“Encrucijada”-Luis Francisco Solance Martínez
“La condición del hombre es, en verdad,
estupefaciente. No le es dada e impuesta la forma de su vida como le es dada e
impuesta al astro y al árbol la forma de su ser. El hombre tiene que elegirse
en todo instante la suya. Es, por fuerza, libre. Pero esa libertad de elección
consiste en que el hombre se siente íntimamente requerido a elegir lo mejor y
qué sea lo mejor no es ya cosa entregada al arbitrio del hombre. Entre las
muchas cosas que en cada instante podemos hacer, podemos ser, hay siempre una
que se nos presenta como la que tenemos que hacer, tenemos que
ser; en suma, con el carácter de necesaria. Esto es lo mejor. Nuestra
libertad para ser esto o lo otro no nos liberta de la necesidad (…) (Al) pobre
ser humano (…) es como si se le dijera: «si quieres realmente ser tienes
necesariamente que adoptar una muy determinada forma de vida. Ahora: tú puedes,
si quieres, no adoptarla y decidir ser otra cosa que lo que tienes que ser. Mas
entonces, sábelo, te quedas sin ser nada, porque no puedes ser verdaderamen-te
sino el que tienes que ser, tu auténtico ser». La necesidad humana es el
terrible imperativo de autenticidad. Quien ubérri-mamente no lo cumple,
falsifica su vida, la desvive, se suicida. Resulta, pues, que se nos invita a
lo que se nos obliga. Se nos deja en libertad de aceptar la necesidad. ¡Qué
cortesía la del cruel destino! Nos dice como la severa autoridad aldeana dice
en El alcalde de Zalamea, de Calderón, al noble y frívolo violador de
doncellas:
«Con muchísimo respeto
os he de ahorcar ¡vive Dios!»
(Ortega y Gasset[1]).