viernes, 1 de septiembre de 2023

NUESTRA META EN LA VIDA ES ALGO A DESCUBRIR

 

Lo que nos pone en marcha a los humanos antes de nada es la fuerza vital, algo equivalente a lo que a nivel macrocósmico puso en marcha asimismo el Big Bang. Esa fuerza vital, para empezar, no tiene finalidad, empuja gratuitamente, sin pretender llegar a ningún resultado, ninguna utilidad. Es, pues, lo que sustenta el juego en los niños y el deporte en los adultos, es decir, el esfuerzo gratuito que se justifica a sí mismo.

Vale, pero cuidado, que, respondiendo a su vocación por lo paradójico, también dice Ortega: “Mas ¿adónde puede llevar el esfuerzo puro? A ninguna parte; mejor dicho, sólo a una: a la melancolía”[1]. O sea, que ese esfuerzo puro demanda una finalidad, un objetivo, podemos decir que una utilidad como añadido finalmente necesario. También dice Ortega: “El fin es siempre un producto de la inteligencia, la función calculadora, ordenadora (…) La acción es un movimiento que se dirige a un fin y vale lo que el fin valga”[2].

En suma: que hay que tener rebosante el depósito de la fuerza vital, de las ganas de hacer cosas incluso antes de que aparezcan esas cosas, pero si no acabamos de convertir ese esfuerzo “deportivo” en algo dirigido hacia algún objetivo, la acción que pusimos en marcha por las ganas de jugar que teníamos se disolverá en el vacío.



[1] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, 1988, p. 61.

[2] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, 1988, p. 60.

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