Todo se mueve (cambia). “Todo fluye”, decía Heráclito.
Y todo lo que se mueve va hacia otro lugar diferente del que está, recorriendo
una distancia. El mundo es un conglomerado de distancias. La lejanía hacia la
que todo lo que se mueve va es el lugar del que brotan todas las nostalgias.
Una vida es el trayecto hacia una lejanía. Las vidas se diferencian unas de
otras por las distintas lejanías escogidas como metas por cada ser viviente,
por las variables misiones vitales a que cada cual se adscribe; por el tipo de
dificultades escogidas como paisaje vital. “Cada ser –decía Ortega– posee
su paisaje propio, en relación con el cual se comporta”[1].
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“El auténtico ser de cada hombre no es una realidad que desde luego le
constituye, sino una especie de figura imaginaria, de proyecto irreal, de
inexistente aspiración que se ve comprometido a realizar –por tanto (…) cada
uno de nosotros es propiamente algo que aún no es, que se halla siempre en un
futuro problemático: no es un factum, sino un faciendum; no es una cosa, sino
una empresa” (Ortega y Gasset[2]).
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