“La misión del pensamiento es construir
ejemplaridades; quiero decir, destacar entre las figuras infinitas que la
realidad presenta aquellas en que, por su mayor pureza, esa realidad se hace
más patente. Una vez entendida en su caso ejemplar, la realidad se esclarece
también en sus formas turbias, confusas y deficientes, que son las de mayor
frecuencia. Quien no ha visto una buena corrida de toros no puede entender lo
que son las mediocres y las pésimas. Porque las malas corridas, que son casi
todas, existen solo a expensas de la buena, que es tan insólita. En el orden
humano al menos, lo depravado, lo torpe y lo trivial son parásitos tenaces de
la perfección. No se le dé vueltas: el médico dañino vive gracias al egregio, y
si hay tantos malos escritores es porque ha habido algunos buenos” (Ortega y
Gasset[1]).
Pero el médico egregio llegó a existir, según imagino, a través de muchos ensayos, errores, torpezas, en fin, figuras apuntadas, imperfectas, bosquejadas, deformaciones o aspiraciones frustradas al médico egregio. Bien es verdad que el pensamiento de alguien tuvo que prefigurar, imaginar y tal vez ilusionarse con un médico egregio aún no existente pero cuyo proyecto fue convertirse en tal persona, en tal figura humana... Así que parece que, como indicó Ortega, tuvo que ir construyendo una deseable y deseada ejemplaridad. ¿No fue acaso el propio filósofo un gran ejemplar de buscadas ejemplaridades?
ResponderEliminarGracias por el comentario, José Ramón. Sí, creo que estoy de acuerdo. Esas prefiguraciones son los ideales que tiran de los hombres en pos de su ejemplaridad. Aristóteles proponía que las formas ideales surgían por abstracción de las experiencias, porque, para empezar, según él, somos una “tabula rasa”. Para él, lo bueno sería algo que, por inferencia, se iría destilando desde lo malo y mediocre. Pero Ortega sigue en esto más a Platón: es el ideal el que marca la pauta a las experiencias concretas, que son algo así como etapas o áreas de descanso en la marcha hacia su ejemplaridad. Esta actuaría como predisposición que busca cómo ir desbrozando el camino desde lo inferior, desde las experiencias de lo imperfecto hacia eso que, ambiguo o informe quizás, va filtrando lo que aparece en los niveles inferiores con el criterio de lo superior, de lo cual guardamos al menos el vislumbre. Por eso, el buen médico no surge como decantación de los malos y mediocres, sino como aquel que, desde su ejemplaridad, sirve de pauta y medida a lo que hay debajo de él.
ResponderEliminarY sin duda, Ortega fue el filósofo ejemplar que viene a servir de medida y elemento de valoración de todo lo que está por debajo.