En 1982, George Kelling y James Q. Wilson
realizaron un estudio que titularon “Ventanas Rotas : La Policía y la Seguridad
del Barrio”. El estudio se centró en la hipótesis de que la presencia de
señales de desorden y vandalismo en un barrio, como ventanas rotas, graffiti y
basura, pueden aumentar la delincuencia y la violencia en ese lugar. Los
autores argumentaron que el desorden y la falta de mantenimiento en un barrio
pueden enviar una señal de que el lugar está abandonado y que la delincuencia
es tolerada. Esto, a su vez, puede llevar a cabo un aumento de la delincuencia
y la violencia.
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“El mal humor es estéril. Todas las grandes épocas han
sabido sostenerse sobre el abismo de miseria que es la existencia, merced al
esfuerzo deportivo de la sonrisa. Por eso los griegos pensaban que el oficio
principal de los dioses era sonreír y hasta reír. El rumor olímpico es, por
excelencia, la carcajada (…) (Por el contrario) todas las potencias del mal
están muy interesadas en instaurar donde quiera el mal humor. Saben que un
pueblo donde el mal humor se establezca es un pueblo destruido, aventurado,
pulverizado” (Ortega y Gasset[1]).
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“Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a
su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira
dentro de ti” (F. Nietzsche[2]).
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