“Esa estructura que bajo sus modificaciones concretas
y visibles permanece idéntica es el ser de la cosa. Por tanto, el ser de una
cosa está siempre dentro de la cosa concreta y singular, está cubierto por
ésta, oculto, latente (…) La noción que nos entrega el ser, la verdad de una
cosa es su Idea” (Ortega y Gasset[1]).
Por ejemplo (dice también Ortega), distinguimos una catedral de una
estación de ferrocarril y esta de una morada porque sus componentes sirven a
finalidades diferentes. La finalidad da la forma, la estructura a los
componentes de esos edificios. En suma, la finalidad sirve de fundamento a la
idea, al ser de la cosa, de cada cosa, y actúa como el alma de esa cosa
organizando los materiales inertes y amorfos. El ser de la cosa es una relación
(una estructura) entre sus componentes en vistas a un fin.
DE AHÍ LA IMPORTANCIA DE TENER FINALIDADES PARA QUE LA VIDA NO
DESINTEGRE SUS COMPONENTES Y PARA TENER CADA CUAL A QUIÉN LLAMAR “YO”
“Es preciso conocer tu fin, tu horizonte, tus
impulsos, tus errores, y principalmente el ideal y los fantasmas de tu alma,
para determinar lo que la palabra salud significaría hasta para tu mismo
cuerpo” (Friedrich Nietzsche[2]).
“La desilusión sobre una supuesta finalidad del devenir es la causa del
nihilismo” (Friedrich Nietzsche[3]).
ESA DESINTEGRACIÓN (QUE HOY SUFRIMOS) LA PREPARÓ EL MISMO NIETZSCHE
CUANDO DIJO
“No hay hechos, solo interpretaciones” (Friedrich
Nietzsche[4]).
“Nosotros
hemos inventado el concepto de “finalidad”: en la realidad falta la
finalidad” (Friedrich Nietzsche(5)).
[1]
Ortega y Gasset: “Idea del teatro”, O. C. Tº 7, pp. 446-447.
[2] F.
Nietzsche: “La Gaya Ciencia”, Madrid, Sarpe, pp. 106-107
[3] F.
Nietzsche: “La voluntad de poderío”, Madrid, Edaf, 1980, pág. 28.
[4] Friedrich
Nietzsche: “Fragmentos póstumos”, Tº IV, Madrid, Tecnos, 2010, p. 222.
[5]
Friedrich Nietzsche: “Crepúsculo de los ídolos”, Madrid, Alianza, 1980, p. 69.
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