Lo que hace el estrés es provocar reacciones psíquicas y
fisiológicas que o bien te llegan a poner por encima de la situación… o te
acabas hundiendo si no consigues hacerlo. Ejemplo: en el campo de batalla, si
no te paraliza el miedo, la adrenalina interrumpe la función no solo del miedo,
sino también del dolor. Se ha dado el caso de soldados heridos de bala que no
se han dado cuenta de que lo estaban hasta después de la batalla, cuando la
vuelta a la normalidad (llamémosla así) les relaja; dejan de segregar
adrenalina y aparece el dolor.
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“El mismo stress que provoca en una persona un estado de enfermedad
puede ser un factor vigorizante para otra” (Hans Selye, médico y
fisiólogo creador del concepto “estrés”[1]).
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“Durante muchos siglos existió la creencia de que la enfermedad era
causada por espíritus malignos o demonios. En consecuencia (…) era tratada con
encantamientos y bailes o con drogas fuertes, cataplasmas y vendajes dolorosos,
los cuales eran aplicados por hechiceros o sacerdotes, que inspiraban terror a
los asustados pacientes, con el fin de expulsar a los demonios. La sangría fue
en otro tiempo un remedio muy apreciado para un buen número de enfermedades
(Las azotainas proporcionadas a los insanos constituyeron durante la antigüedad
y la Edad Media un procedimiento común para expulsar al demonio o al mal de la
gente que sufría variados trastornos mentales. Paracelso (…) durante el siglo
XVI, en su tratado sobre “Las enfermedades que privan al hombre de la razón,
establecía que la mejor cura, que raramente fallaba, consistía en sumergir a
tales personas en agua fría (…) Parecía como si el paciente fuera, de algún
modo, “sustraído a su enfermedad”, tanto como a un niño puede interrumpírsele
su pataleta, si se le arroja el agua de un vaso en la cara (…) Estos tratamientos
(…) fueron exitosos a menudo en estados que de otra manera no habrían podido
ser tratados (…) Todos causan stress” (Hans Selye[2]).
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