Octavio Ocampo: "Visiones de Don Quijote" |
La mente es un derivado de la atención. “La atención es el instrumento
supremo de la personalidad; es el aparato que regula nuestra vida mental”
(Ortega y Gasset[1]).
De entre el caos de infinitos estímulos posibles que nos oferta la realidad,
nuestra atención selecciona unos y arrincona otros, que quedan al fondo. Esos
elementos atendidos forman globalidades (percibimos antes el árbol que las
ramas o las hojas) que, reiterados, nos sirven para formar conceptos, y con
ellos estructurar la realidad.
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“Si no hubiera más que un ver pasivo quedaría el mundo reducido a un
caos de puntos luminosos. Pero hay sobre el pasivo ver un ver activo, que
interpreta viendo y ve interpretando; un ver que es mirar. Platón supo hallar
para estas visiones que son miradas una palabra divina: las llamó ideas. Pues
bien, la tercera dimensión de la naranja no es más que una idea, y Dios es la
última dimensión de la campiña” (Ortega y Gasset[2]).
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“Esta transmutación de lo visto en lo concebido se obtiene mediante una
actuación mental sencilla. En lo visto, y más en general en lo intuido, nuestra
atención fija uno o varios elementos, es decir, se fija en cada uno de
ellos. Luego nuestra mente abstrae de todo lo demás que en lo intuido hay, y extrae
los elementos fijados, dejando el resto. El concepto es así extracto de la
intuición (…) Las palabras significan esos extractos mentales. «Mesa» es el logos
de innumerables artefactos humanos muy distintos entre sí, pero que tienen una
estructura mínima idéntica, un mismo extracto” (Ortega y Gasset[3]).
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