miércoles, 10 de mayo de 2023

LA CIVILIZACIÓN EMPEZÓ PONIENDO LÍMITES A LAS COSAS (Y CORRE PELIGRO DESDE QUE EMPEZAMOS A NO IDENTIFICARLAS)

 

Eduardo Alcoy-"Caos I"

“Es curioso perseguir el desarrollo de la indignación griega contra todo lo infinito. El ápeiron, lo in-definido, lo sin-límites, les saca de quicio.  (…) Por una sublime fidelidad a sus capacidades, que fue el secreto de Grecia, lograron los helenos suprimir de su preocupación cuanto no puede ser fácilmente gobernado con la medida. Metro, proporción, armonía, ley son las palabras que se articulan en todo buen párrafo griego. Por el contrario, el romanticismo es una voluptuosidad de infinitudes, una ansia de integridad ilimitada. Es un quererlo todo y ser incapaz de renunciar a nada. Por esto hay en él siempre confusión e imperfección. Toda obra romántica tiene un aspecto fragmentario. Además, se ve al autor sudar por hacerse dueño de su tema, que es inmenso y turbulento como una fuerza, del cosmos. Si el temperamento romántico no coincide con una genialidad de primer orden, la visión es confusa, vaga, inconcreta. En rigor, no es una visión, sino un ciego palpar no se sabe qué misteriosas realidades” (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Leyendo el ‘Adolfo’, libro de amor”, en “El Espectador”, Vol. I O. C. Tº 2, pp.25-26.

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