“El hombre no tiene empeño alguno por estar en el mundo. En lo que
tiene empeño es en estar bien. Sólo esto le parece necesario y todo lo demás es
necesidad sólo en la medida en que haga posible el bienestar. Por lo tanto,
para el hombre sólo es necesario lo objetivamente superfluo. Esto se juzgará
paradójico, pero es la pura verdad. Las necesidades biológicamente objetivas no
son, por sí, necesidades para él. Cuando se encuentra atenido a ellas se niega
a satisfacerlas y prefiere sucumbir” (Ortega y Gasset[1]).
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“Al hombre
no le basta con vivir y cuando solamente vive, ni vive tan siquiera”
(María Zambrano(2)).
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