“La vida
del hombre comienza siempre con un sentimiento de inferioridad más o menos
profundo. Este sentimiento es la fuerza impulsora de la que parten todos los
afanes del niño, y que le impone una meta u objetivo del que espera toda
seguridad y tranquilidad para el futuro, obligándole a emprender la trayectoria
que le parezca más adecuada para su logro” (Alfred Adler[1]).
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“Todo
lo que somos positivamente lo somos gracias a alguna limitación. Y este ser
limitados, este ser mancos, es lo que se llama destino, vida. Lo que nos falta
y nos oprime es lo que nos constituye y nos sostiene.” (Ortega y Gasset[2]).
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“Todos estamos anhelando alcanzar un objetivo en el futuro mediante
cuyos logros nos sentiremos fuertes, superiores y completos (…) Como quiera que
se la llame, siempre encontraremos en los seres humanos esta gran línea de
actividad: la lucha por ascender de una posición inferior a una posición
superior, de la derrota a la victoria, del abajo al arriba. Comienza en nuestra
primera niñez; continúa hasta el final de nuestra vida” (Alfred Adler[3]).
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“El hombre es, tenga de ello
ganas o no, un ser constitutivamente forzado a buscar una instancia superior.
Si logra por sí mismo encontrarla, es que es un hombre excelente; si no, es que
es un hombre-masa y necesita recibirla de aquél” (Ortega y Gasset[4]).
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