“Cuando
no se ha reflexionado bastante, se cree que la vida ideal fuera una existencia hora
(libre) de angustias y
problemas, un puro flotar en un ámbito etéreo, poblado solo de caricias. En
este sentido decía Mérimée que la felicidad es como un deseo de dormir. Pero esto es un grave error. Nuestro
organismo no funcionará si el medio en torno no lo excitase e irritase. Toda
función vital es la respuesta a una excitación; a una herida que el contorno
nos hace. La ausencia de presiones, de problemas, apagaría nuestra vida, porque
nuestro vivir es un constante aceptar heridas y un responder enérgico a esta
benéfica vulneración. Ni un individuo ni un pueblo puede vivir sin problemas:
al contrario, todo individuo, todo pueblo vive precisamente de sus problemas,
de sus destinos. La vida histórica es una permanente creación, no es un tesoro
que nos viene de regalo (…) No se dude de ello: en el dolor nos hacemos y en el
placer nos gastamos” (Ortega y Gasset[1]).
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“La historia humana es obra del descontento, que es una especie de amor
sin amado y un como dolor que sentimos en miembros que no tenemos. Esta emoción
idealista, haciéndonos percibir que somos imperfectos, nos hace rodar en busca
de lo que nos falta, y así vamos por la tierra y avanzamos por el tiempo y es
nuestro corazón una proa siempre en ruta al más allá. Decía Madame Staël: «Todo
lo que de grande y bello ha hecho el hombre lo ha hecho movido por el
sentimiento doloroso de lo incompleto de su destino.»” (Ortega y Gasset[2]).
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