“No, no; el horizonte de nuestra percepción no es el horizonte de la
realidad. Por esto Leibniz, cuando quiere definir el síntoma decisivo del
espíritu, advierte que no consiste en la percepción, por la cual nos damos
cuenta de lo que tenemos delante, sino en lo que sugestivamente llama percepturitio,
es decir, (una tendencia a nuevas percepciones), una como sensibilidad para lo
que aún no está ante nosotros, para lo ausente, desconocido, futuro, remoto y
oculto. Este apetito, esta conación e impulso nos hace rodar más allá de
nosotros mismos, aumentarnos, superarnos. Sin ese afán de acaparar el mundo, el
hombre sería únicamente la más blanda de las rocas” (Ortega y Gasset[1]).
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DE UNA NARANJA SOLO ALCANZAREMOS A VER SU MITAD; LA OTRA MITAD ES UN AÑADIDO QUE HACE NUESTRA MENTE. PERO ES QUE…
“Lo que es parte, sólo puede entenderse si lo referimos al todo de que
ello es parte —sólo en relación con ese todo es lo que es y tiene su verdadero
sentido. La parte es así un órgano de un organismo. (…) Pero (…) si la parte
sólo tiene sentido cuando vemos su puesto en el todo a que pertenece, quiere
decirse que, por sí y aislada, carece de sentido precisamente porque es sólo
parte, por tanto, algo incompleto, puro fragmento (…) Ahora bien, no siendo la
ciencia histórica otra cosa que la interpretación de los actos humanos
—pincelada, palabra o acción—, podemos resumir en última abreviatura el método
histórico diciendo que en él se trata de descubrir cuál es la realidad
completa, enteriza, el auténtico todo a que hay que referir el acto humano de
que se trata” (Ortega y Gasset[2]).
[1]
Ortega y Gasset: “Ideas sobre Pío Baroja”, El Espectador, Vol. 1, O. C. Tº 2,
p. 77.
[2] Ortega
y Gasset: “Introducción a Velázquez”, O. C. Tº 8, pp. 562-563.
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