“Si
es algo la mujer en la vida de un hombre (…) es creadora de orden. Ordenar
graciosamente la barbarie de los instintos, la selva del sentimiento, la
contradicción de los anhelos” (María Zambrano(1)).
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“Donde la cotidiano gobierna es siempre un
factor de primer orden la mujer, cuya alma es en un grado extremo cotidiana. El
hombre tiende siempre más a lo extraordinario; por lo menos sueña con la
aventura y el cambio, con situaciones tensas, difíciles, originales. La mujer,
por el contrario, siente una fruición verdaderamente extraña por la
cotidianeidad. Se arrellana en el hábito inveterado y, como pueda, hará de hoy
un ayer (…) La mujer (…) tiende superlativamente a demorar en lo que está, a
arraigar en el uso, en la idea, en la faena donde ha sido colocada; a hacer, en
suma, de todo costumbre (…) Tanto es así que, con gran sorpresa por cierto, los
etnógrafos nos muestran que el trabajo fue inventado por la mujer; el trabajo,
es decir, la faena diaria y forzosa, frente a la empresa, el discontinuo
esfuerzo deportivo y la aventura. Por eso es la mujer quien crea los oficios:
es la primera agricultora, colectora y ceramista” (Ortega y Gasset (2)).
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“La mujer normalmente
imagina, fantasea menos que el hombre, y a ello debe su más fácil adaptación al
destino real que le es impuesto.” (Ortega y Gasset)
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“…Ese tú, el más distinto de mí, que es el tú que es ella”(Ortega y Gasset).
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