Homero decía que Aquiles y Héctor no hubieron de nacer sino
para que él cantase sus hazañas. Es decir, que según la perspectiva que propone
este registrador de epopeyas de la Antigüedad, lo primero es la predisposición
al canto de hazañas todavía inéditas, como una especie de hornacina virtual que
mantiene ese canto en estado de latencia y que Aquiles y Héctor acaban por fin
de plasmar en términos de realidad. Ortega viene a ponerse de parte de esta
chocante perspectiva al traer a colación a Leibniz: “No, no; el horizonte de nuestra
percepción no es el horizonte de la realidad. Por esto Leibniz, cuando quiere
definir el síntoma decisivo del espíritu, advierte que no consiste en la
percepción, por la cual nos damos cuenta de lo que tenemos delante, sino en lo
que sugestivamente llama percepturitio, es decir, una tendencia a nuevas
percepciones, una como sensibilidad para lo que aún no está ante nosotros, para
lo ausente, desconocido, futuro, remoto y oculto. Este apetito, esta conación e
impulso nos hace rodar más allá de nosotros mismos, aumentarnos, superarnos.
Sin ese afán de acaparar el mundo, el hombre sería únicamente la más blanda de
las rocas”[1].
El mismo Ortega dice: “La vida es en (el hombre) –a diferencia de lo que es
en el animal– un instinto frenético hacia lo óptimo”[2]. ¿De
dónde le viene a ese hombre la idea de “lo óptimo”? Se supone que el tal
instinto le empuja hacia algo inexistente todavía. ¿No es esta una
prefiguración semejante a la que le llevaba a Homero a esperar a que
aparecieran Aquiles y Héctor para poder cantar sus hazañas?
La filosofía, la historia, la psicología, el arte, la antropología, la actualidad... de la mano, sobre todo, de Ortega y Gasset, el pensador más importante de todos los tiempos en lengua española
domingo, 16 de abril de 2023
DE DÓNDE LE VIENE AL HOMBRE LA IDEA DE LA “VERDAD”
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