en suma, sobre todo si a la policía le daba tiempo a aparecer (aquellas manifestaciones duraban diez minutos… y a correr, a ser posible antes de que los grises aparecieran). Me hizo pensar mucho aquello, porque reparé en que ese elemento al fin y al cabo teatral era un ingrediente que concluí que actuaba de manera relevante en nuestras motivaciones; no digo que fuera el único, como en aquel compañero, pero sí que nos ponía aquello de jugar a héroes que luchan por una gran causa. Hasta cierto punto, me parece bien ese ingrediente de lo teatral, en el sentido de que comprendo que intervenga, pero si se hace predominante, si detrás de esa actuación sólo está el armazón que sostiene el cartón-piedra, esos movimientos se diluirán como el azúcar en el agua. Y como en España llevamos mucho, muchísimo tiempo con motivos para la indignación, con problemas nacionales gravísimos, con cosas, por ejemplo, como lo del atentado del 11-M, que todavía no se conocen los autores, ni los materiales ni los intelectuales, ni siquiera se sabe cuál fue el explosivo que se utilizó, y aquí no se ha indignado prácticamente nadie, a pesar de aquel unánime “¡queremos saber!” del 12, 13 y 14-M (hasta el día de las elecciones), pues, efectivamente, cuesta mucho creerse que la indignación aparezca así, de golpe, en una trayectoria previa de pasotismo e indiferencia hacia los problemas importantes. Mira que si lo que realmente está pasando es que en la Puerta del Sol están simplemente jugando a ser o representando el papel de libios o egipcios… En fin, dejemos un resquicio a la esperanza de que al menos en algunos haya realmente algo más, y que sientan una sana indignación dispuesta a aterrizar en el mundo real de manera sensata y constructiva.

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  5. Vicente Javier-F28 de mayo de 2011, 8:11

    Hola, Javier: creo que la indignación ya nació con la especie, tal y como se fue formando. Ese sentimiento es hijo o compañero de nuestra animalidad sostenida, pues desde los inicios la avaricia, el afán por poseer y por destruir al contrario (Creo que la humanidad tardó más en descubrir al prójimo), nos lanzó a esa especie de ignorancia dañina.
    Por otra parte, tal y como Aristóteles afirmó, "el hombre es un ser político". Hemos de asociarnos, con nuestros mejores, para aniquilar lo que los peores piensan, dicen o hacen.
    Después de tantos siglos de historia, el poder ¿para quién? "Para el pueblo pero sin el pueblo";¿con el pueblo pero hacia la estupidez?
    ¿El pueblo organizado? ¿Con estado? ¿Sin él? ¿"El estado soy yo"? ¿Cantaremos misas por los Parises a cobrarse?
    Hemos conseguido grandes niveles de "bienestar", pero la propia industrialización nos comenzó a deshumanizar (aunque sí que es cierto que nos apartó de la durísima esclavitud laboral), lo mismo que ahora nos está tecnificando, tomándolo ello como un fin.
    Nos dan caramelos como a niños y nos contentan. Cuando lo dulce torna ágrio o ácido o salado o... entonces la revuelta, porque siempre ha tenido visos de necesidad, pero... ¡Ay, amigo,! ¿Qué fue de toda utopía? ¿Qué será de toda por llegar? El simple hecho de que un servidor esté ahora mismo tecleando lo que supongo pensamiento, es ya para mí una utopía: plantear soluciones de convivencia, para seguir dudando de ellas, sabiendo que...
    ¿Presentaríamos al gobernante filósofo según Platón? ¿Inventaríamos nuestra Siracusa particular para aleccionar a nuestro Dionisos que nos perseguiría? (Claro, ahora hemos inventado a uno que ha vivido en Babia -provincia de León- en vez de en la Carrera de San Jerónimo cuando tocaba estarlo. Esto me parece que está lejos del mencionado gobernante filósofo). Por otro lado, ya lo hubo: durante el Imperio Romano, con Marco Aurelio, el culmen de la sabiduria, la templanza, etc., pero siempre vivió en guerra con sus distintos (conste que aún me sigo quedando con el Imperio y continúo siendo reacio a los "Barbari"). Pero ya llegaron los bárbaros nos recitó Cavafis,y ¿quiénes eran? Además, el gran Marco aurelio -el emperador filósofo- nos "otorgó" al más nefando de los sucesores.
    Cualquier persona que tomáramos de cualquiera de las revueltas y/o revoluciones habidas o por haber, acabaría convirtiéndose en el tirano de los congéneres, más o menos sutilmente; más o menos conscientemente.

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  6. Hola Javier, he leído un poco desfasado tu artículo. He seguido el movimiento de los !Indignaos! en tu país y que me ha sorprendido la gran molestia existente por allá. Por más, me gusta esa palabra "hartazgo", la encuentro con tanta potencia para describir alguna molestia. En mi país Chile, está sucediendo algo similar; muchas manifestaciones en contra de todo, muy disperso y que aun no tiene una convergencia como lo tiene en una sola palabra !indignaos!. Lo más notorio en mi país es la oposición a la construcción de las centrales hidroeléctricas en la patagonia (un hermoso lugar), pero se ha robado tanto la atención de la prensa que se omite la construcción de centrales termoeléctricas a carbón en mi ciudad... divide al país, considerando que la Patagonia e Iquique están a 5000 kilómetros de distancia. Ahora la gran mayoría se consideran "ecologistas", en el centro del país el movimiento indígena Mapuche lleva años tratando de reivindicar sus derechos perdidos hace siglos y comuneros mapuches en eternas huelgas de hambre, los portuarios (que son de temer) detienen mi ciudad hace una semana, los trabajadores de la salud, los estudiantes universitarios y secundarios (gran lección nos dieron hace unos años con el "piguinazo")queriendo recobrar la gratuidad de la enseñanza hoy en su gran mayoría privada. Leí hace poco que mi país es uno de los que más crece en latino américa, pero las estadísticas dan para mucho; la desigualdad de ingresos es enorme (personas que ganan 1 millón de dólares mensuales contra una pensión de vejez de 120 dólares ¿?) y la riqueza es manejada por menos del 3% de la población... hartazgo, y sí, los medios (1 consorcio maneja casi la totalidad de los medios) tratan de opacar o resaltar lo que la "gente quiere ver". Qué hablar de nuestro presidente (lo comparo con Berlusconi, pero sin su lujuria), dueño de la Línea Aérea más grande de latinoamérica, del club de fútbol más popular, de un canal de televisión, de numerosas clínicas privadas y cuanta cosa se nos ocurra. Después de este desahogo, veo la divergencia de los "hartazgos" que terminan dividiendo un país con opositores irreconocibles; un número considerable de jóvenes - como dijo un sociólogo que observó la violencia sin sentido en cualquier manifestación - se les llama los jóvenes "porque sí" (violetos por el sin sentido o que no pueden reconocer ni reconocemos)y canalizan de alguna forma en un movimiento emergente por acá del "anarquismo" mal entendido. De todo esto, se puede determinar de forma primaria o básica una "gran molestia o hartazgo". Lo que me preocupa es la psicología de la "venganza" y que la gente encuentre "placer" en ella, que disfrute del dolor ajeno justificando en que "se lo merecen"... del "hartazgo" a la "venganza" hay unos pocos pasos.

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