jueves, 23 de septiembre de 2021

VIVIMOS TIEMPOS DE ZOZOBRA E INCERTIDUMBRE

 

Gráfico extraído de https://bit.ly/3A0JjtZ

   La realidad es aquello que nuestras creencias dictaminan como tal. Se refieren estas a todo lo que, sin cuestionárnoslo, damos por hecho, contamos con ello. Están encargadas esas creencias de proporcionar certidumbre y seguridad, aunque acotan la vida dentro de pautas preestablecidas y aconteceres previsibles. Cuando las creencias fallan y los hombres dejan de saber a qué atenerse en la vida, están obligados a pensar, a sustituir las creencias que han fenecido por ideas: se hace preciso pensar como recurso alternativo para volver de nuevo a saber a qué atenerse. Correlativamente, cuando caen las creencias, al abrirse el mundo a nuevas expectativas se adquiere libertad. “Claro que esta libertad, como toda libertad –dice Ortega, suponiendo que esta sea una joya, se paga cambiando la seguridad de la creencia con la perplejidad, la inseguridad, la zozobra, el titubeo, la fluctuación, en suma, con la incertidumbre ante las «ideas». La incertidumbre, que (el hombre) desconocía mientras creía, le descubre que «necesita estar en lo cierto». Y si es pura sangre, un ansia infinita de certidumbre se apodera de él, y vivirá sin sosiego, azorado, en gran turbación, hasta que no logre fabricarse para la creencia fracturada el aparato ortopédico que es una certitud”[1].

    El tiempo presente ha visto desaparecer o diluirse en Occidente las creencias más básicas que antes daban solidez y seguridad en medida suficiente a los hombres. Y todavía no hay un mínimo de ideas compartidas sobre las que instalar nuevas seguridades. Mientras tanto, por debajo de las grandes facilidades y posibilidades con que el hombre de hoy cuenta, subsiste en su alma esa gran turbación a la que Ortega se refiere.



[1] Ortega y Gasset: “La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva”, O. C. Tº 8, p. 290.


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