“Un pensamiento que no contiene una ligera contradicción no es completamente convincente” (Carl Gustav Jung)[1].
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“La triste verdad es que la auténtica vida del hombre consiste en un
complejo de oposiciones inexorables: día y noche, nacimiento y muerte,
felicidad y desgracia, bueno y malo. Ni siquiera estamos seguros de que uno
prevalecerá sobre el otro, de que el bien vencerá al mal o la alegría derrotará
a la tristeza. La vida es un campo de batalla. Siempre lo fue y siempre lo
será, y si no fuera así, la existencia llegaría a su fin” (Carl Gustav Jung[2]).
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“Toda cultura consiste en la resolución de contradicciones.
Barbarie, en cambio, es aquella ceguera para la contradicción que nos permite
quedarnos con uno solo de los términos” (Ortega y Gasset[3]).
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“Las gentes suelen mostrarse demasiado presurosas en
decidirse por lo mejor: olvidan que cada acto de preferencia abre, a la vez,
una oquedad en nuestra alma. No, no prefiramos; mejor dicho, prefiramos no
preferir. No renunciemos de buen ánimo a gozar de lo uno y de lo otro; religión y ciencia, virtud y placer, cielo y
tierra… Cierto que hasta ahora no se han resuelto las antítesis; pero cada
hombre debe pensar que es él el llamado a resolverlas” (Ortega y Gasset[4]).
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“Toda contradicción se resuelve ahondando, penetrando en el subsuelo,
donde las raíces se entrecruzan y confunden” (María Zambrano[5]).
[1] Carl
Gustav Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 124.
[2]
Carl Gustav Jung: “El hombre y sus símbolos”, Barcelona, Caralt, 1977, p. 83
[3] Ortega
y Gasset: “El Espectador”, Tº II, O. C., Tº 2, p. 144
[4]
Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid,
Alianza, 1988, p. 38
[5]
María Zambrano: “Horizonte del liberalismo”, Barcelona, Galaxia Gutenberg, O.
C. Tº 1, p. 100
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