Aunque sea
envueltos en una interpretación prestada, dentro de la cual vivamos insertados
como en una nube
“Vean el nuevo sentido que cobra la
vieja y hasta chabacana locución latina: “Primum est vivere; deinde
philosopari’. En efecto, vivir es primero, filosofar, teorizar es después (…) Descartes filosofa porque se
encontraba existiendo en ese elemento de oscuridad (que era su mundo, su vida)
y, no sabiendo qué hacer en él para subsistir, no tiene más remedio que hacerse
ideas claras y distintas sobre esa realidad. Es decir: que no se puede vivir
sin filosofar y, más en general, sin teorizar, sin construirse una orientación
sobre ese elemento que (llamamos) ‘mundo en el cual se vive’ (…) La teoría
tiene su comienzo y raíces esenciales en la vida (…) Sócrates había dicho: ‘Una
vida sin teoría no es vividera para el hombre’ (…) Y quien no lo advierte es
que ignora la torpe, la tosca, la irresponsable filosofía que le sostiene, que
le orienta y en que va envuelto, como la tropilla pampera en la nubecilla de
polvo que el sol declinante orifica” (Ortega y Gasset(1)).
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