“El hombre al ser puro y continuo hacer, estar
haciendo, es puro movimiento que va atraído por una meta. Y (…) acontece que
esa entidad hombre, cuya única realidad consiste en ir hacia un blanco, de
pronto, se queda sin blanco, y sin embargo, teniendo que ir, que ir siempre.
¿Dónde? ¿Dónde ir cuando no se sabe dónde? ¿Qué vía tomará el desviado? ¿Qué
dirección el perdido? (Hoy el hombre) tiene la conciencia de un atroz
perdimiento (…) No se sabe qué hacer en política, pero tampoco sabe el físico
qué está haciendo con su física ni el matemático con su matemática ni el lógico
con su lógica ni el poeta con su poesía ni el músico con su música, ni el
pintor con su pintura, ni el capitalista con su capital, ni el obrero con su
obrería, ni el padre de familia con su familia, y cómo está en crisis y se ha
vuelto problemática la relación entre el hombre y la mujer (…) Sin instancias
últimas no hay orientación y hemos perdido todas las instancias últimas que
pudieran dirigir nuestra vida” (Ortega y Gasset[1]).
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