A lo largo de la vida parece que inevitablemente uno va
diferenciándose de los demás cada vez más, y aumentando la parte proporcional
que vamos rindiendo a la soledad. Y sin embargo, la soledad es peligrosa.
Cioran se preguntaba: “¿La soledad no es, sin embargo, un terreno
propicio para la locura?”[1]. Y María Zambrano (una mujer “extraordinariamente
encantadora”, según Cioran) reflexionaba así al respecto: “Solemos tener
la imagen inmediata de nuestra persona como una fortaleza en cuyo interior
estamos encerrados, nos sentimos ser un ‘sí mismo’ incomunicable, hermético,
del que a veces querríamos escapar o abrir a alguien (…) A mayor intensidad de
vida personal, mayor es el anhelo de abrirse y aun de vaciarse en algo; es lo
que se llama amor, sea a una persona, sea a la patria, al arte, al pensamiento
(…) La pérdida de esta conciencia de ser análogamente, de ser una unidad en un
medio donde existen otras, comporta la locura”[2].Así
que parece inevitable estar insertados en ese movimiento pendular entre la
soledad y la compañía o la entrega, como dice Ortega: “Desde
el fondo de radical soledad que es, sin remedio, nuestra vida, emergemos
constantemente en ansia no menos radical de compañía y sociedad. Cada hombre
quisiera ser los otros y que los otros fueran él”[3].
La filosofía, la historia, la psicología, el arte, la antropología, la actualidad... de la mano, sobre todo, de Ortega y Gasset, el pensador más importante de todos los tiempos en lengua española
viernes, 2 de diciembre de 2022
LA SOLEDAD QUE DESEAMOS VERSUS LA SOLEDAD QUE TEMEMOS
Etiquetas:
LA SOLEDAD: PUNTO DE PARTIDA Y DE LLEGADA
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