“El amigo de la justicia no puede
detenerse en la nivelación de privilegios, en asegurar igualdad de derechos
para lo que en todos los hombres hay de igualdad. Siente la misma urgencia por
legislar, por legitimar lo que hay de desigualdad entre los hombres. Aquí
tenemos el criterio para discernir dónde el sentimiento democrático degenera en
plebeyismo. Quien se irrita al ver tratados desigualmente a los iguales, pero
no se inmuta al ver tratados igualmente a los desiguales no es demócrata, es
plebeyo” (Ortega y Gasset[1]).
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“Vivimos rodeados de gentes que no se estiman a sí mismos, y casi
siempre con razón. Quisieran los tales que a toda prisa fuese decretada la
igualdad entre los hombres; la igualdad ante la ley no les basta; ambicionan la
declaración de que todos los hombres somos iguales en talento, sensibilidad,
delicadeza y altura cordial. Cada día que tarda en realizarse esta irrealizable
nivelación es una cruel jornada para esas criaturas «resentidas», que se saben
fatalmente condenadas a formar la plebe moral e intelectual de nuestra especie”
(Ortega y Gasset[2]).