“La vida psíquica, señores, la vida de nuestra
conciencia es movimiento, es pasar de una sensación a otra, de una idea a otra,
de un acto a otro. Ese movimiento supone un motor. En nuestra conciencia tiene
que haber alguna porción de su contenido encargada de poner en movimiento el
resto. A esos contenidos de nuestra psique, que funcionan como motores, llaman
los psicólogos emociones. Tal la amargura” (Ortega y Gasset[1]).
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“Para ungir de
emoción a las palabras hace falta haber sufrido. Sé de un amigo mío que era
mozo, feliz y literato, y pensaba esto que yo ahora pienso: sabía que cultivar
su espíritu para el arte no era sólo leer y anotar; que era preciso el Dolor
que nos hace tan humanos” (Ortega y Gasset[2]).
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“Al esforzarme en ser, al querer
ser, lo que busco es ser feliz (…) Pero como la circunstancia nos es negativa,
el yo que somos no se realiza nunca suficientemente, el hombre que consiste en
tener que ser feliz, al mismo tiempo y siempre es, más o menos, infeliz. Por
eso la vida es pena, continuo penar (…) Si sigue el hombre en la vida, es que
acepta ese defecto, desventura, infelicidad y absoluto riesgo que es. Y si lo
acepta… ¡Ah!... Entonces convierte el defecto y la desventura en tarea
entusiasta; es decir: en aventura y empresa” (Ortega y Gasset[3]).
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